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Pedro de Tena

La España del rebuzno y la pelota

Tantos rebuznos no les permiten comprender que la pluralidad política y social de la nación exige un marco aceptable donde la tolerancia sea posible.

Refiere Cervantes la aventura de sus más famosos protagonistas en el caso del rebuzno, primero como modo de encontrar la respuesta de un asno perdido y luego como competencia desatada entre ciudadanos por ser capaces de imitar con más excelencia el roznido del jumento. Parece que el lance se repite en nuestros días donde hay quienes concursan para comprobar quién en es el mejor rebuznador del reino. Fíjense en el articulado por la eminente Adriana Lastra en su reciente visita a Andalucía donde afirmó que ahora los andaluces están gobernados por unos "bárbaros". De tal mente, no sólo pequeña sino hemipléjica, cabe colegir que todo lo que no sea socialismo (y ahora junto a neocomunismo y separatismo, claro) es barbarie. No es nuevo, por cierto, aunque que los hechos del socialismo real, lo acontecido en nuestra II República y en la Guerra Civil y muy luego la caída del muro de Berlín ridiculizó tal encubrimiento hasta el extremo de que la Unión Europea en 2019 declaró ideologías non gratas a dos derivadas del socialismo, el nazismo, nacional-socialismo, y el comunismo. Pero a Lastra le da igual porque la historia real y la verdad le importan un comino. Como la gobernabilidad de España a otra ilustre del rebuzno separatista.

La competición entre rebuznadores está siendo memorable. Adviértase el magistral motete rucio proferido por Comisiones Obreras contra la presencia de Santiago Abascal en la televisión pública del mismo modo que PSOE o PP o Podemos. No importa que Vox tenga más escaños que Podemos. Añadan a esta democrática burrada el aria pollina de la racista de Vich tratado de describir las diferencias físicas entre catalanes fetén y los residentes degenerados. Estamos a un paso de volver a rebuznar con los cráneos y el RH en el trance. O el asnal argumento ad hominem, vale, ad feminam, de la alcurnia graznado por el mentiroso Ábalos contra Cayetana Álvarez de Toledo. O los arrebatos borriqueros de una directora general sobre el ano y su papel en la identidad masculina. Tampoco se olvide el silencio – que es un clamor -, de algunos eminentes onagros sobre la paliza a Guaidó en Venezuela o sobre los 40 bultos, matarile, rile, rón, sin llaves encontradas del avió de Miss Delcy, Javier Somalo muy bien dixit.

Podría hacerse una antología exhaustiva de rebuznos que parecen haber desatado una olimpiada nacional sobre sus mejores intérpretes. Estos roznidos de la izquierda desquiciada se resumen en dos: España es suya y la media España que se les resiste, es moralmente inferior y, además, es fascista, nazi, extrema derechista y antidemocrática. Vamos, que los burros son los otros y que la concordia nacional es una burrada que hay que liquidar.

Tantos rebuznos no les permiten comprender que la pluralidad política y social de la nación exige un marco aceptable para todos donde la tolerancia reciproca sea posible. Todo menos matarnos, que eso ya lo hemos hecho con minucioso afán y siguió haciendo ETA en plena democracia. ¿O cuántas guerras civiles necesitan algunos para comprender esta sencilla verdad política? ¿O es que se trata de planear una nueva contienda civil que puedan ganar de una vez sin reacción alguna? El problema del burro es que rebuzna, pero no puede aprender. Que hay otros, que estos otros tienen derecho a existir y que todos somos españoles fue el espíritu de la transición que algunos parecen querer cocear hasta la muerte.

Hasta 2004, el juego lo jugábamos todos, pero desde entonces, hay rebuznadores profesionales que empezaron a negar el derecho de los otros a jugar. Pues recuérdese el dicho: O jugamos todos o pinchamos la pelota. Yo, personalmente, estoy hasta las criadillas de los rebuznos y me siento cada vez más indignado por la desorganización y el silencio intelectual, político, social y civil de los pateados por esta manada borriquera cuyo único afán parece echar del mapa de lo quede de España a quiénes no pensamos como ellos.

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