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Los países de Iberoamérica sólo aparecen en los medios de comunicación españoles por asuntos desgraciados: motines, revueltas, corralitos, atentados, crímenes... Cuando a finales de los años 80 y principios de los 90 cayeron las diversas juntas militares y las guerrillas fueron vencidas o integradas en los nuevos regímenes, se anunció una era de tranquilidad y bienestar. Dos ejemplos fueron la retirada pacífica del general Pinochet y la pérdida del poder por el PRI mexicano.

Unos pocos años después, la situación tiene más en común con la que existió en la década de los 70. Prácticamente todos los países se enfrentan a una serie de problemas que empobrecen a sus pueblos y lastran su desarrollo. No sólo cae el PIB, sino que las funciones básicas del Estado desaparecen. La delincuencia rampante y las nuevas guerrillas matan a miles de personas cada año. En Perú ha reaparecido el letal Sendero Luminoso, responsable de 25.000 muertos bajo la dirección del maoísta Abimael Guzmán, a quien diversas ONG quieren poner en libertad porque, de acuerdo con la jurisprudencia del Tribunal Interamericano de Derechos Humanos, se vulneraron sus derechos al ser juzgado por un tribunal militar. La Venezuela de Hugo Chávez se ha convertido en un foco de emisión de subversión a sus vecinos, aunque es incapaz de sostener la economía nacional ni de reducir la delincuencia. El principal artículo de exportación de Ecuador es su propia gente. En Brasil, las bandas de narcotraficantes han alcanzado tal poder que las autoridades locales han tenido que recurrir a la policía militar. Este país tiene uno los índices de asesinatos más altos del mundo: 26 de cada 100.000 personas al año; en EEUU este índice es de entre 9 y 11 personas. También el egoísmo de sus funcionarios les lleva a boicotear las reformas del presidente Lula para suprimir sus privilegiadas pensiones.

Los datos recopilados por los organismos internacionales son aterradores. Según el Informe de Desarrollo Humano 2003 de las Naciones Unidas, se producen más robos en las capitales de Hispanoamérica que en las de África. Y el número de homicidios parece un parte de batalla de la Segunda Guerra Mundial: 120.000 por año.

Los partidos políticos tradicionales, como el APRA peruano, los radicales argentinos, los socialdemócratas y democristianos venezolanos, han sido barridos por un nuevo tipo de candidatos populistas (el peruano Alejandro Toledo, el citado Chávez, el boliviano Evo Morales, el ecuatoriano Lucio Gutiérrez). Tanto en las presidencias como en las oposiciones, estos personajes, salvo el colombiano Álvaro Uribe, enfrentado a los conservadores y liberales, resultan ser peores que sus predecesores. Ellos añaden el enfrentamiento racial, pues se presentan como vengadores de la población india por cinco siglos de esclavitud. La atención sobre los países más pequeños, como Guatemala, Nicaragua y Paraguay, es menor, pero los conflictos, la corrupción y la desesperanza son tan importantes como en los demás.

Los nuevos dirigentes, incapaces de solucionar estos problemas, que además espantan a los inversores extranjeros, coinciden en culpar de todas las desgracias a los Estados Unidos y a España, a la misma España que dona cientos de millones de euros en ayuda y acoge a miles de sus compatriotas que huyen de la desgracia.

El dictador Fidel Castro, que tras la desaparición de la Unión Soviética parecía aislado y cercano a su final, ha revivido gracias a esta inestabilidad. Los efectos políticos son preocupantes. Ante la debilidad de Vicente Fox en desmontar la cleptocracia mexicana y sus pactos con los zapatistas, el PRI se acerca a la presidencia. En Argentina el régimen peronista ha indultado al terrorista de extrema izquierda Gorriarán Merlo, cabecilla del asalto al cuartel de La Tablada, y trata de distraer la atención de su incompetencia con juicios a los militares indultados por la represión (aunque no se toca a los terroristas montoneros supervivientes). Da la impresión de que a algunos irresponsables no les importa animar el resurgimiento de nuevas guerrillas ni el enfado de los militares.

Sólo Chile y Puerto Rico son las excepciones que aúnan crecimiento y seguridad, tanto para las personas como para las empresas. Puerto Rico está protegido gracias a su vinculación con Estados Unidos, Pero ¿y Chile? ¿Cuánto tiempo podrá mantenerse seco con la tormenta descargando a sus puertas? Y entonces, ¿a qué modelos políticos y económicos recurrirá Hispanoamérica?


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