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Pablo Planas

Yugoslavia y Cataluña: yo tengo miedo

El domingo habrá una gran manifestación española en Barcelona. El lunes, con las calles vacías, comenzarán las purgas selectivas.

El domingo habrá una gran manifestación española en Barcelona. El lunes, con las calles vacías, comenzarán las purgas selectivas.

El proceso separatista busca un muerto, pero ya es otro muerto. No ha conseguido un mártir. Tendrá, como mucho, un tuerto, un infartado y miles de fotos y vídeos falsos sobre el 1 de octubre de 2017. En Cataluña hay miedo, un temor cada día más concreto, más espeso y más balcánico. Pero no es el miedo a las porras y a las balas de goma del Estado. ¿De qué si no iban los alcaldes socialistas a exigir que los policías se vayan de sus pueblos? La presión que Puigdemont pidió contra los alcaldes que no querían participar en el referéndum ha tenido el resultado esperado por los golpistas. Han sufrido acoso, insultos, manifestaciones a las puertas de sus propias casas y han señalado a sus familias.

El orden público en esas localidades está en manos de la policía política de la Generalidad y de las brigadas de la CUP, cuyos militantes dirigen los conciertos de cacerola y abroncan a los vecinos que cierran las ventanas o a los viandantes que no agitan sus llaveros en señal de adhesión. Pasa en barrios de Barcelona: Sant Antoni, Sagrada Familia, en los dos ensanches y, por supuesto, en Gràcia. Si hasta se oyen cacerolas en Pedralbes...

Esos mismos alcaldes son ahora los que con más contundencia verbal denuncian los supuestos excesos policiales y callan cuando el personal más siniestro y subsidiado de sus pueblos berrea las consignas de ETA contra las "fuerzas de ocupación" a las puertas de pensiones y domicilios particulares de policías y guardias civiles. Esos alcaldes entraron en pánico incluso antes de ver como los piquetes de la huelga general contaron con la colaboración de patrullas de los Mossos d’Esquadra para cortar carreteras y bajar persianas, todo un ejercicio de proporcionalidad en favor de la "convivencia" y contra la "brutalidad" policial.

El pasado domingo, los políticos de la oposición en Cataluña recibieron la recomendación por parte de sus partidos de no salir a la calle. La situación no ha mejorado. Todo lo contrario. Cualquier imbécil con una bandera separatista al cuello se cree en el derecho de insultar al vecino refractario o al personaje más o menos público que se ha manifestado en contra de la independencia en una tertulia o en un artículo. En el instituto al que acuden los hijos de los guardias civiles de la casa cuartel de Sant Andreu de la Barca los profesores han arremetido contra sus padres en clase. No se esperaba menos de ellos, son los maestros que han provocado lesiones cerebrales permanentes en varias generaciones. Algunos chicos y chicas directamente apuntados pidieron permiso para abandonar la clase. Otros estallaron en lágrimas al llegar a casa. En TV3 hace furor una serie sobre un profesor de filosofía separatista, una especie de doctor House en la escola catalana que tiene atrapado en sus intrigas a más de tres millones de catalanes.

Los periodistas son abucheados, coaccionados y expulsados de las concentraciones "cívicas, pacíficas y festivas" de las masas separatistas. No quieren testigos para la que preparan y se ceban contra la "prensa española". Han convencido a los corresponsales extranjeros de que la Guardia Civil es algo así como un grupo de paramilitares endemoniados que se guardan las orejas de sus víctimas como trofeos de caza. La frivolidad de esos alegres periodistas, tratados a cuerpo de rey por la Generalidad, sólo es comparable con su falta de ética y de profesionalidad. No es su país, no tienen ni puta idea de nada y se sienten enviados especiales a una guerra fetén en la que los oprimidos les invitan a copas en las azoteas de los hoteles de lujo mientras los esbirros opresores están atrapados en pensiones cochambrosas y barcos de la risa convenientemente controlados en todo momento por la policía de Trapero. Ni siquiera se preguntan cómo es eso posible, y cuando las cosas se pongan más feas levantarán el campamento tras haber entrevistado a alguna individua que se invente que la ha violado un pelotón de policías, uno tras otro, igual que le rompieron los dedos a una tal Marta más falsa que un duro de cuatro pesetas.

Mientras tanto, se va cociendo la venganza, el clima propicio para el ajuste de cuentas contra los "unionistas", policías, periodistas y políticos en primer lugar. La prueba de cargo serán las imágenes de las cargas policiales, la mayoría de ellas falsas, producto de la fábrica de mentiras de TV3, Roures y los perioactivistas de la hegemónica prensa nacionalista, con La Vanguardia al frente de la cacería. Su eficacia radica, entre otras cosas, en que un deportista millonario como Gerard Piqué diga esto: "La actuación del domingo en Cataluña me dolió porque tengo mi familia allí, porque es mi gente. Es difícil que estando aquí podáis entender lo que pienso o que siento. He visto algo muy distinto a lo que vosotros podéis percibir aquí, la televisión os muestra cosas diferentes a las que yo he visto".

Y esto otro sobre el mensaje del Rey:

No lo escuché. Estaba jugando a la pocha. En Cataluña creen que debería haber dado un mensaje más cercano a las víctimas del domingo, pero yo no lo he visto.

Tal cual. Cojonudo. Son palabras de un tipo que forzó el cierre del campo del Barcelona y un partido de fútbol contra un club, Las Palmas, que decidió bordar una mínima bandera de España ante las barbaridades que se están cometiendo en Cataluña. Yugoslavia pura y dura. Piqué es el agente provocador, pero le protegen la Guardia Civil y la Policía Nacional en el resto de España y los Mossos d’Esquadra en Cataluña. Gracias, Piqué, los españoles te agradecen la cobardía de no admitir que eres independentista y están ansiosos por recibir noticias sobre los desgarradores partes de lesiones de tus familiares, amigos y conocidos. Seguro que la Generalidad ya los ha fabricado, pero tú, en tu mansión de la zona alta de Barcelona, puedes estar muy tranquilo. No así el kamikaze que ha puesto una bandera de España en un balcón del Ensanche de Barcelona. Puigdemont y Junqueras también están muy tranquilos. Tienen escolta, a diferencia de los charnegos "botiflers". Rufián también puede andar tranquilo por Cataluña y por Madrid. Mucha otra gente no puede decir lo mismo aunque se calla y se aguanta.

Los bancos y las empresas que han financiado a los medios separatistas caen en bolsa. También tienen miedo. La banca catalana tiembla. La sombra del corralito se cierne sobre los depósitos de miles de incautos que aporrean cacerolas y se mandan mensajes con los caretos de los vecinos a los que hay que silenciar. También están en riesgo los depósitos de los ciudadanos españoles en toda España.

El domingo habrá una gran manifestación española en Barcelona. El lunes, con las calles vacías, comenzarán las purgas selectivas.

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