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Pedro de Tena

El perfume de la sospecha

Alaya ha quedado fuera de la instrucción del caso de su vida, gracias a una componenda en ciernes para contentar a tirios y troyanos.

La sospecha no hace sino crecer en el caso ERE y las demás macrocausas. La juez Alaya, se recordará, optó a un puesto al que legítimamente tenía derecho en la Audiencia Provincial en la convicción de que, como en otros muchos casos ha ocurrido, podría seguir con los sumarios que estaba instruyendo hasta culminarlos. Ese fue el principio del fin de su intervención en los macrocasos, especialmente el caso ERE, el caso del fraude en los cursos de formación y el caso de los avales arbitrarios de la Junta a empresas amigas. Todo hacía presagiar que sería el juez ayudante de Alaya, Álvaro Martín, perteneciente a la Asociación Profesional de la Magistratura como ella, quien "heredaría" el Juzgado de los macrocasos. De hecho, ya era el juez de apoyo de la magistrada Alaya en tales asuntos, ocupándose de los sumarios ordinarios para que la titular se dedicara de lleno a los supersumarios. Todo parecía natural y normal, pero en esto, apareció inesperadamente y sin que se sepa todavía por qué la juez María Ángeles Núñez Bolaños.

Fue inesperado porque su candidatura a la titularidad del juzgado de instrucción nº 6 de Sevilla no se presentó hasta el último momento. Fue inesperado porque era una juez de familia que nunca había manifestado interés alguno por un juzgado penal. De hecho, no aparece en su trayectoria "ponencia ni preocupación por otros ámbitos judiciales. Sin embargo, solicitó el puesto de la juez Alaya en un juzgado de instrucción penal para el que carecía de experiencia, contando sólo con la antigüedad en el escalafón", como subrayó Luis Escribano, editor de El Demócrata Liberal.

Es más, ni siquiera es conocido todavía si la juez Bolaños optó a otros juzgados a los que podía haber aspirado. Tras ingresar en la carrera judicial hace 21 años, siempre estuvo en Juzgados de Primera Instancia e Instrucción: Ayamonte, Carmona y Jaén y el Juzgado de lo Contencioso-Administrativo de Huelva. En marzo de 2004 pasó a un Juzgado de Primera Instancia (Familia), no solicitando nunca jamás un juzgado de instrucción hasta el momento en que la juez Alaya pidió su plaza en la Audiencia. Jueces de dicha Audiencia confesaron a Libertad Digital su perplejidad por la situación oliéndose ya desde lejos un perfume con aroma de sospecha. En el año 2012, pudo haber optado a los juzgados de instrucción número 8 y número 13 de Sevilla. pero, ¿lo hizo? Si lo hizo, no lo consiguió. Más aún, ¿solicitó la juez Bolaños otros juzgados de instrucción en la misma convocatoria, por ejemplo el número 17? ¿O sólo pidió el juzgado de la juez Alaya y por qué? Nadie lo ha dicho todavía, pero lo consiguió.

La segunda andanada del perfume de la sospecha procede de su matrimonio con el psiquiatra forense Julio Guija, divorciado, que fue aupado por la Junta a los cargos que ahora ocupa, ascensos de los que se ocupó en su momento Libertad Digital y allí pueden repasarse los hechos.

La tercera fragancia anómala procedía de la amistad del matrimonio Guija-Núñez Bolaños con el que fuera en su día fiscal en Sevilla y hoy es consejero de Justicia e Interior de la Junta de Andalucía, Emilio de Llera, alguien al que la juez Alaya llamó, en su informe al Supremo, "notorio detractor" de su instrucción. Fue uno de los argumentos que esgrimió la orginaria titular del juzgado de las macrocausas para pedir al Supremo que no fuera la juez Núñez Bolaños la que instruyera.

Luego nos ahumó el sahumerio procedente del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, presidido por Lorenzo del Río, un presidente que aceptó que la Junta de Andalucía le haya estado pagando el alquiler de un piso en Granada sin luz y sin taquígrafos. O sea.

Después vinieron los mimbres de lo que ya se veía venir como una instrucción de las macrocausas, digamos distinta y distante de la desarrollada por la juez Alaya. Recuérdese que la primera decisión de la nueva titular del juzgado número 6 fue anular un auto de su antecesora. Luego troceó el caso ERE, algo a lo que se oponía la juez y así sucesivamente hasta que Alaya recomendó al Tribunal Supremo que no instruyera más sus macrocasos. Pero he aquí que todo fue presentado ante la opinión pública, sobre todo desde los medios "amigos" de la Junta como un insulto de la juez Alaya a la legítima titular o, como segunda opción, como una pelea barriobajera de togadas.

Finalmente, llegaron los inciensos repulsivos procedentes de los ilustres imputados que habían querido ascender, vía fuero, al Tribunal Supremo creyendo que encontrarían comprensión y auxilio. Pero, vaya por Dios, el juez Barreiro hizo suyas las tesis de Alaya sobre la pirámide de la responsabilidad de lo ocurrido en las altas instancias de la Junta y se vio como última oportunidad de salvación la vuelta al juzgado de instrucción número 6 si en él ya no estaba la pérfida Alaya. Y así ha sido. Nada más conocerse la llegada de la juez Bolaños a los sumarios que acusan a la Junta de Andalucía de haber urdido los entramados escandalosos, los Chaves, Griññán, Zarrías, Viera y decenas de altos cargos, desde ex consejeros, viceconsejeros, directores generales, delegados de la Junta y un largo etcétera de personajes e intrusos, han visto el cielo abierto y han puesto rumbo al sur. Un ejemplo de los cambios: la juez Alaya nunca quiso conceder árnica económica al ex director general Francisco Javier Guerrero, que lleva años diciendo que está arruinado. La nueva juez ya le ha concedido casi 18.000 euros. Para colmo, se ha sabido que se ha fugado, justamente ahora, el cerebro financiero de Vitalia, la principal intermediaria de los ERE que había acusado al PSOE de estar en todas las salsas.

¿El resultado? Se ha proyectado la película de la incompatibilidad visceral. Según el guión, ambas juezas no podían seguir juntas en el mismo juzgado, opción largamente deseada por una Junta de Andalucía que veía venir un otoño hirviente de interrogatorios y declaraciones de socialistas de pro y alcurnia en plena campaña de las elecciones generales, que ya veremos si ahora se producen. Al final ha ocurrido lo que se sospechaba. Alaya ha quedado fuera de la instrucción de los casos de su vida, quizás los casos de corrupción más importantes de la historia de la democracia, gracias a una componenda en ciernes para contentar a tirios y troyanos. Que Álvaro Martín, el juez de apoyo cuando Mercedes Alaya era la titular, sea el único apoyo ahora de la juez Bolaños, que de instrucción penal sabe mucho menos que los fiscales. En los mentideros de los juzgados sevillanos, son éstos los que realmente llevan el caso regidos por una Fiscal Jefe que no oculta simpatías políticas.

Claro que aún puede argumentarse la presencia de un tráfico extraordinario de coincidencias en vez de por una conspiración. Libertad de opinión hay.

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