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Pablo Planas

Inés y el civismo golpista

Se suceden las agresiones en los actos organizados por Vox, Ciudadanos o PP, mientras los componentes de los Comités de Defensa de la República (CDR) se pasean a su antojo.

Se suceden las agresiones en los actos organizados por Vox, Ciudadanos o PP, mientras los componentes de los Comités de Defensa de la República (CDR) se pasean a su antojo.
EFE

El cómico de TV3 Toni Albà encabeza el comité de despedida de Inés Arrimadas. Suyo ha sido el trino más aparatoso, que traducido dice así:

Buen viaje a Waterloo!!! (Vigila no pases de largo y acabes en Ámsterdam... allí, estarías como en casa y además tendrías todos tus derechos laborales respetados!).

La insinuación de que Arrimadas es una prostituta ha causado una cierta conmoción en la jauría separatista. Referentes morales de la categoría de Toni Soler, el productor de uno de los programas donde sale Albà, y Pilar Rahola han reconvenido al amigo, que se defiende con el alegato de que su mensaje lo mismo se podía referir a un hombre que al cultivo del tulipán. Típico humor catalán del proceso. La versión satírica de mensajes institucionales como los de la expresidenta del Parlament Núria de Gispert, que ya ha mandado a Arrimadas dos veces a Cádiz. O de análisis como el de otra estrella de TV3, Jair Domínguez, quien comentaba al hilo de las visitas de Arrimadas a Amer, el pueblo de Puigdemont, y Waterloo que la dirigente política pretende que le tiren "un cubo de mierda por la cabeza". Censurado por Toni Cantó, que le acusaba de "llamar a la violencia", Domínguez respondía: "Eso no es violencia, como tampoco es violencia decir que me quiero mear en tu boca". Así dialogan los propagandistas de la causa.

Una derivada de este clima en el que llamar puta a Arrimadas sale gratis es que, trasladado a la calle, resulta aún más desagradable e incómodo. No es inusual que los dirigentes políticos constitucionalistas reciban insultos en lugares públicos. Se suceden las agresiones en los actos organizados por Vox, Ciudadanos o PP. Sus sedes son constantemente atacadas, mientras los componentes de los Comités de Defensa de la República (CDR) se pasean a su antojo. Unos días cortan carreteras y otros, pues marcan domicilios o tiran heces en las puertas de los juzgados, precisamente esos cubos de mierda que según Domínguez busca Arrimadas que le caigan por la cabeza.

En los medios que avalan esa clase de mensajes y comportamientos, con TV3 a la cabeza, la interpretación del salto de Arrimadas a Madrid es que huye de Cataluña tras haber fracasado sus provocativos paseos por Vich, Amer o Waterloo, que deja colgados a sus votantes y que ha utilizado la política catalana como un trampolín personal. No disimulan la inquina que le profesan y lo a gusto que se quedan. Una menos, menosprecian. Esta ya no irá por ahí como una fresca pegando mítines con la bandera de España. Cierto. Y tampoco tendrá que soportar los insultos o las miradas desafiantes de algunas buenas gentes independentistas al cruzar la calle, que es peor que lo de puta fascista española en el Twitter y un logro atribuible al estado de ánimo creado en una parte de la población catalana por los medios catalanistas.

Llamar puta y acosar a la líder de la oposición y candidata más votada en las pasadas autonómicas es un ejemplo del civismo pacifista del que se jactan en el Tribunal Supremo los encausados por el golpe de Estado separatista, una muestra democrática de libertad de expresión, como lo de invadir vías del tren, destrozar coches de la Guardia Civil, enfrentarse a la Policía, quemar neumáticos, banderas y retratos del Rey o el episodio de la secretaria judicial que tuvo que escapar por la azotea cuando el registro de la Consejería de Economía. Y así día tras día, de huelga en huelga y de boicot en manifestación.

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