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Pablo Planas

Robles desbarra en la Pascua Militar

La ministra de Defensa tuvo a bien deslucir la celebración con un discurso en el que introdujo la agenda de la extrema izquierda.

La ministra de Defensa tuvo a bien deslucir la celebración con un discurso en el que introdujo la agenda de la extrema izquierda.
Margarita Robles, durante la Pascua Militar. | Flickr-Defensa

La ministra de Defensa, Margarita Robles, tuvo a bien deslucir la celebración de la Pascua Militar con un discurso en el que introdujo la agenda de la extrema izquierda. Las alusiones a los chats con proclamas disparatadas de militares retirados han sido una concesión a Podemos y a los medios republicanos sumamente inoportuna. El Rey no ha caído en la trampa y se ha abstenido de comentar esas anécdotas que el Gobierno trata de elevar a categoría para cercar aún más a la Corona.

Pasa Robles por ser una especie de verso suelto socialdemócrata en un Gobierno plagado de populistas y comunistas orgullosos de su macabra ideología. Tal vez por comparación con elementos como Alberto Garzón se pueda decir de la señora Robles que es otra cosa, pero sería confundir la realidad con los deseos pretender que la ministra de Defensa es un dique de contención frente a las ansias e ínfulas republicanas del Gabinete de Sánchez e Iglesias.

En la Pascua militar ha quedado claro a quién se debe la ministra, y no es a las Fuerzas Armadas ni al Rey, al que juró lealtad, sino a los siniestros designios de esa pareja funesta cuyo objetivo es socavar la Monarquía y, con ello, el sistema de libertades y la democracia en España.

Felipe VI ha encajado con su tradicional flema las impertinencias de Robles y ha subrayado en su discurso el incondicional compromiso de las Fuerzas Armadas con la Constitución. Habrá quien pretenda que ese fragmento es una velada alusión al ruido de sables inventado en las factorías de desinformación y propaganda que controla el Gobierno, pero se trata más bien de la reiteración de la fidelidad absoluta de la Corona y los Ejércitos a una Carta Magna que, entre otras cosas, consagra la unidad de España.

Seguramente lo habrán entendido así, de la manera adecuada, quienes en octubre de 2017 intentaron la asonada separatista que el Rey atajó con una intervención ceñida a la letra y el espíritu de la Constitución. Cada alusión del Rey a ese texto es un recordatorio para los partidos independentistas que les indica dónde están sus límites.

Ponderar la Carta Magna como principio y final de la democracia es lo que también habría correspondido a la ministra Robles, que ha perdido una magnífica oportunidad para demostrar algo de criterio frente a la osadía liberticida de Sánchez e Iglesias. Según ha dicho la ministra, "una insignificante minoría, que sólo se representa a sí misma, que busca una publicidad y un protagonismo, que ni merece ni tiene, y que cuestiona irresponsablemente las bases de la convivencia en España, solo merece el rechazo más absoluto". Pue usted lo ha dicho, señora. No debería darles la publicidad que supuestamente buscan, y menos ostentando la cartera de Defensa.

Pero no han acabado ahí las meteduras de pata Robles, que acto seguido se ha dirigido expresamente al Rey para "informarle" de lo siguiente: "Puedo aseguraros que contamos con unas Fuerzas Armadas modernas, altamente preparadas y formadas exclusivamente en el marco de la Constitución". Pues menos mal que se lo dice doña Margarita al capitán general.

El discurso del monarca ha sido sobrio, sin alardes, probablemente romo para quienes pretenden que el Rey se comporte como un simple político, pero ajustado al estilo que le caracteriza. Entre líneas no había esta vez ni los chats ni las tontunas con las que la izquierda pretende hacer creer a la ciudadanía que se cuece un golpe de Estado a la vieja usanza, sino el aviso recurrente de que el Rey y las Fuerzas Armadas están en el punto exacto de defensa de la Constitución que tanto enerva a Iglesias, Sánchez y a sus amiguetes Rufián y Otegi.

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