El flemático ex ministro de Economía de Alejandro Toledo, Pedro Pablo Kuczynski, no parece muy optimista con el rumbo adoptado por el gobierno. Y no le falta razón.
En opinión de Kuczynski, el gobierno de Toledo debe recrear un ambiente positivo para las concesiones y las privatizaciones, no debe ceder ante las presiones populistas y tiene que dar una imagen de disciplina. Tiene que tener mando y demostrar que las marchas y las manifestaciones “no cambiarán una decisión del gobierno”.
Kuczynski pide demasiado. La mayoría del país no quiere las privatizaciones (cerca del 70% de la población, de acuerdo a varias empresas encuestadoras) por varias razones: porque Toledo no cree en ellas, nunca se ha preocupado por divulgar sus beneficios y la tentación populista de contentar a la ciudadanía es enorme en un jefe de Estado cuya popularidad anda por el subsuelo.
Por lo demás, Toledo es un gobernante sin carácter y sin ideas, que tiembla de miedo a la primera señal de una oposición callejera y castañetea los dientes y las rodillas a la primera mirada de enfado de su mujer. Así, con un presidente timorato no va a ser sencillo llegar a ningún sitio.
Peor aún, en noviembre de este año el Perú ingresa a la dimensión desconocida, a la tierra de nadie, con unas elecciones regionales que nadie pidió, pero que, en un arranque de demagogia y populismo, Toledo ofreció sin calcular sus consecuencias, como quien regala un presente en Navidad.
“Meter al país en un período electoral para constituir 24 regiones a menos de 18 meses de haber iniciado el gobierno era irreal (...) Estamos creando 24 napoleones”, ha anotado, preocupado y desesperanzado, el ex titular del portafolio de Economía, quien salió del gabinete por presiones del grupo opositor socialista que lidera Alan García.
Actualmente, pese a que la situación de la deuda es manejable y hay cierto esfuerzo por no desequilibrar las finanzas públicas, la inversión está frenada y los empresarios locales y extranjeros desconfían del régimen toledista.
Más patético aún es que otras instituciones, como el Tribunal Constitucional, también están cediendo a las presiones de la calle y nos están haciendo retroceder a los tiempos del proteccionismo laboral, cambiando las reglas de juego y espantando más todavía a los empresarios que pensaron que, después de Fujimori, la democracia de Toledo venía acompañada de la modernidad económica. Cuánto se equivocaron.
Pedro Salinas es corresponsal en Lima de la agencia © AIPE .
En Internacional
0
comentarios
Servicios
- Radarbot
- Libro