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Pedro de Tena

¿Pueden, podemos, hacer algo los liberales a estas alturas?

Es urgente porque, de lo contrario, ganará la demagogia barata de las izquierdas y sus separatistas agazapados.

No hacer cualquier cosa, no, por nuestras personas, por cada uno de nosotros, seres individuales libres y dotados de inteligencia y voluntad, capaces de elegir, de trazar un rumbo biográfico, de construir un proyecto de vida. ¿Dónde? En esta nación que se llama España, cuya Constitución vigente, a pesar de sus contradicciones y defectos, nos sirve de marco de convivencia, piense cada uno como piense, porque ha sido nuestro marco de reconciliación para convivir, y ha sido fuente de inspiración y de riqueza para el mundo entero, Europa, por supuesto, casi creación nuestra, que es una gran nación cuya lengua común comparten millones de personas. Nos quedan siete días escasos para votar, y en un solo año ya hemos votado varias veces y los andaluces, una vez más. ¿Tenemos fuerza para seguir así o estamos comenzando a rendirnos?

Hay una tonelada de estructuras consolidadas sobre nuestras personas, sobre nuestras libertades, sobre nuestra inteligencia y nuestra voluntad. Ninguno de nosotros puede conocer todas las leyes existentes, todos los hechos de la historia que nos importan, todos los acontecimientos que nos pueden afectar, todas las ideas que se aportan para resolver algún problema… Los grandes medios de subsistencia parecen estar controlados por poderes exteriores a los que no podemos siquiera descifrar. Luz, agua, gas, teléfono, internet, ferrocarriles, aviones, dinero, comunicación, educación… Todo está organizado, poseído, distribuido por entes públicos o privados que nos superan. ¿Qué coño pinto yo, una persona física, ante una urna tratando de decidir cuál es el camino de toda una democracia española?

Perdonen, pero hoy no estoy de humor. He estado en Madrid este puente de Todos los Santos y Difuntos y he paseado, he observado, he tratado de darme cuenta. Lo de darse cuenta es lo más importante de la vida. Uno nace como persona cuando empieza a darse cuenta. En la Puerta del Sol he visto a una cría de 20 años escarneciendo, desafiando, provocando, vamos, a los partícipes de un tenderete de Vox con frases como: "Los capitalistas me habéis jodido la vida y vuestra herencia fascista me impide vivir". Muchos mirábamos hacia los alrededores por si había alguna cámara esperando una reacción defensiva que pudiera convertirse en arma electoral ofensiva.

O, por ejemplo, en Parla, vaya ONU popular de etnias, razas, religiones… yo qué sé, dénse una vuelta si están cerca, todos juntos y diversos conviviendo como pueden, buscándose la vida y resistiendo y donde, fíjense, ni por esas el PSOE ni Podemos son capaces de mandar del todo. Ciudadanos, Vox y PP, por ese orden, reciben el voto de un 45 por ciento de su gente.

Lo que quiero resaltar en este día plúmbeo es que alguien me explique en qué se diferencia en discurso de un liberal, liberal conservador o liberal social, que dice creer en las personas concretas individuales, que dice querer darles poder y capacidad de decisión frente a los que animan esta confusión de estructuras superpuestas para que al final sea un poder supremacista y definitivo el que nos pueda someter a todos al yugo de la eficacia y del gato que caza ratones, sea blanco o negro o ni siquiera sea gato. Y que alguien me explique por qué tengo que seguir creyendo en que España es una nación integradora en la que merece la pena vivirse, con una identidad compartida, con una esperanza de futuro, con unos valores morales y políticos de los que seamos defensores conscientes.

Este es uno de los problemas principales de nuestro discurso. ¿Cómo hacemos comprender a muchos, sean españoles de origen o inmigrantes sobrevenidos quién sabe por qué causa, que sus personas, sus decisiones, sus querencias, sus libertades, son decisivas para algo, desde la educación de sus hijos al destino y gobierno de sus impuestos, desde sus iniciativas de riqueza y bienestar a sus problemas de seguridad social cuando se dé el caso? Todo eso debe poder verse con claridad. ¿Se ve? ¿Dónde? Díganme dónde, por favor. Es urgente porque, de lo contrario, ganará la demagogia barata de las izquierdas y sus separatistas agazapados.

En España

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