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Pedro de Tena

El maná y la política

El caciquismo es más sencillo y rentable para los políticos y para quienes en el pueblo no han tenido o querido siquiera una oportunidad de apreciar qué es ser libre. Si el PP no resiste esta tentación, la democracia española habrá muerto.

Desde el siglo XVIII, se ha confundido a la política con una suerte de "maná" que cae de arriba y que nos resuelve la vida. Era el llanto del pueblo el origen del portento: "Ya que no sabemos cómo alimentarnos, hazlo tú, por nosotros, Yavé". Y lo hizo y aquellos hechos –o lo que fueran–, han condicionado nuestra percepción de la política. Tras el pan y circo, finalmente aceptó que el paraíso antes de morir era necesario para vivir y que la política era la única actividad humana que podría traer el cielo a la tierra. Fue la época de la revolución, que heredó el planteamiento paternalista de la caridad católica. Al pueblo hay que darle para que siga siendo fiel. Si no es así, podría pasar de ser pueblo a ser ciudadanos libres y, claro, tal grupo sería incontrolable. El PSOE lo aprendió con aprovechamiento. 

Tras esta larga peregrinación histórica, en España ha cristalizado mucho más el pueblo que espera de un Yavé el maná cotidiano que le permita subsistir, aun cuando sacrifique para ello su independencia y dignidad, que el grupo de hombres que espera de sí mismo, tiene fe en sí mismo y cree en sí mismo. En Andalucía, ni hablamos. Cuando en una comunidad, casi el 80 por ciento de los universitarios quiere ser funcionario, no hay la más mínima reflexión sobre cómo crear riqueza sino una obsesión por el derecho a gastar la que hay. Y es por esto por lo que los políticos en España, y más aún en Andalucía, han podido constituirse en casta privilegiada: son los administradores-dueños del maná necesario para la subsistencia irresponsable. 

Viene esto a cuento de las próximas elecciones generales y andaluzas. El PP está a punto de la apoteosis. Lo visto en Málaga impresiona: es la luz del poder. Es posible que termine con posibilidades de mandar y mucho dado el fracaso moral y económico del PSOE. Pero tiene una misión histórica: devolver la dignidad del ciudadano a un pueblo que lo ha esperado todo siempre "de arriba", fuese Yavé, el emperador, el párroco o el partido. Se trata de que comprendamos que somos los ciudadanos quienes hacemos nuestra historia y la política estudiando, inventando, produciendo, comerciando, creando riqueza, participando, reflexionando, disfrutando los derechos y cumpliendo los deberes, criticando, votando y amando. Y se trata de que el único partido que queda ya en el que podemos depositar nuestra escasa esperanza, el PP, haga lo que tiene que hacer: poner las condiciones para permitir crecer hasta la mayoría de edad a unos españoles que persisten en la inmadurez y en el temor a la libertad. Esto es, reducir del poder de la política y acrecentar el poder y la libertad de la sociedad.

No va a ser fácil. El caciquismo es más sencillo y rentable para los políticos y para quienes en el pueblo no han tenido o querido siquiera una oportunidad de apreciar qué es ser libre. Si el PP no resiste esta tentación, todo dará igual ya. La democracia española habrá muerto.

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