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Pedro de Tena

Corazones 'encogíos'

Tenemos el corazón encogío por otras cosas, ya no irremediables, sino causadas por el desvarío, ese ciclón lógico e ideológico, el ajeno y el propio.

Sí, es cierto, hay corazones partíos, pero antes se encogen, que es una manera de defenderse de las emociones, sobre todo de las que fluyen con el dolor. Esta semana el corazón del Sur, de ese gran Sur de España que va desde Extremadura a Murcia pasando por Castilla-La Mancha y Andalucía hasta llegar a Ceuta y Melilla, que no se olvidan, se ha encogío con el vendaval, la gota fría o como se llame. Muertos, destrozos, enseres de la gente sencilla –hay libros enteros explicando cómo en las ciudades las zonas menos peligrosas para riadas y avenidas suelen estar en manos de la gente rica–, hogares a la deriva, pena, penita, pena, pero azarosa, tremenda pero contingente, brutal pero accidental. Aunque, además, tenemos el corazón encogío por otras cosas, ya no irremediables, sino causadas por el desvarío, ese ciclón lógico e ideológico, el ajeno y el propio. 

Cataluña, otro temporal, huracán, ya veremos, que nos ha tenido siglos con el corazón encogío a los de este Sur, qué buen vasallo, de la España entera. Primero, el corazón se disminuía y encerraba en sí mismo por la pena del proteccionismo, una pena impuesta por los gobiernos nacionales a los españoles de la España agraria en defensa de la industria del Norte, la catalana y la vasca. Pagamos precios más caros por productos que la competencia internacional ofrecía más baratos para ayudar a la industria nacional en manos de nacionalistas que traicionaron entonces y siguen traicionando a España, con democracia o sin ella. Se hicieron ricos con sus chantajes, incluso a Franco, y luego, tuvimos que encoger el corazón de nuevo para ir a ganarnos la vida a aquellos oasis logrados con nuestros desiertos. En una sevillana se canta que iban para el Norte "con el corazón encogío/ una copla en la garganta/ como el que va pal Rocío". Familias enteras descoyuntadas, miseria... Más de dos millones de españoles del gran Sur se rompieron el corazón para disponer de una oportunidad que no tenían. Y lo consiguieron, y fecundaron Cataluña. Y ahora van los señoritos del nacionalismo y dicen que todos los frutos son suyos, desde la lengua materna al futuro, pasando por la bolsa.

Pero el más peligroso, el más temible, el más cruel de todos es el temporal interior, ese que nos ha dejado encogío el corazón a millones de españoles, del gran Sur y del resto de la nación. Es la borrasca íntima que con su viento se llevó la dignidad de millones de ciudadanos que han preferido la seguridad y han renunciado a la libertad. Con un cacho de subsidio, un trozo de pensión, un pedazo de subvención o unos euretes de compasión social, hemos terminado aceptando que inventen ellos, que fabriquen otros, que trabajen los tontos y que emprendan e inviertan los lelos (explotadores cuando crezcan)... Nosotros, a la pantalla grande con el fútbol cotidiano, jamás tanto en la historia como ahora, la cerveza, la tapita y el horizonte cerrado mientras nos vanagloriamos de nuestro "color especial...".

Y además, ¿cómo no voy a tener el corazón encogío cuando se ha visto con claridad el asqueroso fraude de los ERE y las ayudas a empresas y se ha consentido que esta izquierda eterna que padece Andalucía, por preferir creer a comprobar, haya convertido en esperpento y broma macabra a toda una Comisión parlamentaria de investigación?

¿Cómo dejar que el corazón se cure de este encogimiento? Lean la receta de Cervantes: "La baja fortuna jamás se enmendó con la ociosidad ni con la pereza; en los ánimos encogidos nunca tuvo lugar la buena dicha; nosotros mismos nos fabricamos nuestra ventura, y no hay alma que no sea capaz de levantarse a su asiento; los cobardes, aunque nazcan ricos, siempre son pobres, como los avaros mendigos. Esto os digo, ¡oh amigos míos!, para moveros e incitaros a que mejoréis vuestra suerte...". A mí me ha mejorado. 

En España

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