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Pedro de Tena

Déjame que te cuente, limeño

Si, en algún momento, se jodió el Perú, nunca antes va a estar tan jodido como ahora.

Si, en algún momento, se jodió el Perú, nunca antes va a estar tan jodido como ahora.
Pedro Castillo toma posesión como presidente de Perú. | EFE

"No me falte al respeto, no soy cualquier cosa, soy el acusado", se indignaba Mario Moreno "Cantinflas" en una de sus grandes películas, Ahí está el detalle, del director Juan Bustillo Oro, realizada en 1940. Pues sí, los acusados tienen, tenemos, que exigir respeto. Los españoles, porque se trata de España, tenemos que reclamar y reclamarnos respeto. Lo ocurrido en la toma de posesión del histriónico nuevo presidente de Perú, Pedro Castillo, señalado por numerosas irregularidades electorales y definido por su nombramiento del senderista "luminoso" Guido Bellido como presidente del Consejo de Ministros, no puede aguantarse. Ni los españoles ni nuestro gobierno, por miserable que sea, podemos seguir soportando esta ignominia.

Yo no sé lo que hacía allí el Rey de España, Felipe VI, si es que algún servicio de inteligencia le había informado de que el acto se iba a transformar en un agravio con pocos precedentes al reino de España y a la nación española. Tampoco sé por qué siguió allí sentado cuando la marioneta de los peligrosos comunistas peruanos, que ya han demostrado su inclinación al asesinato y a la dictadura, empezó a envenenar la historia con sus más que estudiadas palabras dedicadas a los "felipillos", a "Castilla" y a la monarquía española. Nunca antes me había sentido tan humillado personalmente ni había sentido tan hondo la estafa intelectual y política de un señor - así le llamo por respeto a los demás peruanos -, que parece no saber que la independencia de Perú data de hace casi exactamente 200 años y que quien la proclamó fue un general del ejército español nacido en Argentina que combatió a Napoleón en Bailén.

Aunque toda la sarta de insensateces, la ristra de mentiras, la hilada de deformaciones, cuando no invenciones, históricas, o todo el rosario de maldades atribuidas al reino de España y a su virreinato de Perú fueran reales, ¿cómo pueden quienes han tenido 200 años para reorientar el rumbo de un país atreverse a seguir diciendo que todas las penurias que puedan padecer los peruanos hasta ahora y a partir de ahora se debe a quienes hace 200 años que no mandamos nada ni pintamos nada en el Perú? Si, en algún momento, se jodió el Perú, nunca antes va a estar tan jodido como ahora. "¿Todavía lo preguntas, imbécil? El Perú es el país que se jode cada día", escribió Vargas Llosa en 2005, pero no sabía que la jodienda iba ser de tamaño XXL´, de grueso alucinatorio, y Dios quiera que no definitiva y sin capacidad de reversión.

Déjame que te cuente, limeño, y que te lo cuente yo, que nunca estuve en Lima, ni en Cuzco, ni en ninguna otra parte del Perú, que eso del paraíso originario indigenista como ese sucedáneo del paraíso comunista, no son más que descomposiciones imaginarias de los hechos sin más fundamento que el deseo de mandar sobre los peruanos y sobre todos los hombres, si pudieran. Si hay limeños que aún creen que el encuentro con los españoles de hace cinco siglos fue un mal para todos los que componían aquellos reinos incaicos, que esperen a sufrir el conquistazo de esta ralea dictatorial, criminal y sin escrúpulos que les va a quitar la libertad, la bolsa, el respeto y la vida. Miren a Cuba, que da signos esperanzadores de despertar. Posen los ojos en Venezuela, en Bolivia, en Nicaragua y comprendan la infame estrategia de dominación que el comunismo que no cesa ha trazado para todo el Sur de América.

En fin. Espero, quiero hacerlo aunque sin demasiada esperanza, que la nación española esté a la altura de la democracia, la propia y la peruana, que se dé a respetar con la verdad y que dentro de un tiempo no muy lejano podamos cantar juntos con Chabuca Granda, la flor blanca de la canela, que en realidad fue negra y de muy fina estampa, que:

Cuando ya se me olvide, habré olvidado
viviré adormecida, liberada
no ansiaré la respuesta
pues no habré preguntado,
no habré de perdonar
ni habré ofendido.

Cómo no, esto, limeño, puede ser una larga noche, pero

Zamacueca, zamacueca
Es sólo una larga noche

La noche debiera ser
larga aurora perfumada, diáfana
y azulada, una sábana bordada
de rumores y de amores
O estrella de la mañana
Invasora desvelada
de mi ventana cerrada.

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