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Pedro Salinas

Pollack, el amigote del presidente Toledo

Adam Pollack es un personaje singular. Alto y voluminoso como un oso, farfullero como un narrador hípico, es el hombre más connotado de la corte de Alejandro Toledo. Gente del entorno palaciego lo define como “amigo personal y consejero privado del presidente”. Y en algún momento incluso voceros oficiales afirmaron que era el asesor presidencial de inversiones extranjeras.

Lo cierto es que, Pollack, rumano de origen israelí, no tiene un puesto formal en el gobierno toledista. Y, según él mismo, no cobra un centavo y todo lo que hace es ad honorem. “Yo soy de todo y no soy nada”, ha dicho Pollack sobre el rol y la influencia que ejerce en el poder. Las pocas veces que ha tomado contacto con la prensa suele mostrarse hermético respecto de sus funciones. “Eso lo sabemos él (Toledo) y yo, nadie más... Es un asunto netamente personal entre él y yo”, estila responder.

Debido a esta falta de transparencia, sus respuestas evocan las de Fujimori hablando de Montesinos. “Es un asesor personal que trabaja ad honorem”, refería el cleptócrata cuando era interrogado sobre su Rasputín. La diferencia en este caso es que Pollack, además de ser íntimo amigo del jefe de Estado, es amigo de periodistas y propietarios de medios de comunicación, lo cual explicaría el “poco interés” –y hasta cierta actitud reverente– de la prensa local ante el hombre más cercano al poder. Montesinos no tenía amigos. Era simplemente un comerciante. El ex asesor compraba medios y periodistas con dinero contante y sonante.

Evidentemente no pretendo cuestionar en estas líneas la amistad “increíblemente profunda” que le profesa Pollack a Alejandro Toledo. Creo, como Voltaire, que todas las grandezas de este mundo no valen tanto como un buen amigo. Además, ha quedado claro que el sentimiento es mutuo. Cuando la mujer de Pollack fue secuestrada, Alejandro Toledo movilizó a todas las fuerzas de seguridad del país y declaró alerta nacional hasta encontrarla. ¡Eso es un buen amigo!

Sin embargo, hay cosas que Pollack debe aclarar para que su amistad no llame a sospecha. Como, por ejemplo: si es verdad que, como él mismo ha reconocido, es un empresario quebrado, endeudado, que ha perdido patrimonio, que no tenía ni para el rescate de su esposa, ¿de qué vive? Cuando viaja a Santo Domingo, Nueva York o a Punta Sal acompañando al presidente, ¿viaja con su plata o con la nuestra? Si es cierto todo lo que dice el periodista Tany Goldstein en el semanario Kol Hair sobre sus peripecias empresariales en Israel, ¿no le parece que el papel de asesor –aunque sea informal– en asuntos de inversiones le queda un poco grande? Según dicha información, no rebatida aún, Pollack aseguró, hace 16 años, que haría brotar petróleo del desierto israelí, levantó millones de dólares de inversionistas bursátiles para dicho fin, no encontró una sola gota de petróleo, entró en bancarrota, abandonó el país por haber sido acusado de estafa, y dejó tras de sí una deuda de 8,5 millones de dólares con el banco y los inversionistas de su empresa.

Sorprende que sobre esas serias denuncias, tan minuciosas y abundantes en información (anteriormente el diario Maariv reportó lo mismo), el amigazo de Toledo no emprenda juicios por difamación o calumnia, pero sí por cuestiones menores como en el caso de Alvaro Vargas Llosa.

No son pocas las cosas que debe aclarar Adam Pollack, por lo que resulta extraño que el Congreso no haya tomado la iniciativa hasta ahora. Afirmar que “para atacarlo a él (Toledo) me atacan a mí”, como desliza Pollack, a manera de escudo, cada vez que le preguntan por las negociaciones que ha conducido, no suena convincente.

Su actitud con la prensa que no le es adicta es, por lo demás, sumamente preocupante. La persecución implacable que sufre Alvaro Vargas Llosa, actualmente en la clandestinidad gracias a Pollack, es sintomática. Por criticar al gobierno y en venganza, el amigote de Toledo lanzó contra él amenazas y procesos judiciales que han suscitado la preocupación de la Sociedad Interamericana de Prensa y otros organismos que velan por la libertad de expresión.

Adam Pollack debe ser investigado por la prensa independiente y por los parlamentarios con dos dedos de frente.

Pedro Salinas es corresponsal de la agencia © AIPE en Lima.

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