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Pablo Planas

La oposición mema y la que no existe

Pedro Sánchez tiene la ocurrencia de proponer unos nuevos Pactos de la Moncloa y ahí está Pablo Casado para hacerle el caldo gordo.

Pedro Sánchez tiene la ocurrencia de proponer unos nuevos Pactos de la Moncloa y ahí está Pablo Casado para hacerle el caldo gordo.
Pablo Casado | EFE

En la España del coronavirus hay dos maneras de hacer oposición: hacerla mal o no hacerla. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tiene la ocurrencia de proponer unos nuevos Pactos de la Moncloa y ahí está Pablo Casado para hacerle el caldo gordo. Unos pactos. Ahí es nada. Lo mismo podía haber dicho Sánchez una comisión parlamentaria, pero prefirió recurrir a la imagen mucho más potente del pacto. Se trataba de lanzar una cortina de humo, y nada mejor que unos pactos. ¿Quién puede estar en contra de un pacto? ¿A quién no le gustan los cachorros de San Bernardo?

En el actual contexto, y con un Gobierno en el que mandan los de Unidas Pandemias, más que de Pactos de la Moncloa cabría hablar de un Pacto Molotov. Pero si no han pasado ni tres meses desde que Sánchez eligiera como socios de legislatura a los proetarras de Bildu, los golpistas de ERC y los comunistas de Pablo Iglesias. Y ahora, con decenas de miles de contagiados y muertos, se acuerda el bello Pedro del PP y de Ciudadanos y hasta de Vox si le apuran. Tela.

Tela y trampa porque convocar a la oposición en estas circunstancias sólo persigue dos objetivos. El primero, que se hundan todos los partidos, no sólo los responsables de este desastre. Y el segundo, echar la culpa del hundimiento a PP, Ciudadanos y Vox. ¿Pero qué propósito de reconstruir nada puede tener Sánchez cuando sus colegas en el Gobierno son unos tíos que lo primero que hicieron nada más decretarse el estado de alarma fue montar una cacerolada contra el Rey? Por no hablar de los insultos e infundios contra el PP de Adriana Lastra, la portavoz del PSOE que si se muerde la lengua se envenena. ¿Con esa señora hay que llegar a unos nuevos Pactos de la Moncloa? Pero hombre, a quién se le puede pasar por la cabeza semejante disparate de posibilidad.

Contemplar siquiera un acuerdo en estas circunstancias es hacer oposición rematadamente mal, pero aún hay un estadio más bajo, que es lo que ocurre en Cataluña. En la pintoresca región del noreste de España, el Ejecutivo de coalición entre Junts per Puigdemont y la Esquerra de Rufián no ha podido incurrir en más errores en menos tiempo. Ha dejado tirados a miles de ancianos en las residencias, dicta órdenes menguelianas para no atender a los mayores de ochenta años y que se mueran en sus casas o en los asilos, pone trabas a la ayuda del Ejército y la Guardia Civil y un día dice que va a regalar mascarillas de máxima protección a la ciudadanía y al siguiente reconoce que va a ser que no y que ha mentido. Y todo ello sin que el PP de Cataluña y Ciudadanos, que fue el partido más votado en las últimas elecciones autonómicas, hayan dicho ni una palabra. ¿Pero dónde están Lorena Roldán y Alejandro Fernández?

Todavía se espera que digan algo, que pregunten algo o que, ya en el colmo de la osadía, hagan algo. Pero no, han desaparecido, no están ni se les espera. El Parlamento regional está cerrado y ellos ni siquiera han protestado. Por no hablar de pedir dimisiones. Para hacerse una idea del desastre político no hay más que contemplar el hecho de que los de Puigdemont son más duros con ERC, que tiene las competencias de sanidad y atención a los mayores, que los citados PP y Ciudadanos.

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