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Pedro de Tena

Navajita plateá

¿Qué era falso, señor Navajas? Si había algo falso, es que los periódicos mentían. ¿Cuál de ellos mentía, o lo hacían todos?

No me refiero al grupo jerezano que compuso, entre otras, su famosa “Noches de bohemia y de ilusión,/ yo no me doy a la razón/ tú como te olvidaste de eso./ Busco y no encuentro una explicación,/solo la desilusión/de qué falsos fueron tus besos”. Hay otra navajita plateá que abre en canal la realidad de las personas y sus organizaciones, que deja al descubierto la verdad, que sólo es una.

Por ello, ha resultado patético contemplar a todo un Luis Navajas, granadino por cierto y ya con plata en el pelo, que incluso ha sido interinamente fiscal general del Estado y ahora teniente fiscal. No me referiré a otros comportamientos, como su debilidad por el inocente Baltasar Garzón y su amiga fuerte, la fiscal general Dolores Delgado, ni a su informe paralizador de toda querella contra el Gobierno Sánchez como gestor de la lucha contra una pandemia que se le fue de las manos antes de empezar oficialmente. No.

Me quiero referir a su arrepentimiento público, o a lo mejor no ha sido tal, sino un autodesmentido o el reconocimiento de un error. Recuérdese. El señor Navajas, siendo como es teniente fiscal del Supremo, reaccionó con un vómito profesional y moral ante el hecho evidente de que el fiscal del caso Dina, Ignacio Stampa, mantenía una relación sentimental con la abogada de Podemos que intervenía en el caso. Incluso consideró Navajas que Stampa debió ser apartado del mismo.

Pero a finales de la semana pasada Navajas presentaba un escrito ante su benefactora Dolores Delgado en el que no sólo se retractaba de todo lo dicho, sino que se retrataba con tós sus avíos. Ahora dice que lo que dijo no fue más que la consecuencia de una imprudencia derivada de haberse creído las informaciones periodísticas sobre el señor Stampa, al que pidió disculpas pública y privadamente porque todo era falso. En su retrato, al fondo, aparecen la querella de Vox contra el fiscal Stampa por revelación de secretos, el caso Pablo Iglesias y su posible imputación –ya desaconsejada por la Fiscalía Anticorrupción– y la definitiva jubilación de nuestro, andaluz, navajitas plateá.

A ver. ¿Qué era falso, señor Navajas? Si había algo falso, es que los periódicos mentían. ¿Cuál de ellos mentía, o lo hacían todos? ¿Tenía o no una relación íntima el señor Stampa con la señora Marta Flor? ¿Se había producido en esa relación alguna circulación de secretos, referencias jurídicas o estrategias judiciales de alcance, como parecen dar a entender las afirmaciones de la implicada? ¿Cómo es que todo un fiscal de su envergadura –fiscal general del Estado tres veces, aunque en funciones– admite haberse creído las noticias de la prensa sin mayor investigación y sufre un ataque de vómitos al conocer la relación sentimental, se supone que por su inmoralidad o falta de profesionalidad o alguna otra cosa? ¿Admite que atacó a un compañero sin motivo y que es responsable de actos imprudentes?

Claro que podríamos elaborar otra conjetura Tal vez la cada vez más larga mano de Pablo Iglesias en la Fiscalía haya llegado a su cuello, por la vía de su amiga Dolores Delgado, amiga a su vez de su apreciado Baltasar Garzón, y le hayan hecho olvidar aquellas noches de bohemia y de ilusión en las que la verdad y el Derecho tenían cabida en los corazones juveniles. Tal vez su paloma mensajera le ha entregado el mensaje de que, en vísperas de importantes pronunciamientos sobre la imputación de Iglesias, justo a días de la moción de censura de Vox y en plena reyerta por los puestos de poder en la Justicia, era necesario que se retractara y que se retratara definitivamente.

Lo que antecede, naturalmente, no es más que una hipótesis. Lo que no es ninguna figuración es anticipar que algo parecido, aunque sistemático y represivo, sería lo que sucedería en la Justicia si los secuaces de Pablo Iglesias y Pedro Sánchez culminan la operación de aniquilación de la poca independencia judicial que teníamos.

En cualquier caso, señor Navajas, tanto el de arrepentido como el de cómplice, qué patético final de carrera para un fiscal que tiene plata en el pelo y se ha retratado de cuerpo entero.

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