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Pedro de Tena

La risa floja

La política se parece cada vez más a 'Gran Hermano' o 'Sálvame' o cualquiera de estos espectáculos en los que se miente sin escrúpulos.

Que sí, que la política se parece cada vez más a Gran Hermano o Sálvame o cualquiera de estos espectáculos en los que se miente sin escrúpulos, se airean sin recato las miserias más íntimas, se diseñan suculentos negocios con la vida privada propia o ajena y se exhibe la más escandalosa incongruencia entre lo que se dice y lo que se hace. Y lo que es peor, hay millones de personas a los que les gusta esta bazofia, aunque saben que casi todo es trola y pasta, como en la lucha libre americana.

Está llegando el momento en que ver a un político español e invadirnos la risa floja va a ser todo uno. La risa floja es un tipo de risa incontrolable, compulsiva, constante, contagiosa y radical que estalla en diferentes circunstancias, una de ellas cuando se incurre en el más estúpido ridículo al acusar al adversario de lo que uno mismo ha perpetrado. Otra, cuando las mentiras se cuentan tan mal que da hasta grima. Pero no crean que la risa floja es general. La risa floja es privilegio de quienes tienen una exquisita memoria remota y próxima y de quienes son lo bastante razonables como para estar atentos a los hechos, dejando a un lado toda fe del carbonero o todo fanatismo. Y, desde luego, la risa floja es un atributo de quienes se han cabreado hasta el paroxismo por las mentiras, las barbaridades y las farsas de la política.

Pongamos un ejemplo reciente y permítanme que sea un ejemplo andaluz derivado de lo que cuenta con detalle Teresa López Pavón en El Mundo. En este caso la risa floja se origina gracias al cómico disparate de acusar al oponente de algo que uno lleva haciendo décadas. Verán. Llega Susana Díaz, la que quería ser la "esperanza" española desde Triana y se ha convertido en cómplice del santo entierro nacional, y le espeta a Juan Manuel Moreno que quiere "enladrillar" el cabo de Gata. Es decir, que permite que se construya un hotel con golf en el Cortijo Chiqueras, precisamente el mismo al que el PSOE andaluz concedió la consideración de establecimiento hostelero. Tela. Y luego, por no alargarnos, recuerden lo del hotel Algarrobico, impulsado por el PSOE, que estaba a metros de la orilla del Mediterráneo mientras éste, al menos, está a un kilómetro del mar. Y, por si fuera poco, proyectos parecidos a éste aprobó el PSOE en número de una decena. Pero a la exlideresa se le olvidan sus pecados y claro, su ridículo es tal que promueve la aflojadura de la risa.

Habrán observado que no he querido entrar en la risa floja que produce el esperpento de Pablo Iglesias y los teléfonos móviles retenidos y cocidos. Ni en el numerito, un cero, que Pedro Sánchez ha escrito en la cara de Nadia Calviño. Desde aquello de OTAN de entrada no pero luego sí hasta ahora se han sucedido pompas y cultos, a derecha (acuérdense de Rajoy en el reservado desde el que nos endiñó a Pedro Sánchez) e izquierda (rememoren lo del pisito de Vallecas de los de Galapagar o el doctorado del cum fraude), que la risa floja es lo único que nos va quedando ante tan vulgares y nauseabundos procederes,

Y ahora, a por la III República, operación digna de una obra de Jardiel Poncela que olvida cuán amargas experiencias fueron la I y la II. Lamentablemente, el que podría haber sido considerado el mejor rey de España desde Carlos III, Juan Carlos I, ha metido la mano, la pata y otras cosas donde no debía y le ha hecho una putada a un digno sucesor, Felipe VI, que quiere ser un buen señor, por fin, para los ciudadanos de esta democracia a la que la izquierda comunista quiere enfermar con un coronavirus político.

No, esto no produce risa floja porque esta gente es capaz de todo imponiendo memorias, ideas y costumbres y prohibiendo las que no le gustan. Pero cuando me imagino a Pedro o a Pablo como presidentes de su república con telarañas, a pesar del sentimiento trágico que me invade porque no sé cómo impedir esta locura, comienza a crecer en mí una risa que no sé cómo parar. Y eso que nunca he sido monárquico.

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