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Pedro de Tena

El PPsimismo

O el PP aclara quién es y cuál es su sí mismo o terminará siendo un partido bisagra al estilo de Ciudadanos.

O el PP aclara quién es y cuál es su sí mismo o terminará siendo un partido bisagra al estilo de Ciudadanos.
El presidente de la Xunta de Galicia y candidato a la presidencia del PP, Alberto Núñez Feijóo. | Europa Press

Sobrecogido todavía por la muerte de Javier Imbroda, que no era del PP sino del confuso naufragio que Ciudadanos exhibe en Andalucía, hoy toca escribir del Partido Popular, no sólo por cuestión de oportunidad sino por razones de emergencia. Muchos hemos estado atentos al espectáculo coreografiado a la mayor gloria de un Feijóo que, no se engañen, llevaba largo tiempo deseando ser lo que es desde ayer y serlo cómo lo ha sido, llevado en andas como un salvador en la Semana Santa de Sevilla. Costaleros no le han faltado porque el tinglado de los sueldos y puestos estaba en peligro. En caída libre, especificaba ayer Jaime Ignacio del Burgo, que algo sabe de PP.

Pero, si nos dejamos de "guapo, guapo, guapo" y de tambores y trompetas, lo que cada vez está más claro es que el PP tiene un problema con sí mismo. Además de los detalles hilarantes, eso de que Isabel Díaz Ayuso besara a Pablo Casado "el sincero", o viceversa, después de todo lo que hemos visto y oído, o de que nada se haya dicho sobre la extirpación de la caricatura de quien ganó las primarias a Soraya Sáenz de Santamaría hace bien poco tiempo, es evidente que el PP ha ganado tiempo. Pero ni refundación ni reseteo ni gaitas gallegas. Ignacio Camacho, que no es sospechoso de nada, lo subrayó ayer con claridad meridiana: "Ha faltado un proyecto de regeneración institucional y política, un pensamiento estratégico en el que basar la alternativa al desgobierno sanchista".

Entonces, ¿qué pasó este fin de semana? A pesar de las referencias a José María Aznar, quién ganó, además por goleada, fue el tándem Mariano Rajoy-Soraya Sáenz de Santamaría. En las famosas y esperanzadoras primarias, que ganó y luego dilapidó el lamentable Casado, Feijóo trató de no inclinarse por nadie pero acaba de nombrar a dos "ex sorayos", Gamarra y Bendodo, como números 2 y 3 de su equipo y poco a poco se verá si el estilo Rajoy conseguirá que todo haya cambiado para que todo siga igual.

Hagamos un breve test. Dijo Feijóo tener "hambre de cambio". Lo mismo que dijeron los Juanmas, Moreno y Marín, en Andalucía gracias a Vox y ya ven. Salvo una modesta bajada de impuestos, las consecuencias de un régimen de 37 años de dominio socialista siguen en pie. Vale. Cambio ¿de qué y para qué?

¿Qué va a hacer con la educación, con la muerte de la filosofía, con la ideología de género y sus secuelas, con la presencia y poder de los herederos de ETA en las instituciones, con la ley de memoria histórica, con el golpismo nacionalista, con la enseñanza del castellano (que en Galicia, ojo, no existe ni en los carteles desde los tiempos de Fraga), con los ataques a la nación española, con el papel de los padres en la educación de los hijos, con los ataques a la Constitución, con la legitimidad de quienes se oponen a un aborto adolescente al margen de los padres, con el crecimiento desmesurado del Estado, con la independencia del poder judicial, con la omnipresencia de los partidos políticos, con la necesaria pluralidad de los medios de comunicación, con la inmigración instrumentada como presión por países vecinos, con el Sáhara, con la defensa nacional, con la expansión interesada de la leyenda negra, con la lucha contra la corrupción propia y ajena, con la necesaria reivindicación de la verdad en la política y la sociedad, con los restos de la economía que va a dejar Pedro Sánchez, con la deuda, con el déficit, con las pensiones, con Vox…? En fin. Hasta desordenado tiene estatura.

Ante el silencio atronador del PP sobre las cuestiones esenciales que afectan al futuro de la convivencia nacional, yo prefiero ir este jueves que viene a escuchar al mejor PP que ha habido en la historia de este partido, por su valentía, ejemplaridad ética y capacidad de análisis, que es ese resto del PP vasco que sigue vivo gracias a Jaime Mayor Oreja y María San Gil, ahora desde la Fundación Neos. Ellos tienen muy claro que el socialcomunismo separatista gobernante seguirá imponiendo sistemáticamente sus hechos consumados para eliminar a la oposición a menos que en la sociedad española se alce un poder cultural, moral y político que les obligue a aceptar que no hay otro camino de futuro que el trazado por la Transición democrática.

Como no hay mucho tiempo –fíjense en la cantidad de embestidas a la democracia que ha hecho Pedro Sánchez con sólo 120 diputados– o el PP aclara quién es y cuál es su sí mismo o terminará siendo un partido bisagra al estilo de Ciudadanos, que, como se ha visto, mucho futuro no tiene. Sí, como tantos ya, soy PPsimista.

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