Menú
Pedro Salinas

¿Llegará Toledo a Navidad?

El presidente peruano, Alejandro Toledo, se queja de que los medios de comunicación y las empresas encuestadoras no le preguntan a los pobres qué opinan sobre su gobierno, como si ambos, medios y encuestadores, estuviesen confabulados contra el régimen. Es la paranoia del político perturbado, enajenado.

Lo peor es que la respuesta a la inquietud presidencial no es muy alentadora. La aprobación de Toledo en el segmento E, el más pobre del país, apenas llega al 5%. O sea, nada.

Pero hay más: a menos de dos años de haber iniciado su mandato, sólo el 11% aprueba su desempeño, mientras que el 85% no lo traga. Los sectores más críticos son los jóvenes y los más pobres.

¿Qué debe hacer Alejandro Toledo para recuperar la confianza ciudadana? Ser sincero (el 59% de los peruanos se lo reclama), ser austero (se lo pide el 51% de los interrogados), reconocer sus errores y dejar de culpar a terceros, como, por ejemplo, a los medios y las encuestadoras (así lo piensa un 48%).

¿Por qué le recomiendan los peruanos esta receta al presidente Toledo? Vayamos por partes. En primer lugar, demasiadas patrañas derramadas, falsedades excesivas, desmesurados artificios. Ese ha sido el principal pecado del jefe de Estado peruano. La verdad no es amiga de Toledo. No, él es contertulio y devoto del engaño, de la farsa, del enredo, de la paparrucha, y, sobre todo, de la demagogia desenfrenada, pocas veces vista en el Perú. Ni siquiera en tiempos del populista Alan García.

Toledo ha ofrecido, entre otras cosas, una salida al mar a los bolivianos; la extradición de Vladimiro Montesinos a los Estados Unidos; anunció subsidios para el agua potable, la luz eléctrica y la telefonía; propuso tumbarse algunas instituciones; negó a su hija; prometió aumentos de sueldos a los trabajadores del sector público; fanfarroneó sobre la liberación de los rehenes de la empresa Techint, secuestrados por miembros de Sendero Luminoso. En una oportunidad, incluso, mintió en torno a la muerte de su madre. Hasta los sicoanalistas más reputados de Lima debaten en los programas periodísticos sobre el comportamiento del mandatario. ¿Es un mitómano o un mendaz? ¿Es un farsante, como tantos otros políticos profesionales, o lo suyo es algo patológico? No sé cuál es el diagnóstico preciso, pero sí está claro que, hoy por hoy, a Toledo nadie le cree nada.

En segundo lugar, si a esta vocación por la contradicción le sumamos su sueldo astronómico, el más alto de toda América Latina (de 18 mil dólares se lo bajó a 12 mil, debido a las presiones de la opinión pública; luego lo ajustó a 8 mil, y aún así sigue siendo uno de los más altos de la región), vemos que, al gobernante Toledo le cuesta mucho, muchísimo, ser austero, pese a que ello se lo exige un sector importante de la población.

Asimismo, mientras que el ministro de Economía pide a los peruanos estrechez, pagar más impuestos, ascetismo y algo de mortificación, Alejandro Toledo no escatima en viajar, con el argumento de que todas sus travesías son con fines estratégicos. Y viaja con grandes delegaciones, entre ellos amigos personales y familiares, con el dinero de los contribuyentes, e incluso para atender asuntos personales.

Hasta la fecha, el presidente ha gastado cerca de 7 millones de dólares en viajes al exterior desde que asumió el mandato, y ha permanecido más de 100 días fuera del país, y en 22 meses de gobierno está a punto de superar en viajes al propio Alberto Fujimori (¡contando sus dos períodos!). Ah, y ha gastado entre 200 mil y 300 mil dólares en cada viaje (más de 30 hasta el momento). Todo un récord para un país de escasos recursos como el Perú. Y ello sin considerar sus escapadas de fin de semana a Punta Sal, el balneario más exclusivo del país, ubicado en Tumbes, al norte del país.

Por último, Toledo es enemigo acérrimo de las críticas. No las tolera. Le fastidia sobremanera que lo señalen o que lo cuestionen. Menos se le ocurre hacer una autocrítica. Todo aquel que ose endilgarle un error, un absurdo, un desacierto, un extravío o un resbalón, pasa, sin compasión, a la categoría de ‘mafioso fujimontesinista’, de conspirador, de golpista, de malnacido.

Dentro de poco, muy poco, Toledo debe pasar a la condición de un solo dígito en las encuestas. Ello le va a generar un serio traspiés. Aunque, claro, el principal afectado será el país. Salvo que reaccione, tal como se lo está pidiendo la gente a través de las encuestas. Es decir, con autenticidad y sinceridad, con austeridad y autocrítica.

Pedro Salinas es corresponsal en Lima de la agencia © AIPE.

En Internacional

    0
    comentarios