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Pedro Fernández Barbadillo

La crisis arruina a la izquierda europea

Las elecciones celebradas en Europa, con el paro y el malestar disparados, no han beneficiado a los partidos socialdemócratas y asimilados.

Las elecciones celebradas en Europa, con el paro y el malestar disparados, no han beneficiado a los partidos socialdemócratas y asimilados.

¡Lo que fue la socialdemocracia europea y lo que es ahora! La parte occidental de la Europa de la posguerra se organizó políticamente en torno a dos fuerzas, la socialdemocracia y la democracia cristiana, que en las décadas anteriores habían sido incapaces de impedir el ascenso del comunismo y de los fascismos pero que, ayudadas por las embajadas y el dinero de Estados Unidos, se convirtieron en hegemónicas.

El Estado del Bienestar, con sus subvenciones y privilegios para sectores sociales que antes habían sido focos de inestabilidad y hasta de subversión (partidos, sindicatos, iglesias, funcionarios, prensa…); el Concilio Vaticano II, que se negó a condenar el comunismo, propuso la unidad del género humano por encima de los sistemas políticos y lanzó a muchos católicos a la izquierda; el apoderamiento de la escuela, la universidad, las editoriales y los periódicos por la izquierda y el triunfo militar de las guerrillas comunistas desde Vietnam a Angola hicieron que la izquierda en los países europeos superase a los democristianos.

Martin Amis escribió en Koba el Temible:

En 1968 el mundo parecía más izquierdista que nunca y fue más izquierdista de lo que sería ya en el futuro.

Las consecuencias políticas se notaron en los años posteriores. Los votos y las opiniones siempre siguen a las ideas. Un pensador francés dijo que en la V República, mientras la derecha, con Charles de Gaulle en la Presidencia, la derecha gobernaba, la izquierda instruía en las aulas a los adolescentes y a los niños.

El muro de Wall Street

En 1983 gobernaban François Mitterrand en Francia, Bettino Craxi en Italia, Felipe González en España, Olof Palme en Suecia, Mario Soares en Portugal, Bruno Kreisky en Austria y Andreas Papandreu en Grecia. sólo resistían a la ola socialista Margaret Thatcher en el Reino Unido y Helmut Kohl en la Alemania Federal. La izquierda europea soñaba con el modelo sueco construido en las décadas anteriores y, como escribió Fernando Savater, "cierta izquierda radical europea" estaba "nostálgica de una insurrección salvadora" que la liberase de "la rutina parlamentaria".

Incluso los dirigentes de Herri Batasuna se declaraban partidarios y admiradores de Suecia y de Alemania Oriental, como cuenta el periodista Santiago González:

Txema Montero, explicaba durante su militancia en HB que sus modelos eran "Albania, por su conciencia nacional, y la República Democrática Alemana, por su alto grado de desarrollo". Iñaki Esnaola matizaba que "no es nuestra intención convertir a Euskadi en una Albania en el Golfo de Vizcaya; estamos más cerca del modelo sueco".

Pero antes de que concluyese la década el muro antifascista que dividía Europa había caído y se había conocido el grado de miseria moral y económica de las masas obreras en los países del socialismo real, con lo que la izquierda, aunque fuese democrática, perdió gran parte de su legitimidad. Sin embargo, cuando estalló la crisis financiera que se ha convertido en recesión, muchos izquierdistas creyeron que había llegado la hora de la revancha.

El pensador José Blanco declaró en septiembre de 2008:

Igual que la caída del Muro de Berlín supuso el fin del comunismo en 1989, la caída del sistema financiero en EEUU va a suponer la caída del neoconservadurismo en todo el mundo.

Así, se situaban en una tercera vía entre el comunismo, reconocido ya como malvado, y el capitalismo, el enemigo por fin desmoronado.

Lo sorprendente es que las elecciones celebradas en Europa en los años siguientes, con el paro y el malestar disparados, no han beneficiado a los partidos socialdemócratas y asimilados.

El PSOE, hundido como el SPD alemán

En 1972 el candidato del SPD alemán, Willy Brandt, ganó las elecciones federales –se presentaba por cuarta vez seguida– con casi un 46% de los votos. En 2009 el candidato del SPD, del que ya nadie se acuerda, cayó a un 23%. En 1972, más de 17 millones de alemanes votaron a Brandt; en 2009, con un país reunificado, sólo escogieron las listas socialdemócratas 9,9 millones. Las encuestas para las elecciones de septiembre dan al SPD unas expectativas que no superan el 30%, y algunas incluso lo colocan por debajo de los penosos resultados de 2009: menos del 23%.

En Italia, el candidato del Partido Democrático, el excomunista Pier Luigi Bersani, superó por menos de 150.000 votos a Silvio Berlusconi. Durante el largo proceso de formación de Gobierno, Bersani fue liquidado por sus compañeros y la izquierda pactó con Berlusconi, que ha impuesto parte del programa gubernamental y de los ministros.

Aunque los socialistas franceses ganaron unas elecciones presidenciales por primera vez desde 1988, el futuro de la izquierda en este país es oscuro. Mitterrand infló el Frente Nacional de Jean Marie Le Pen con la finalidad de restar votos al centro-derecha, pero la extrema derecha creció, y sigue haciéndolo, a costa de los votantes de izquierdas. El candidato comunista en las elecciones presidenciales de 1969 obtuvo un 21% y en las de 2002, cuando Le Pen echó de la segunda vuelta al socialista Lionel Jospin, el comunista cayó a un ridículo 3%; en 2007 se quedó en el 1,9%. El PCF ha tenido que formar un Frente de Izquierdas para mantener algo de influencia. El político preferido de la clase obrera francesa para las elecciones presidenciales de 2012 era Marine Le Pen.

En la Gran Bretaña el descontento con el Gobierno de coalición entre los conservadores y los liberales no lo acapara el Partido Laborista, sino el UKIP. El Partido por la Independencia del Reino Unido es interclasista y transversal, de modo que pesca no sólo en el electorado conservador, sino en el de los liberales y los laboristas. Fue segundo en las elecciones al Parlamento Europeo de 2009, y en los recientes comocios locales obtuvo un 25% en los municipios donde se presentó, habiendo quedado en algunos por delante de los laboristas.

En Austria, la política era una réplica de la de Alemania: dos partidos, el socialdemócrata y el democristiano, se alternaban en el poder con el apoyo ocasional del liberal. Jörg Haider, que fue ministro en los años 80 en un Gobierno de coalición presidido por el socialdemócrata Franz Vranitzky, lo hizo girar a la extrema derecha. Pero ahora la condición de partido-protesta la tiene el Team Stro.

En las últimas elecciones parlamentarias de Suecia, la socialdemocracia no sólo no derrotó al Gobierno de centro-derecha, sino que obtuvo el peor resultado electoral desde 1920.

En Grecia, la extrema izquierda y la extrema derecha han emparedado a los dos partidos del meanstream, pero sobre todo al Pasok de los Papandreu.

En España, los resultados electorales del PSOE muestran que éste sigue la decadencia de sus camaradas europeos. En las elecciones generales de 2011, el candidato Alfredo Pérez Rubalcaba y el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero causaron la mayor debacle del partido en unas elecciones generales desde 1977: menos del 28% de los votos y 110 diputados. En las elecciones al Parlamento catalán, el PSC, enredado en sus contradicciones y su servilismo al catalanismo, cayó a 20 escaños y menos de un 14,5% de los votantes, cuando en 1999 había conseguido 52 diputados y un 38%. Y si el PSOE gobierna las regiones de Andalucía y Asturias es gracias a sus alianzas con los comunistas de Izquierda Unida.

Las encuestas muestran que el PP baja mucho, pero que el PSOE también lo sigue haciendo. No sorprende cuando las propuestas socialistas son del nivel de retirar los billetes de 500 euros y quitar dinero a la Iglesia católica (encima con cifras falsas).

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