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Pedro Fernández Barbadillo

Nuevo presidente, nueva Constitución

En los países donde triunfa un candidato presidencial del Foro de Sao Paulo se repite el mismo proceso una y otra vez.

En los países donde triunfa un candidato presidencial del Foro de Sao Paulo se repite el mismo proceso una y otra vez.
Pedro Castillo. | EFE

En los países hispanoamericanos donde triunfa un candidato presidencial del Foro de Sao Paulo se repite el mismo proceso una y otra vez. La presencia de miles de venezolanos huidos en Lima, Bogotá o Santiago no parece argumento suficiente para millones de votantes, hartos del presente y ensimismados con el futuro. Lo que asombra es la conducta de burgueses, conservaduros y liberales de nómina estatal: "Nuestro país no es como Venezuela. Aquí eso no puede pasar".

Desde el éxito que tuvo Hugo Chávez (indultado de su golpe de Estado por el típico centrista que quiere ser popular, en su caso el democristiano Rafael Caldera, protector desde los años 60 de los peneuvistas establecidos en Venezuela) para alcanzar el poder y eternizarse en él, Rafael Correa, Evo Morales, Daniel Ortega, Nayib Bukele y otros miembros del socialismo del siglo XXI han repetido los mismos pasos. Es cierto que ha habido fracasos, como los de Manuel Zelaya en Honduras y Fernando Lugo en Paraguay, pero la franquicia política tiene más triunfos que el eje franco-alemán dentro de la Unión Europea.

Una asamblea constituyente cuanto antes

Después de ser investido, Pedro Castillo ha anunciado que su primer acto presidencial será remitir al Congreso un proyecto de ley para convocar una asamblea constituyente que redacte una nueva Constitución. También lo dijo a principios de mes Vladimir Cerrón, secretario general de Perú Libre, el partido que presentó a Castillo:

Muchos de los miembros de la camarilla de Castillo se ríen de los católicos que acuden al santuario de Santa Rosa de Lima, pero ellos mantienen la creencia supersticiosa de que una nueva Constitución, que sería la décimo tercera en los doscientos años de independencia, será el abracadabra que deshaga los problemas de Perú, desde los muertos por covid-19 a las sequías.

La Constitución vigente desde 1993 establece un procedimiento para su reforma, pero no les gusta a Castillo ni a Perú Libre, porque es demasiado lento y garantista para sus deseos. El Congreso tiene que aprobar por mayoría absoluta toda enmienda y ésta se somete luego a referéndum. Además, hay prisa. El presidente lo es por un quinquenio y una vez concluido éste debe esperar otros cinco años para volver a presentarse. Hugo Chávez se encontró con las mismas trabas (proceso reglado y reelección limitada) y, con la aprobación del Tribunal Supremo venezolano, convocó un referéndum para que el censo electoral decidiese si se convocaba una asamblea constituyente, paralela al Parlamento.

Anuncio de un "Parlamento extraoficial"

Es aburrido repetirlo, pero el proceso que se va a aplicar en Perú se ejecutó antes en Venezuela, en Bolivia, en Ecuador, en Honduras (aquí las instituciones funcionaron y destituyeron a Zelaya)… El presidente elimina los obstáculos a su reelección eterna y todos los controles a su poder. Y si las instituciones cumplen sus funciones, el padre del pueblo organiza motines, revueltas y hasta monta otras instituciones paralelas. Así lo declaró Cerrón en el congreso de Perú Libre, celebrado hace unos días, en el que prometió a sus correligionarios "un Parlamento extraoficial" para "hacer la revolución".

En Chile, el Rajoy local, Sebastián Piñera, se rindió a las turbas de izquierdas, respaldadas por los partidos respetables, y aceptó convocar una convención constituyente para derogar la llamada "Constitución de Pinochet", cuando ésta, refrendada en 1980, pasó numerosas reformas y perdió la firma del dictador militar, que se sustituyó por la de un presidente socialista. El deseo popular por esa convención quedó perfectamente medido en la elección de los constituyentes, en mayo pasado: un 41% de participación, que baja a un 38% si se descuentan los votos en blanco y nulos. Es decir, la izquierda obtiene sus victorias gracias a la agitación callejera, el control de los medios de comunicación y la prudencia de la derecha domesticada.

La convención chilena muestra lo que haría la posible constituyente peruana: cuotas por sexos, escaños reservados a los pueblos originarios, refuerzo de los controles públicos sobre las actividades privadas, reconciliación con los terroristas de izquierdas… De Bolivia se copiaría la transformación del país en un Estado plurinacional, con lenguas oficiales y administraciones propias.

Medios de resistencia

Sin embargo, el proyecto de Castillo y de Cerrón puede descarrilar por los siguientes motivos:

1. Si aceptamos los datos oficiales del recuento electoral, la mitad de los peruanos no ha votado al nuevo presidente.

2. Los sectores cristianos están muy movilizados y han conseguido detener proyectos de anteriores presidentes sobre ideología de género.

3. El Congreso, de 130 diputados, lo presidirá hasta 2022 una diputada de la oposición, María del Carmen Alva. La Cámara podría a remover a Castillo, facultad que ha ejercido dos veces desde 2018, contra Pedro Pablo Kuczynski y Martín Vizcarra.

4. Los tribunales han procesado por corrupción a varios expresidentes: Alan García, que se suicidó, Alejandro Toledo y Ollanta Humala.

El gran fracaso de la clase política peruana es haberse creído que "la economía es lo más importante". Sólo así puede comprenderse que muchos peruanos, hartos de corrupción, de ególatras y de materialismo, hayan votado a candidatos que reivindican al mayor grupo terrorista que ha padecido el continente americano. Y si durante diez años los moderados no hubieran demonizado a Keiko Fujimori, por ser hija de su padre o por oponerse a medidas tan progresistas como el aborto, quizás de las elecciones habría salido otro resultado.

Cerrada una etapa, a la oposición le toca ponerse a trabajar junta. Porque los peruanos no pueden decir que no saben lo que se les viene encima.

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