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Pedro de Tena

La matanza de los hechos con ráfagas de palabras

Para matar los hechos hay que disparar con palabras. Apréndase. Resístase.

Cuando Miguel Hernández, un día de febrero de 1939, volvía del frente, donde luchaba en el Batallón del Talento, Primera Brigada Móvil de Choque, 11ª División adscrita al Quinto Regimiento, se le ocurrió ir al palacio de los marqueses Heredia-Spínola. Allí, en la calle Marqués del Duero, 7 se había instalado la sede de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, dirigida por los comunistas y alimentada por ingenuos compañeros de viaje que iban desde María Zambrano a Octavio Paz.

Allí era donde iba el poeta de Orihuela a recoger su correspondencia. Cuando vio el clima de lujo, comida (Alberti cuenta que se disfrazaban con trajes nobiliarios del ajuar de la mansión, y se supo que él mismo se disfrazaba de domador de circo "quimérico") y festejo que reinaba en ese cortijo urbano de la retaguardia dijo aquello tan conocido de "Aquí hay mucha puta y mucho hijo de puta", y lo escribió en una pizarra. María Teresa León le dio una bofetada que, según algunos, lo tiró al suelo, porque, dijo luego, había insultado a las mujeres.

¿Por qué le dio la bofetada? En mi opinión, porque Hernández no se plegó a la corrupción del lenguaje, corrupción absolutamente necesaria para que los hechos reales sean ignorados y la realidad toda pueda ser negada y rebautizada por la propaganda. Aquel poeta alicantino no podía comprender que la verdad horrible de una guerra fuera vivida de manera inicua por quienes disfrutaban durante la tragedia. Al contrario, el 16 de enero de 1937, Hernández escribió su indignación ante el comportamiento de sus amigos de la Alianza:

Cuando depende de España entera que las vidas derramadas, que se están derramando y que se van a derramar no sean siembra en páramo baldío, veo, siento con pesadumbre y cólera ciudades de retaguardia ajenas, ajenas por completo, a pesar de sus aparatos de carteles y sus carteleros de propaganda, a la terrible verdad que nos circunda. Dentro de ellas apenas hay otras cosas que no sean carne de carnaval, fingimiento de problemas importantes, burocracia, problemillas, torpezas y mezquindades que hacen apretar los dientes y el alma.

Esta última semana, en pleno sufrimiento nacional por la pandemia, hemos vivido de una forma especialmente intensa cómo es de cruenta la guerra de las palabras y cómo la atiza este Gobierno social-comunista, unido a sus otros socios separatistas, que igualmente le siguen en la tarea. El caso más notorio es que el hijo de un terrorista se encabrite por que alguien le diga que es el hijo de un terrorista. También hemos tenido que escuchar que ha sido el PP de Madrid el que ha causado la gravedad de la pandemia, como antes escuchamos que era Isabel Ayuso la responsable de los muertos por covid-19 en las residencias de ancianos, que son competencia de Pablo Iglesias.

Sembrar la duda y extender la calumnia, que algo quedará entre los más ignorantes, es una de las tareas fundamentales de esta guerra. Se trata de cubrir las mentiras, errores y yo creo que criminales actuaciones de un Gobierno sectario, y demonizar al Madrid de PP y Cs. Por ahora. Ya que inoportunamente un juzgado ha abierto actuaciones por presuntos delitos del Gobierno Sánchez, es preciso que los hechos no se conozcan, que si no hay más remedio se desvirtúen y que si se puede se renombren. Peor para los hechos.

En ese camino de distorsión, llamar "nuevo derecho social" al ingreso mínimo vital es hasta cachondo en un tipo que hubiera cabreado a Miguel Hernández, antes de ser abofeteado por la proletaria de Galapagar, Irene Montero. En muchas comunidades ya existía, bajo diferentes denominaciones. Habla de democracia y de España, pero en realidad nunca ha sido demócrata (ahora no mola hablar de la dictadura chavista que desea ni mola exponer su idea de la España sin, sin Cataluña, País Vasco ni Galicia).

Por eso, los asesinos de España sólo fueron los franquistas, nadie más, ni siquiera los terroristas de ETA y Terra Lliure, y el nuevo golpismo de España tiene que residir en Vox, porque los separatistas catalanes, apoyados por comunistas y comprendidos por los socialistas, no dieron golpe alguno, como tampoco es golpe el que el Gobierno social-comunista propina cuando asalta los puestos de mando de la fuerza militar y policial.

Para matar los hechos hay que disparar con palabras. Apréndase. Resístase.

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