Si San Nicolás fuese peruano sería como Alejandro Toledo. Súper regalón. Toledo es capaz de regalar, en sólo una semana, reservorios, cisternas, tuberías, alcantarillado, centenares de computadoras, obras de pavimentación, rutas aéreas, puentes y títulos de propiedad.
Pero, sobre todo, Toledo es un campeón ofreciendo cosas, es el rey de las promesas. Solamente en siete días, Toledo ha empeñado su palabra y ha anunciado puertos artesanales, un hospital regional para el distrito popular de Ventanilla, un complejo de vivienda para la Policía, la modernización del puerto de Yurimaguas, viviendas de 35 mil soles a los deudos de los loretanos que murieron en un incendio en septiembre, resolver el problema de agua y desagüe en los distritos de Pimentel y Santa Rosa en Chiclayo, la construcción de la Universidad Toribio Rodríguez de Mendoza de Chachapoyas, obras de ampliación de redes de agua potable en los asentamientos humanos Alto Trujillo y Antenor Orrego, un nuevo hospital regional en Iquitos, un nuevo reservorio de agua potable en la zona de Punchana, la construcción de la carretera transoceánica por Cusco y Puno, la restitución del servicio del Tren Macho y duplicar los sueldos de los profesores.
No está mal. Claro, no ha establecido fechas ni calendarios para el cumplimiento de las mismas, pero no nos quedemos en nimiedades. Animado por este afán dadivoso del jefe de Estado, creo que le voy a regalar un libro a Alejandro Toledo con motivo de la Navidad.
No leer es casi lo mismo que quemar libros, es igual a tratar de enterrar la memoria humana. Yo no sé si Alejandro Toledo lee, pero voy a tratar de conseguirle una buena publicación para que la devore en su próximo viaje de descanso a Punta Sal, uno de los balnearios más exclusivos del país. Me refiero al nuevo libro de Rudolph Giuliani, el ex alcalde de Nueva York, sobre liderazgo.
Según Giuliani, un líder debe administrar no sólo resultados, sino también expectativas. “Es por ello –dice– que los líderes deben ser sumamente certeros sobre sus proyecciones y, si van a errar, deben hacerlo en el sentido conservador, esto es, prometiendo menos”.
Una de las principales máximas del ex burgomaestre neoyorquino es la de prometer sólo cuando se está seguro de cumplir. “Esta premisa –afirma– es tan obvia que no la mencionaría si no fuera porque he visto a líderes romperla repetidamente. A largo plazo, la retórica grandiosa desfonda la autoridad del líder. A un funcionario público, formular una promesa abierta de reducir el crimen en una cantidad determinada o crear un cierto número de empleos puede generarle buena cobertura noticiosa por un par de días, pero si los resultados no empatan con los pronósticos, el líder deja a todo el mundo con el miedo de que la palabra del jefe no es de fiar”.
Suena sencillo, ¿no? “No prometas más de lo que puedas cumplir”, podría ser la letanía de un líder, el lema de un buen jefe, la estrategia comunicacional de un capitoste.
Pero por alguna razón ajena a la propia razón, este principio no es practicado por nuestros politiquillos locales, quienes creen que la política debe entenderse como el arte del engaño, como el artilugio de apilar promesas que no serán cumplidas, como el recurso de la demagogia, donde se juega con la expectativa del ciudadano.
Sí, creo que ese es el libro que le voy a regalar a Alejandro Toledo para Navidad. Es una promesa.
Pedro Salinas es corresponsal de la agencia AIPE en Lima
© AIPE
En Internacional
0
comentarios
Servicios
- Radarbot
- Libro