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Pedro Fernández Barbadillo

Pedir aquí lo que se niega en Arabia

Ya en el franquismo, a todo gobernante árabe-musulmán que visitaba España se le paseaba por Granada. La costumbre se mantuvo en la democracia. Y así el iraquí Sadam Husein, el saudí Faisal, el marroquí Hassán, el iraní Jamenei y otros muchos conocieron la ciudad y, dicen los españoles que les acompañaron, todos suspiraron por la pérdida de Al-Ándalus. Hace unos días, el islam ha puesto una pica en Granada. Tras 20 años de obras y papeleos se ha inaugurado una enorme mezquita en el barrio del Albaicín. El edificio está junto al Mirador de San Nicolás, separado una calle de la iglesia de San Nicolás, y tiene una vista privilegiada de la Alhambra, que contribuirá a ahondar la nostalgia de los fieles y a inspirar las citas históricas en los sermones.

Al acto asistieron cientos de mahometanos, tanto de nacionalidad española como extranjeros. Hubo representantes diplomáticos de numerosos países musulmanes, como el delegado de la Autoridad Nacional Palestina. Asistieron musulmanes de Marruecos, Malasia, Turquía, Arabia Saudí, Indonesia, Siria y otros lugares donde el islam impera. De Marruecos vino Abdelkrim Khatib, miembro del integrista Partido Justicia y Democracia. Tuvo un puesto central en el protocolo Sharjan, Jalid bin Sultán al-Qassimi, emir de Sharjah, reino integrado en los Emiratos Árabes Unidos, que es el financiador del proyecto. Gracias a él y al dinero que le procura el petróleo vendido a Occidente, los musulmanes que viven Granada y su comarca disponen de algo que ellos niegan a los cristianos y los judíos que viven en sus países de origen: un templo en el que rezar.

De acuerdo con la prensa local, todos los oradores elogiaron la tolerancia. Es una ruindad que quienes reclaman tolerancia y respeto donde son minoría se olviden de éstas donde son mayoría. Prácticamente en todos los países de origen de los musulmanes que se acogerán a la mezquita granadina, los cristianos y otras confesiones religiosas carecen de la plenitud de derechos reservada a los musulmanes. No deja de ser sarcástico que muchos cristianos árabes que han huido a Europa debido a la persecución de los musulmanes se encuentren aquí con sus martirizadores, obligados éstos a la emigración por la incapacidad de sus Gobiernos, y les oigan exigir los mismos derechos que les negaron.

Otros comportamientos entran ya en la categoría del cinismo. Por ejemplo, el príncipe Sultán, ministro de Defensa del reino saudí, declaró en marzo que en Arabia no se construirán nunca iglesias y calificó de “fanáticos” a quienes las solicitan. A la vez, su familia dota instituciones que levantan mezquitas por todo el mundo y pleitean contra Oriana Fallaci y Michel Houllebeq por denigrar el islam.

De gestionar la mezquita se encarga una fundación, formada por la Asociación Comunidad Islámica en España y por los Emiratos Árabes Unidos. Otra de las finalidades de esta entidad es la difusión del “verdadero” contenido del islam entre los españoles y su deseo de hermandad. Les sugiero varias maneras de convencernos a los demás españoles de lo que sostienen. Por un lado, que dejen de protestar contra la conmemoración de la Reconquista de Granada por los Reyes Católicos, enterrados en la catedral de la diócesis y fundadores del municipio, y, por otro, que muchos de los asistentes a la mezquita, sobre todo españoles conversos al islam, entierren la versión que propagan de que los “castellanos” cometieron un genocidio contra los andalusíes. Se suele olvidar algo tan sencillo como que los musulmanes que llegaron a España, y que dejaron reliquias tan admiradas, invadieron el reino visigodo.

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