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Pablo Planas

Los "chulos" españoles

El acto separatista fue un pinchazo de manual, un fiasco de convocatoria definido por los organizadores y sus medios como un éxito sin precedentes.

Que el separatismo es pura manipulación se demuestra no sólo en las deposiciones de sus acusados y cuadros en el Tribunal Supremo sino en la interpretación y adjetivación de los medios afines respecto a sus actos y manifestaciones. Así, la proclamación de la república en el Parlament fue un acto simbólico sin trascendencia jurídica, Trapero iba a detener a Puigdemont y los manifestantes de Cibeles, 18.000 según la Delegación del Gobierno de la capital, eran en realidad 120.000 titanes que protagonizaron un acto histórico, superlativo, colosal y relleno de dignidad, coraje y blablablá. Y nada menos que en el nido de la serpiente, el corazón del Estado represor, la Caverna, Madrid. ¡Qué fuerte, nen!

La Assemblea Nacional Catalana (ANC) daba por bueno el recuento de cuarenta mil personas de la Delegación del Gobierno relativo a la manifestación de PP, Ciudadanos y Vox en Colón y se había propuesto superar esa cifra con holgura. Ese era el objetivo, dar una lección a la derecha carpetovetónica, pero las imágenes de Colón y Cibeles no aguantan la comparación. El acto separatista fue un pinchazo de manual, un fiasco de convocatoria definido por los organizadores y sus medios como un éxito sin precedentes con el que el independentismo demostró en la capital de España su carácter cívico, pacífico, festivo y familiar. Lo que viene siendo otra jornada histórica.

La conversión de una excursión con degustación de salchichones en una incursión épica tras las líneas enemigas es una práctica habitual del separatismo. La propaganda es una de sus estructuras de Estado y los medios operan en un régimen de monopolio ideológico capaz de ensalzar al mayor Trapero y linchar al comisario Castellví por decir exactamente lo mismo en el juicio a los golpistas. En Cataluña, la realidad es lo de menos, por lo que conclusión generalizada en una parte de la sociedad es que sus "presos políticos" y letrados van ganando el juicio por goleada, que Puigdemont es el mejor, Junqueras, un santo, Trapero, un caballero y en Madrid hubo 120.000 personas. Y chimpún. Las "fake news", un juego de niños.

Los separatistas no se cansan de dar lecciones en las asignaturas de democracia, dignidad, coraje, etcétera, etcétera. "Históricos" de la talla de Artur Mas o Carles Sastre, el asesino fundador de la banda terrorista Terra Lliure, se dieron cita junto a Quim Torra y Gabriel Rufián en la cabecera de la marcha. Ni una papelera lastimada, ni un papel en el suelo, acentúan los medios independentistas, más preocupados por el mobiliario urbano que por las personas a tenor también de las preguntas que no hacen cuando entrevistan a exterroristas. Otra clase magistral de urbanidad de los buenos catalanes, esta vez a domicilio.

Un día después de la exhibición, el consejero regional de Políticas Digitales y Administración Pública de la Generalidad, Jordi Puigneró, respondía en Twitter a unas declaraciones de Pedro Sánchez contrarias a la independencia en los siguientes términos traducidos del catalán: "Llevan 300 años perdiendo territorios, pero por chulos que no quede... No han aprendido nada de la historia. De hecho no han aprendido nada". ¡Ojo! Palabra de Puigneró. "Chulos" españoles, zoquetes que no entienden nada de nada, lentos, que somos unos lentos. Y así todos los días.

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