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Pedro Salinas

Sólo el liberalismo salvará al Perú

En el Perú los peruanos recelan de sus instituciones. Lo dicen todas las encuestas. La gente no confía en el Poder Ejecutivo, no cree en el Poder Judicial, desprecia al Congreso de la República. Y, para ser justos, los periodistas no somos la excepción. La prensa tampoco se salva.

Esta falta de confianza en las instituciones es lo que termina derribándolas, erosionándolas hasta la precariedad. Esa es la razón por la que las instituciones fracasan, porque las personas pierden la fe en ellas. Como dice Mario Vargas Llosa: “Las instituciones no pueden vivir en un país si la gente no cree en ellas y, por el contrario, tienen una desconfianza fundamental y ve en ellas no una garantía de seguridad, de justicia, sino exactamente todo lo contrario”.

Lamentablemente, esto último es la norma en el Perú. Las instituciones peruanas no encarnan la civilización, sino la barbarie, el nepotismo, la corrupción, la ineficiencia, la burocracia. O sea, todos los males, todas las plagas, todos los vicios.

El Perú, para salir del foso en el que se encuentra, necesita de una reforma institucional radical, dramática, casi sísmica. Así como de una enorme y profunda reforma liberal, jamás practicada en el país. Pero para que ello ocurra, el liberalismo debería encarnarse en alguna agrupación política, lo cual está lejos de hacerse realidad.

Como dijo alguna vez Carlos Alberto Montaner, tenemos que adecentar un poco la política, pero mientras que los líderes del Perú (Alejandro Toledo, Alan García, Valentín Paniagua, entre los principales) mantengan sus prédicas populistas, estatistas, confiscatorias e intervensionistas, el progreso seguirá siendo una utopía y la modernidad se mantendrá fuera del alcance de la ciudadanía.

La política debe dejar de entenderse como el arte de aprovecharse del poder, como la habilidad de sacar partido personal, como el ingenio para la demagogia, o como la maña para robar. Debemos seguir, sin duda, el modelo de países exitosos y cercanos, como Chile, país en el que las instituciones funcionan, donde la legalidad no es un artificio, en el que la economía de mercado impera con lucimiento.

No obstante, hasta la fecha, no asoman todavía políticos de formación liberal, quizás por miedo a que los etiqueten con el satanizado sambenito de “neoliberal”, aquél que se identifica ahora con la insensibilidad, la discriminación y la explotación. Basuras de la jerga izquierdista.

Solamente el liberalismo salvará al Perú, pero para que ello sea viable, se necesitan auténticos defensores de la libertad, políticos honestos impregnados de espíritu libertario. Se necesitan, en buen romance, políticos liberales, pero de verdad, no de mentirilla ni de cartón.

Pedro Salinases corresponsal de la agencia © AIPE en Lima.

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