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Pedro de Tena

El PP tiene un problema

El PP tiene un problema: ombligados hasta el ridículo, no se atreven a ser lo que son y lo que deben ser.

El PP tiene un problema. Se dirá que tiene muchos. Bueno, sí, pero sobre todo uno: su incapacidad manifiesta para ilusionar políticamente a la sociedad española. Ni siquiera lo consiguió Aznar que, puestos a comparar, simbolizaba un cambio de calado en la política nacional en aquellos tremendos años de 1993 a 1996. Tras la que había caído de manera extensa sobre la conciencia nacional desde 1989, estallido del caso Guerra, el PP sólo ganó por unos pocos miles de votos. Tengo la convicción de que el PP, que tiene a su favor el viento de la historia, el viento de los valores y el huracán de las circunstancias, sufre de faringitis ideológica o de estreñimiento político. No puede decir lo que debe decirse. Quiero pensar que es por enfermedad porque otra cosa sería pecado.

No se trata de abemolar la voz, que eso ya lo hacen otros con singular eficacia. Se trata de decir lo que hay que decir y que debe decirse con el calor de la pasión. No hace falta que sea tanta como la de aquel predicador cristiano que oró ante el mar y lo evaporó. Se trata, sencillamente, de que el PP, por una vez, explique pedagógica y claramente por qué lo que defiende debe ser votado por la mayoría de los ciudadanos españoles.

El viento de la historia, que fue un ciclón en 1989 y ahora apenas es ya un vendaval, le ha hecho depositario de una verdad incuestionable: que el socialismo real, el practicado en los antiguos países comunistas, fue una orgía de pobreza, injusticias, dictadura y crímenes del que aún no ha pedido perdón ninguno de los que dicen creer aún en esas ideas. Ni siquiera Anguita, el mejor de entre ellos, ha sido capaz de explicar cómo de unas ideas tan "científicas" pudo salir tamaña desgracia para de millones de personas. Siendo como es el socialismo socialdemócrata, la revisión mal ordenada de aquel proyecto, todos los que defienden la libertad, con mayor o menor intensidad política, tienen discurso, un gran discurso que ofrecer a los ciudadanos. Por ejemplo: libertad para fundar empresas, para crear medios de comunicación sin otra limitación que su audiencia, para circular por internet, para elegir colegio, para elegir médico, para elegir destino de los impuestos cada vez más amplia que incluya también a los fondos destinados a sindicatos y empresarios, etc. ¿Por qué la libertad no es un discurso del PP? ¿Tal vez porque cree que la seguridad, discurso socialista, es más amable?

El viento de los valores, ya un vendaval considerable, haría posible una oratoria brillante contra el relativismo de la progresía. La izquierda española, que sigue siendo tan obtusa como la que criticó Menéndez Pidal, ha dejado en manos del centro derecha español algunos balones en el punto de penalti y sin portero. Por ejemplo, la idea de España como nación. Parece mentira que Rosa Díez –que le quita votos al PP, no al PSOE, ojo–, le esté minando ese terreno. La España plural de Aznar está deviniendo en un lío multirregional. Del plan hidrológico nacional se pasa a las excepciones injustificadas y de la España autoabastecida de energía, entre nuclear y otras renovables, se pasa a no se sabe qué mientras compramos en Francia energía de sus centrales nucleares. Se pasa de la lengua española como referente nacional, como lo es el francés para los franceses o el italiano para italianos, a una componenda insufrible y de una reforma de la economía a un suma y sigue porque no me atrevo.

Pero es que, además, y consecuentemente, la izquierda ha dejado en manos de la derecha no sólo la tradición, cosa que asombraba a Pidal por ininteligible, sino además el gran valor secular de la izquierda, la justicia, entendida como dar a cada uno lo suyo. Y además, le ha puesto en bandeja el de la solidaridad, el valor que supera a la justicia. Ahí está el Estatuto de Cataluña para recordarnos que hay españoles que son más que otros, ni siquiera igualdad ante la ley como en el caso de hombres y feministas, que reciben más que otros y que mandan más que otros. Pero el PP no reacciona, no habla.

Y finalmente el viento de las circunstancias, un tornado colosal que ha sobrevenido sobre la economía nacional, sobre la confianza en las instituciones, sobre el empleo, sobre el ahorro, sobre la salud de las empresas y de los municipios, muy especialmente sobre las cansadas espaldas de los trabajadores asalariados, autónomos y las pequeñas empresas abandonadas por las burocracias "mayoritarias" que dicen representarlos. Y en medio de esa vorágine pocos comprenden qué defiende el PP, qué quiere el PP, qué va a hacer el PP.

Llegó Zapatero y en un pispás nos sacó de la guerra de Irak y nos metió en la "paz" de Afganistán, se cargó el Plan Hidrológico, la Ley de Educación, el plan de austeridad, impuso Educación para la Ciudanía, desigualó a hombres y mujeres ante la violencia familiar por ser más feminista que Bibiana, permitió el matrimonio homosexual, intensificó el aborto libre y gratuito y muchas cosas más. Coño, mal que nos cueste admitirlo, ha gobernado. Mal, si se quiere, pero ha tratado de cumplir su programa.

Pero, ¿y el PP? ¿Volverá a reintroducir el Plan Hidrológico Nacional y su vieja Ley de Educación? ¿Hará que la lengua española sea en efecto la principal, por su eficacia, lengua nacional? ¿Reducirá las potestades autonómicas tras decir algo más que generalidades ante el estatuto catalán? ¿Tocará el privilegio vasco? ¿Defenderá la libertad en los medios de comunicación e Internet? Paremos aquí.

¿Qué pasa? ¿Cómo es que de la boca del PP no salen palabras de entusiasmo para que millones de ciudadanos quieran votarle votando un cambio profundo de la sociedad española hacia la libertad y la solidaridad, contra el dirigismo y la disgregación? Los ciudadanos de carne y hueso, los 4,5 millones de parados con cara y ojos, los millones de estudiantes que se sienten perdiendo el tiempo y prefieren ser funcionarios a empresarios, los millones de ciudadanos que no pueden educar a sus hijos en la lengua materna, los que están, estamos asfixiados por impuestos, los que hemos comprobado cuál es el destino de gobiernos de 30 años de PSOE como en Andalucía, Extremadura y Castilla la Mancha, necesitamos una ilusión política para apoyar un cambio.

Dicen que la fe es creer lo que no vemos. Un cura pacense que murió hace tiempo, el bueno de Barrantes, decía que fe es "crear lo que vimos". Además de conservar lo que funciona bien.

El PP tiene un problema: ombligados hasta el ridículo, no se atreven a ser lo que son y lo que deben ser. La fiesta electoral democrática no es como aquellas viejas abacias, fiestas en honor de Baco que menciona Cicerón, en las que estaba prohibido hablar. Aquí hay que hablar alto y claro sobre lo uno quiere hacer si logra nuestro voto. Si no...

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