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Pablo Planas

Hasél, tonto útil de Podemos

Es el típico compañero de viaje perfecto y la víctima propiciatoria de un experimento podemita sobre los límites de la apología del terrorismo.

Es el típico compañero de viaje perfecto y la víctima propiciatoria de un experimento podemita sobre los límites de la apología del terrorismo.
Concentración de apoyo al rapero Pau Rivadulla Duró, conocido como Pablo Hasel, a quien la Audiencia Nacional ha dado diez días para ingresar en prisión para cumplir una condena de nueve meses de prisión por enaltecimiento del terrorismo e injurias a la monarquía, este sábado en los jardines de Gracia. | EFE

Convertir a Pablo Hasél en un héroe de la libertad de expresión es como considerar a los miembros de La Manada unos luchadores por las libertades sexuales. Se trata de un auténtico disparate en el que han incurrido la izquierda en pleno y el sector titiritero encabezado por Almodóvar y Serrat ante la tesitura de que el antedicho Hasél tenga que ingresar en prisión condenado por enaltecimiento del terrorismo, humillación a las víctimas e injurias a la Corona.

Hasél es un pobre chaval que debió de sufrir mucho de niño en la escuela. El mozo se llama en realidad Pau Rivadulla y tiene toda la pinta de que se comía las collejas de dos en dos. Hijo de un conocido empresario ilerdense, presidente durante unos pocos años del club de fútbol de la ciudad, el mozo salió rapero, pero de los más tontos, y enemistado contra el mundo rompió a berrear a favor del Grapo, de la ETA, del comunismo, del Che y de Stalin.

La cosa no tendría la más mínima importancia si no fuera porque entre consigna mal digerida y rebuzno de puro ignorante se le colaban insultos contra las víctimas, señalamientos y el tipo de deseos que expresados en voz alta constituyen un delito de manual. Claro que si en vez de dirigidos contra las víctimas del terrorismo hubieran ido en contra de los musulmanes no tendríamos a la izquierda defendiendo a ese pedazo de trastornado sino exigiendo su lapidación mirando a Cuenca.

Hasél, aunque haya renegado de Podemos, es el tonto útil del partido morado, un títere de Iglesias y Monedero, el típico compañero de viaje perfecto y la víctima propiciatoria de un experimento podemita sobre los límites de la apología del terrorismo.

Si finalmente acaba entrando en la cárcel será por acumulación de antecedentes, puesto que lleva desbarrando desde 2011 y no sólo de palabra. En 2016 le dio por zarandear y arrojar un líquido de limpieza a un reportero de TV3 que cubría la toma del rectorado de la Universidad de Lérida, proeza dirigida por Hasél en su única aproximación a los estudios superiores. 

Sumadas todas las condenas que exhibe con orgullo, el mocetón debe de acumular más de cinco años de prisión. La última sentencia, la definitiva, le impone nueve meses.

El drama es que por este personajillo se pretenda reformar el Código Penal. Es un signo más de la degradación de la política en España. 

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