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Pedro de Tena

A la Iglesia no le gustan los milagros

Hay una cierta derecha que es imbécil y que se parece como una gota de agua a otra a esa izquierda malvada, que no imbécil, para la cual la libertad es el peor don que nos dieron los cielos.

Eso de los milagros está muy bien para el rebaño. No para los pastores. Decía San Agustín en sus Confesiones que hay gente que pide milagros tentando a Dios, no para lograr algún bien, sino por espíritu de curiosidad. No sé quién fue el curioso que le pidió el milagro de la COPE a Dios, pero el milagro tuvo lugar. Un no creyente dirigiendo La Mañana, un protestante dirigiendo La Linterna. Quien pida más milagros no es que sea curioso, es que un obseso del prodigio. Y encima, el portento, en sus últimas manifestaciones, sostiene a un PP casi asesinado por el 11-M durante los años del desierto, devuelve la dignidad a las víctimas de aquel y otros atentados, se erige en oposición a la estupidez abanderada por ZP y recuerda a algunos dirigentes de la derecha imbécil ­–que es la que mira al dedo cuando el dedo señala la luna– que como dejó dicho Aristóteles, uno procura ser amigo de los amigos pero procura ser más amigo de la verdad. Coño, que eso es el periodismo decente.

Y así, con este milagro hemos vivido los últimos años. Del milagro económico no hablamos, pero ese es un pedazo de milagro, un milagrón que ha dado de comer a muchos españoles y no en sentido figurado. Gracias a esa maravilla de hacer lo que uno quiere y encima ganar dinero –Adam Smith está en la tumba terminando una nueva edición de aquella su obra para integrar tamaña anomalía–, hemos de hablar de este otro milagro, u otro aspecto del mismo milagro, que es convertir la radio en ejercicio espiritual diario por la libertad en libertad. Ya sabemos que libertad no es libertinaje como sabemos que la libertad es uno de los mayores dones que nos dieron los cielos. Sí, los cielos es el lugar que menciona El Quijote. Ciertamente, en estos años ha podido haber algún exceso, algún error, alguna desproporción. La libertad no es perfecta. Pero la libertad siempre es preferible al servilismo, al silencio, al vasallaje, a la miseria moral y al do ut des. Por cierto, el "des" ya ha empezado. Nos preguntábamos por qué salían a la palestra socialistas sin cesar en los últimos días. Ya hay respuesta. Lamentablemente, la derecha imbécil no parece ser consciente de su imbecilidad. Nada nuevo por otra parte ya que el imbécil no clínico, como el estúpido, hace daño a todo el mundo inclusive a si mismo.

La COPE, decíamos, ha sido un milagro durante unos años. Ha despertado conciencias, ha sugerido estrategias, ha denunciado la maldad, ya fuera la de robar o la de mandar, la de mentir o la de ignorar, ha mostrado cómo es de bella la libertad y cómo podría ser una democracia que defendiera a los galeotes ciudadanos en serio, incluso de los gobiernos que ellos mismos han elegido, como subrayó Popper. Pero, evidentemente, a la Iglesia no le gustan los milagros. Ya lo dijo el Apocalipsis de San Juan: "Yo conozco tus obras, tu arduo trabajo y tu perseverancia; que no puedes soportar a los malos, que has puesto a prueba a los que dicen ser Apóstoles y no lo son, y que los has hallado mentirosos. Además, sé que tienes perseverancia, que has sufrido por causa de mi nombre y que no has desfallecido. Sin embargo, tengo contra ti que has dejado tu primer amor". La libertad, sí, la libertad, que es el milagro de la naturaleza y de la historia.

No sabemos qué pasará. Bueno, algo sí sabemos: hay una cierta derecha que es imbécil y que se parece como una gota de agua a otra a esa izquierda malvada, que no imbécil, para la cual la libertad es el peor don que nos dieron los cielos. ¿Para qué la libertad? 5 de abril. Es el mejor día de Zapatero desde que ganó sus primeras elecciones, victoria descansada sobre un inmenso atentado sin esclarecer. No sólo lo ha recibido Barack Obama sino que se han cargado a Federico y a César de la COPE, que ése es el intento, contra toda lógica, contra la cuenta corriente, un contradiós, vamos. Pero la derecha imbécil no ha leído a Hegel ni a Marx y por tanto, no sabe que la dialéctica, esa obra maestra del todo vale al final, consigue que las cosas, mutatis mutandis, se conviertan en su contrario. Hoy hay alguien que ha ganado las elecciones. Averigüen quién. A la Iglesia no le gustan los milagros. Por eso los abogados del diablo han hecho su trabajo.

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