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Pedro de Tena

Perspectivas primarias: o renovación liberal o más Rajoyismo

Es absolutamente necesaria una segunda vuelta si de lo que se trata es de renovar el PP de arriba abajo

Es absolutamente necesaria una segunda vuelta si de lo que se trata es de renovar el PP de arriba abajo
Soraya Sáenz de Santamaría | EFE

La primera de ellas, a vuela pluma pero importante sin duda, es que de los 58.103 votantes reales que hubo este jueves en las sedes electorales de toda España, 36.590 no han querido que Soraya Sáenz de Santamaría, a la que sólo han apoyado 21.513. Esto es, dos de cada tres votantes prefirieron otros candidatos o, dicho de otro modo, el 63 por ciento de los votantes populares no quiere que Soraya Sáenz dirija el partido. Cierto que ha sido la más votada en estas elecciones, pero de ahí a subrayar que las ha ganado dista un abismo. Si es lícito que una tercera parte aspire a presidir el PP, no puede ser menos lícito que sus dos terceras partes quieran lo mismo y con más mimbres.

La segunda de ellas es que, dados los apoyos que unos y otros han obtenido de personas relevantes en la vida e historia del PP, no cabe duda de que Soraya Sáenz de Santamaría, a la que han apoyado viejas glorias del régimen interno del partido como Javier Arenas, Pedro Arriola y casi todo lo que ha sido el aparato oscuro del PP nacional desde hace años, representa al PP deseado por Mariano Rajoy, con su ausencia de valor para la defensa de las ideas del PP refundado en 1990, el pasteleo político sistemático y la renuncia a la batalla de la comunicación y extensión de una sociedad española abierta.

La tercera es que María Dolores Cospedal se ha comportado en estas elecciones como una señora moral. A pesar de que ha sido secretaria general hasta hace bien poco tiempo, no ha utilizado el aparato del PP como un ariete agresivo contra los demás aspirantes a la victoria. Cierto que no era seguida en Andalucía y otras regiones, pero lo era en otras y ni siquiera en esas se ha comportado deshonestamente.

Contrasta su limpieza de procedimiento con lo ocurrido en Andalucía. Demos tres datos claves. Que en Sevilla capital, la ciudad de la que Juan Ignacio Zoido, cospedaliano, fue alcalde no hace tanto, el único compromisario elegido partidario de Cospedal haya sido Eloy Carmona, del equipo de José Luis Sanz, alcalde de Tomares, da una idea de cómo ha de haber sido la presión. Hasta hace nada, la división del PP sevillano era casi del 50-50. En estas elecciones, Cospedal sólo ha obtenido un compromisario por 18 la exvicepresidenta del gobierno. Es más que raro.

Segundo, que el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, haya tenido que denunciar en público cómo la dirección regional ha influido en favor del sorayismo es de matrícula de honor.

Tercero, que la primera denuncia de presión fuese realizada en Andalucía donde la dirección regional pasó un papel a los trabajadores "de la casa" para que firmaran por Soraya Saénz cuando hacían falta avales, demuestra que algo huele a podrido en el Sur.

La cuarta, que el apoyo andaluz, superior al 50 por ciento de los votantes y provincias, es el apoyo de un aparato construido desde el dedazo rajoyista y el apoyo de un partido que ha sido incapaz de gobernar Andalucía en 36 años. Deshilachado -el íntimo de Arenas en Almería, Juan José Matarí, ha votado por Cospedal, así como Gabriel Amat, presidente provincial-, da una idea de cómo del viejo círculo de poder de Javier Arenas, apenas queda nada, salvo él mismo y su grupo de palmeros y palmeras de Sevilla. De hecho, el aparato andaluz no ha podido impedir que casi el 50 por ciento de los votantes hayan preferido otras opciones diferentes del sorayismo.

La conclusión, desde una perspectiva inicial, es que es absolutamente necesaria una segunda vuelta si de lo que se trata es de renovar el PP de arriba abajo. Dado que Soraya Sáenz se ha retratado como adalid del maniobrerismo clásico de los viejos 'mandaores' del PP y sus 'agradaores' del pragmatismo hacia el poder por el poder y la ignorancia de las bases en la vida del partido, no cabe otra que propiciar una solución que agrade a la mayoría absolutísima del PP nacional que no quiere su liderazgo. Otra opción implicaría, en esta perspectiva primaria, la muerte del PP en el inmediato futuro.

Dicho en román paladino, es totalmente legítimo que Pablo Casado, María Dolores de Cospedal, José Manuel Margallo y los demás, aporten esperanza y opciones a una base electoral, que es mucho más que un partido, a la que los modos y maneras de Rajoy y Soraya han estado a punto de destruir. Eso sí, Soraya Sáenz de Santamaría, podría hacer como Pedro Sánchez en España: gobernar, en su caso, el PP desde el despotismo de su minoría.

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