Menú
Pedro de Tena

Premio al tonto, tonta o tonte de solemnidad de siete capas para Alberto Garzón

Siempre se ha supuesto que la democracia incorpora unos mecanismos de selección que impiden que un tonto puede acceder a puestos de máxima responsabilidad.

Siempre se ha supuesto que la democracia incorpora unos mecanismos de selección que impiden que un tonto puede acceder a puestos de máxima responsabilidad.
Alberto Garzón en su visita a Asturias | EFE

Toda democracia es, en realidad, una cualquiercracia porque, Constitución Española en mano, presidente del gobierno o ministro puede ser cualquiera que concurra a unas elecciones y las gane, ya sea por la vía de partido, por medio de la federación, de una coalición o por el modo de agrupación de electores, lamentablemente un instrumento poco utilizado. Pero siempre se ha supuesto que la democracia incorpora unos mecanismos íntimos de selección que impiden que un tonto, un tonto cualquiera, puede acceder a los puestos de máxima responsabilidad. No es así. La endogamia partidista produce un efecto de elevador de tontos a los más altos puestos de poder.

En lo que llevamos de siglo XXI, ya hemos comprobado que algo falla. Lo del "acontecimiento planetario" Obama-Zapatero de Leire Pajín, ya fue un indicio inquietante. Lo de "la tierra no pertenece a nadie salvo al viento", del propio Zapatero, luego devenido en tonto peligroso, logró resonancia universal. Saltando sobre otras tonterías, a derecha e izquierda, desemboquemos en el ministro de Consumo, Alberto Garzón, mi candidato a recibir el primer premio anual al tonto, tonta o tonte de solemnidad de siete capas, distinción que debemos instituir, para conjurar en lo posible el peligro que supone que un tonto cualquiera mande en cualquier gobierno.

Líbreme Dios de estar profiriendo un insulto. Trato de componer una descripción que, como precisa Pancracio Beltrán en su Inventario, puede ser poco caritativa, pero, en ningún caso, ofensiva por falta de respeto a la verdad. El título del galardón, tonto solemne, o de solemnidad de siete capas, que ya es estar bien apretado de tontería, es recogido por don Benito Pérez Galdós que, en su episodio Memorias de un Cortesano de 1815, ya detectó a un ministro que lo parecía. Ya estaba en la primera parte del Guzmán de Alfarache de 1599, que ya advirtió siete capas en alguna necedad. Cómo no, y para gozo de Agapito Maestre, nuestro don Marcelino Menéndez Pelayo ya anotó la solemnidad del tonto en la Doleria del sueño del mundo, una alegoría española del siglo XVII.

Para obtener este reconocimiento nacional, que proponemos anual para que sea del todo solemne, se precisa haber dicho tonterías de alcance notorio, con un mínimo de siete, y haberlas perpetrado desde puestos de relevancia que sean considerados dignos de esplendor y magnificencia. Y Alberto Garzón cumple tales requisitos con holgura. Además, pertenece al partido "perverso y desnaturalizado" de los que dejan de vivir sanamente para dedicarse a dirigir la vida de los demás, como subrayó Montaigne.

Debo a mi admirado Pablo Planas haber agrupado las capas de las solemnes tonterías proferidas por Garzón. La primera, gramatical, haber "proponido" en el Congreso un cambio de leyes. La segunda, gramatical también, haber puesto de "manifestación" algo, que no de manifiesto. Tercera, haber deducido que la reducción del juego de apuestas se debía a la suspensión de eventos deportivos en plena pandemia. Cuarta, definir al turismo en España como un sector estacional, precario y de bajo valor añadido. Quinta, reñir a los españoles por empeorar la salud del planeta comiendo tanta carne que, además, nos roba el agua. La sexta, haber propuesto una manifestación de juguetes contra al sexismo. Y la última computable para el premio, porque hay más, es la de haber dicho a un periódico inglés que la carne que España exporta es de mala calidad y procede de animales maltratados.

El centro derecha español, un espacio mágico-político donde también hay tontos de solemnidad aunque no se sabe todavía si son de siete capas, se ha apresurado a pedir la dimisión inmediata de este "garzón" sin reparar en que sus tontás ideológicas hacen muy felices a muchos ciudadanos y en que sus majaderías de solemnidad a quien dañan realmente es a la izquierda absurda que disparata en el gobierno. Ergo, se trata de mantenerlo a toda costa en la poltrona, e incluso de promocionarlo a otro más relevante ministerio, el de Hacienda tal vez, o el de Defensa, para que el efecto final sea una crisis insuperable de gobierno y la convocatoria de unas elecciones en las que podamos votar de una puñetera vez.

De este modo, que los Reyes Magos nos traigan cada 6 de enero uno o varios candidatos al premio "Tonto de solemnidad de siete capas", es un regalo del destino. Que no se enteran. Sobre lo de "tonta" o "tonte", que otros hagan la baza.

Temas

En España

    0
    comentarios