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Pablo Planas

La niñera de Pablo e Irene

Irene Montero y Pablo Iglesias no tienen vergüenza. Esa es la única conclusión posible ante la extensa relación de escándalos que salpican a la pareja.

Irene Montero y Pablo Iglesias no tienen vergüenza. Esa es la única conclusión posible ante la extensa relación de escándalos que salpican a la pareja.
Irene Montero y Pablo Iglesias. | EFE

Irene Montero y Pablo Iglesias no tienen vergüenza. Esa es la única conclusión posible ante la extensa relación de escándalos que salpican a la pareja. El último hito es el caso de la niñera, función que ejerce para la familia la exdiputada de Podemos y alto cargo del Ministerio de Igualdad Teresa Arévalo

El vicepresidente y la ministra cuentan con la señorita Arévalo para el cuidado de su hija pequeña, según ha denunciado en sede judicial la abogada y exauditora de Podemos Mónica Carmona. El escándalo, en síntesis, consiste en que Pablo e Irene utilizan a un alto cargo del ministerio que dirige Montero como fámula de su hija menor cuando la ajetreada madre decide llevarse a la niña al trabajo o a desplazamientos de carácter político.

Cuando nació la criatura, en 2019, Arévalo era diputada en el Congreso, lo que no impidió que conciliara sus funciones públicas con el cuidado del bebé. Ya en 2020, cuando Podemos accedió al Gobierno, Arévalo fue nombrada asesora del Ministerio de Igualdad con un sueldo de más de cincuenta mil euros al año. El cargo, del máximo nivel en la Administración, tampoco ha sido óbice para que siga ejerciendo de aya de la pequeña. 

El asunto sugiere decenas de preguntas. ¿Lo hace como favor personal? ¿Para medrar políticamente? ¿Cobra en negro? ¿Por horas? ¿Qué acreditación tiene para ejercer esa función? ¿Es amiga de la familia y por eso se cuida de la niña? ¿Ha sido nombrada alto cargo por ser amiga de la familia? De lo que se sabe, destaca que la cuidadora Arévalo fuera nombrada "secretaria de Políticas de Cuidados" en el último congreso del partido morado, lo que provocó un descojone generalizado entre quienes estaban al tanto de los cometidos de la antedicha.

Iglesias y Montero han convertido el partido en un chiringuito personal, igual que el sector del Gobierno que controlan con mano férrea. Y no tienen reparo en ejercer su poder de una forma tan pedestre. Igual que utilizan a una escolta para hacer recados. ¿Quién les limpia la mansión? ¿Una cuadrilla de concejales del partido? ¿Quién les corta el césped? ¿El secretario de Transición Ecológica?

El perfil de Arévalo también suscita dudas. Dice en la ficha de "transparencia" de Podemos de cuando era diputada que logró matricularse en Ciencias Políticas pero que "la situación precaria, que nos afecta a tantos en este país, me obligó a volver al pueblo". ¿En serio? También decía no tener más que 3 euros en la cuenta corriente y un utilitario de no más de 1.500 euros. Y que en 2015 no había hecho la declaración de la renta porque no tuvo ningún ingreso. Fue entrar en política sin más aval que el de sus amigos y cambiar el signo de su fortuna. 

Nadie se salva en esta historia. Montero, Iglesias y Arévalo deberían haber dimitido ya, y más con lo exigentes que son con los demás. De hecho, Montero e Iglesias no deberían ejercer ningún cargo público, dada la sobrada incompetencia demostrada. El vicepresidente huye como de la peste de sus obligaciones con el sector de las residencias de ancianos y se dedica con saña de comisario comunista a señalar a los periodistas que no le gustan, mientras que Montero deambula por un ministerio que no sirve para nada, salvo que fuera diseñado como cantera de personal doméstico para la parejita podemita.

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