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Pablo Planas

Historia de un golpista arrepentido

En su dantesco cretinismo, a los golpistas les imponía más una pataleta de la nena quinceañera que las advertencias del Tribunal Constitucional.

En su dantesco cretinismo, a los golpistas les imponía más una pataleta de la nena quinceañera que las advertencias del Tribunal Constitucional.
Santi Vila | Europa Press

Santi Vila, alias el Moderado, es la gran esperanza blanca del catalanismo para salir del hoyo separatista y volver al pujolismo, aquellos tiempos dorados de vista gorda y tres por ciento mamoneando con el Gobierno de Madrit los presupuestos del Estado. Vila fue el consejero de Puigdemont que se bajó del tren en el último segundo, cuando su jefe pasó de convocar elecciones y prefirió darse el gusto de proclamar la república. Unas semanas antes, en la campaña por el referéndum del 1-O, mitineaba en Figueras y bramaba que él, de moderado, nada. Hasta estaba dispuesto a ir a la cárcel. Está todo en un vídeo que refleja exactamente la retórica que se gastaban los líderes golpistas en las vísperas del referéndum.

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Decía Vila, traducido al español:

¡Cómo nos tenemos que ver! Especialmente quien os habla. ¿No habíais oído durante años y años el soniquete de que Santi Vila es un blando, un moderado? No un moderado en el sentido elogioso de la palabra, sino en el sentido despectivo. Este, decían, cuando llegue la hora grave nos fallará; cuando llegue la hora difícil en que ya no se trate sólo de ir haciendo discursos, cuando ya no se trate sólo de ir quedando bien con unos y con otros, este nos fallará. Y a Santi Vila, a vuestro exalcalde, a vuestro exdiputado, a vuestro consejero, aquí lo tenéis y aquí lo tendréis. Y si la semana que viene tenemos que ir unos días a la prisión, iremos. Y si nos tenemos que jugar el patrimonio, nos lo jugaremos. Y si tenemos que acabar en la prisión, acabaremos. Porque nos jugamos la dignidad personal y colectiva, la dignidad personal de todos y todas y la dignidad de esta nación...

Vila sólo pasó una noche en la cárcel, más que nada, según dijo, "por solidaridad" con sus excompañeros. A la mañana siguiente pagó la fianza, 50.000 euros, y se puso a girar puertas con tanta eficacia que ya le ha salido curro de director general de Aigües de Banyoles, la empresa de capital mixto que vende el agua del estanque gerundense y con la que ya tuvo trato en su época de consejero de Territorio y Sostenibilidad. Consistió en eximir al Ayuntamiento de Bañolas del pago de un canon autonómico por la explotación del lago.

También le salió una oferta para escribir un libro en el que cuenta su versión sobre las últimas horas del Gobierno Puigdemont en calidad de testigo directo del hundimiento del procés. Según su relato, algunos consejeros estaban atenazados por la enorme responsabilidad de no defraudar las altas expectativas que sus hijos adolescentes habían depositado en ellos y en su república. Al parecer, tenían que estar "a la altura de las circunstancias" como padres y madres y, en vez de comprarles una motocicleta a los chicos, proclamaron la independencia. Había diputados, refiere Vila, que no se atrevían a volver a su pueblo si se convocaban elecciones.

En su dantesco cretinismo, a los golpistas les imponía más una pataleta de la nena quinceañera que las advertencias del Tribunal Constitucional. Y así es que por tener la fiesta en paz en casa, algunos han acabado en la trena, otros fugados y otros cuantos están en libertad bajo fianza tras haber destrozado la convivencia en Cataluña, puesto en fuga a miles de empresas, espantado el turismo y creado más paro. Todo por una bola simbólica que llevó al mismo Vila, el Moderado, a jactarse ante sus paisanos días antes del 1-O de que si había que ir a la cárcel, se iba, mientras se callaba que ir para nada es tontería.

Ahora no le va mal, pero que nada mal. Igual hasta mejor que a Ramon Espadaler, el peón de Duran Lleida que dirigía a los Mossos en el último Gobierno de Mas, cuando ya espiaban a políticos y particulares desafectos a la causa independentista. Como buen y escurridizo democristiano catalán, Espadaler se colocó de tres en el PSC de Iceta y ahora es diputado en la bancada socialista de Units per Avançar, que es Unió, pero que ahora no se llama así para no tener que pagar los pufos que dejaron.

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