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Pedro Fernández Barbadillo

Ertzaintza, policía de partido

El principal baldón de esta policía fue su responsabilidad por omisión en el asesinato de más de 200 personas encerradas en los buques-prisión anclados en la ría

Entre los cientos de funerales celebrados por guardias civiles, militares y policías asesinados por ETA desde la formación del Gobierno vasco, en 1980, creo que no me equivoco si afirmo que ninguno contó con la asistencia de alguno de los tres lehendakaris que se han sucedido. No se trata de que los nacionalistas odien a los policías. De la misma manera que a los pacifistas profesionales sólo les desagradan los ejércitos de los países libres, a los peneuvistas los uniformes les repelen salvo los que viste su amada Ertzaintza. Por ésta sienten una veneración similar a la de los aristócratas rusos por los regimientos de cosacos que les protegían de los revolucionarios.

En la centenaria historia del nacionalismo vasco (poco más de un siglo) todas las instituciones tienen una clara fecha de nacimiento, ya sea el Concierto Económico (1878), ya la Ertzaintza (1936). El embrión de este cuerpo fue la Policía Internacional, constituida en octubre de 1936 para vigilar la llamada Zona Internacional, en Las Arenas (Guecho), donde se habían concentrado los consulados y ciudadanos. Para ingresar en ella, se exigía una edad de entre 25 y 35 años, medir como mínimo 1.80 metros y ser militante del PNV, según testimonios recogidos por Vicente Talón en su libro Memoria de la Guerra de Euzkadi (Plaza y Janés 1988). En el bolsillo izquierdo de la camisa del uniforme se cosió una E, inicial de Euzkadi. Los nacionales no reconocieron el estatuto de la supuesta Zona Internacional, con lo que el Gobierno vasco reorganizó la policía. La nueva recibió el nombre de Ertzaña o Ertzaiña, palabra formada por la unión de los términos erri y zaña, lo que se puede traducir como guardián del pueblo. Se adscribió a la Consejería de Gobernación, dirigida entonces por Telesforo Monzón, y que antes había ejercido el mismo cargo en la Junta de Defensa de Guipúzcoa. En ambos puestos fue incapaz de evitar los paseos y asesinatos en la retaguardia. La estatura mínima se rebajó a 1,70 metros, pero siguió la discriminación al seleccionarlos. Los candidatos aceptados eran todos militantes del PNV, afiliados a su sindicato STV o simpatizantes abertzales. Al presentar la solicitud, debían aportar el aval de la junta municipal del PNV de su lugar de origen o residencia. Junto a este cuerpo se creó la Ertaña Igiletua o Policía Motorizada. Igualmente sus miembros eran cachorros del PNV.

La opinión de las izquierdas sobre el flamante cuerpo se resume en las siguientes palabras del diputado socialista Miguel Amilibia: "era fácil advertir por las trazas que muchos de ellos nada tenían de hombres del pueblo, sino que eran más bien, ‘hijos de papá’ cómodamente emboscados. La Ertzaña fue, supuesta la gran estatura, un buen refugio para que muchos jóvenes bilbaínos de familias distinguidas esperaran sin riesgos la hora de la liberación" (...). Los de la Erzaña se quedaron íntegramente en Bilbao a recibir a los vencedores, a decirles que se les entregaba Bilbao intacto y sin ‘chusma’ alguna. No hay noticia de que los fascistas arrimaran a la pared a miembro alguno de la Ertzaña". Merece conocerse también el testimonio del ex diputado vizcaíno Adolfo Careaga: "había en la oligarquía de esta tierra familias monárquicas y otras ,tan importantes como aquellas, de ideología nacionalista. Pero en tanto que las primeras vieron a sus hijos acudir en masa a la guerra, los de las segundas —con muy raras excepciones— no fueron al frente".

El principal baldón de esta policía fue su responsabilidad por omisión en el asesinato de más de 200 personas encerradas en los buques-prisión anclados en la ría, sin que ni uno de sus mocetones moviera un dedo para detener a las masas.

El PNV, que fue capaz de hacer olvidar a la izquierda su traición en Santoña (cuando el lendakari José Antonio Aguirre rindió los restos de sus tropas a los fascistas italianos a espaldas del Gobierno de la República), también lavó la patética historia de la Ertzaña, y la introdujo como una de sus exigencias en el Estatuto de Autonomía.

Como en los años 30, esta policía nació vinculada más a un partido que a una administración neutral. El encargado del reclutamiento y la organización fue el consejero del Interior del primer Gobierno autónomo presidido por Carlos Garaikoetxea, Luis María Retolaza, un veterano de la Guerra Civil. Los primeros reclutas fueron los llamados Berrocis,todos ellos muchachos con irreprochable pedigrí nacionalista. Ellos son los actuales mandos de la nueva Ertzaintza. Los escándalos de enchufismo y de sumisión política han acompañado a la Ertzaintza desde su renacimiento.

Añadamos como otro ejemplo simbólico de su politización algo que ha visto toda España estos días: las matrículas de sus vehículos. En la década pasada, la Consejería de Interior, dirigida entonces por Juan María Atutxa, decidió recuperar las verdaderas tradiciones de la policía de la Guerra Civil. Las placas de los coches y las furgonetas, hasta entonces casi todas con las iniciales VI (la mayoría de ellos estaban matriculados en Vitoria ya que la Academia de Arkaute se halla en las cercanías de la capital alavesa) se sustituyeron con la enorme y rústica E con que se adornó la primera Ertzaña. El PNV ha expulsado de los callejeros a personajes como el general Espartero, los escritores Miguel de Unamuno y Rafael Sánchez Mazas, el diputado Gregorio Balparda (asesinado en uno de los buques-prisión citados), a los vascos que lucharon en el bando nacional y a los reyes de España; y exige a las Cortes arrepentimiento por el bombardeo de Guernica. A la vez, este partido impone a todos los demás ciudadanos, españoles y vascos no nacionalistas, sus símbolos, ya se trate de la E de Euzkadi, de la ikurriña, o de los bustos de Sabino Arana.

Al crecer el número de ertzainas (en la actualidad son unos 7.500), sus jefes tuvieron que abrirse a toda la sociedad, y en algunos casos suprimir las pruebas de euskera para el ingreso. Así se colaron los infiltrados contra los que despotricó Javier Arzallus, el domingo día 2, gente que "cuando cumple sus horas cuelga el uniforme como si fuera el buzo" y que "no trabajan por el país". Al PNV se le puede escapar el control de la Ertzaintza. Ahora, el primer sindicato en el cuerpo es el independiente Erne, que ha desplazado al nacionalista ELA-STV. Con los asesinatos cometidos por ETA, las directrices políticas de sus mandos y los desplantes racistas del hijo del requeté, la impopularidad del abertzalismo aumentará entre la plantilla.

Una última paradoja. El lehendakari Ibarretxe reclama al Gobierno de la nación el cumplimiento íntegro del Estatuto, aunque su contenido contradiga la Constitución y la jurisprudencia del Tribunal Constitucional. Sin embargo, hay un artículo que el Gobierno vasco ha vulnerado siempre. En el Estatuto se ordena que los mandos de la Ertzaintza provengan de la oficialidad del Ejército y la Policía españolas. Sólo tres cumplieron esta condición. A uno de ellos, el teniente coronel Carlos Díaz Arcocha, ETA lo asesinó en 1985.

Este artículo, junto a otros de Carlos Ball, Antonio López Campillo, Martín Krause, Pío Moa, etc. se publica en la Revista de Economía e Ideas de Libertad Digital. Si desea leerlos, pulse AQUÍ

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