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Pedro de Tena

Tezanos no es adivino (ni andaluz)

Ni siquiera Susana Díaz se atrevió a desmanes como los de Tezanos desde las encuestas oficiales realizadas por la Junta de Andalucía.

Ni siquiera Susana Díaz se atrevió a desmanes como los de Tezanos desde las encuestas oficiales realizadas por la Junta de Andalucía.
EFE

José Félix Tezanos es un histórico del PSOE de la transición. Cantabrón de origen, ya estuvo en la mesa camilla del primer congreso del socialismo en territorio español tras el franquismo en 1976. No es conocido si ya iba cogido de la mano de Alfonso Guerra cuando éste viajó por Europa para interesarse por los futuros sondeos y técnicas electorales. No es probable porque se afilió al PSOE en 1973 – 10 años después que Enrique Múgica, es un poner -, y Guerra afirma que "creamos el Instituto de Técnicas Electorales y llegamos a formalizarlo legalmente como una sociedad anónima de Proyectos Sociológicos de Organización y Estudios (PSOE)" en 1970.

El mismo Guerra desmiente que Tezanos, que más que adivino parece ser un segundón patrañero profesional, hubiera tenido papel alguno en la confección de los programas socialistas. Cuenta el sevillano que "yo me reúno con todos los sectores, nada de reunión de intelectuales con José Félix Tezanos, sino que yo llamo a empresarios, sectores, grupos y queda claro que soy yo quien lleva el programa". Alguien, adivínese, habría extendido el rumor que queda apagado en las Memorias de "Arfonso".

Es más. Tras su ruptura con Alfonso Guerra, que fue necesaria para apoyar la quiebra del PSOE de la transición propiciada por Pedro Sánchez, sus sondeos al frente del CIS le rechinan hasta a su antiguo padrino. ¿Hay un problema moral en haber convertido al CIS, un ente público pagado por todos los españoles, en un Centro de Intoxicaciones Socialistas como han demostrado los resultados de las elecciones del pasado 4 de mayo en Madrid? Ninguno.

¿Por qué? Porque el asesinato intelectual de la verdad viene de muy lejos en el movimiento socialista europeo, incluso desde antes de Marx. Ya que estamos en su centenario, digamos que Emilia Pardo Bazán escribió un muy honrado y jugoso estudio sobre La revolución y la novela en Rusia. Afirma en él que tal componente asolador está en la genética del nihilismo, esa parte militante de la intelectualidad como casta, no sólo rusa. De hecho, el culto fanático de las propias convicciones pesimistas sobre el mundo y los humanos que no se rinden a sus sueños procede de la razón pura y el idealismo transcendental.

Pero la verdad hay que matarla con elegancia como los mejores mentirosos, los más impunes, saben. Cuando no se hace de ese modo, se cae en el ridículo más birrioso. Es el caso de este catedrático de Sociología que ahora confiesa no ser adivino, como si las técnicas sociométricas tuvieran algo que ver con las mancias y la hechicería. Una cosa es que la demoscopia no sea una ciencia exacta y otra el que se encubra su manipulación descarada y sectaria convirtiendo a todo un instrumento de interés público, como el CIS, en una payasada.

No, Tezanos ni es adivino ni tampoco, evidentemente, es andaluz. En la encuesta preelectoral del CIS de las elecciones andaluzas de diciembre de 2018, la estimación de escaños fue de 45-47 escaños para un PSOE que menguó hasta 33. Al PP le dio sólo 22 escaños, que luego fueron 26. Clavó, eso sí, el resultado de Ciudadanos al que le dio entre 20 y 22 escaños (consiguió 21), pero erró en el voto comunista que infló hasta los 20 escaños que encogieron hasta los 17 y no supo ver, peaso de miopía, la pleamar de Vox, al que otorgó 1 escaño cuando obtuvo nada menos que 12. Buenos, y falsos, resultados para el PSOE y sus posibles colaboradores y malos, y adulterados, resultados para el centro derecha. Lo de siempre.

Ni siquiera Susana Díaz se atrevió a tales desmanes desde las encuestas oficiales realizadas por la Junta de Andalucía. Una cosa es adobar los resultados estirando por aquí y por allí dentro de los márgenes de la estadística y otra bien distinta, y zafia, es programar ideológicamente qué resultados interesa dar a conocer, no con el fin de informar a los ciudadanos, sino con el propósito de influir en ellos y en su voto. Eso es sencillamente asesinar sin elegancia la realidad, que es precisamente el voluntario cimiento del nihilismo descrito por nuestra liberal doña Emilia.

Antes de unir su energía a los movimientos revolucionarios del siglo XIX, el nihilismo no tuvo nada de político. Antes bien fue una fiebre negadora, "una feroz antipatía contra todo lo existente, autoridades, instituciones, ideas usuales y dogmas". En ese camino, bien lejano del de la reforma lúcida que se combina con el derecho a la continuidad de las generaciones, que quiso Ortega, la verdad y la realidad carecen de interés. Mejor dicho, deben ser eliminadas. Ya lo verán en los próximos sondeos mecidos por su mano que pagaremos con nuestros impuestos. Ardo en deseos de conocerlos porque la risa floja es necesaria para la vida.

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