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Pedro Schwartz

El fracaso de América Latina

El socialismo, el populismo, el nacionalismo económico en los que tantas almas generosas pusieron su esperanza tenía que fracasar, pero lo hizo en América con más dureza que en los países del norte

Álvaro Vargas Llosa acaba de publicar un libro notable, con el título de "Rumbo a la libertad: por qué la izquierda y el ‘neoliberalismo’ fracasan en América Latina" (Planeta). Su lectura es obligada para todos los que se interesen en el subdesarrollo, especialmente para quienes tienen puestas sus esperanzas de remedio tanto en el socialismo como en el liberalismo. Lejos de ser un ensayo de los que se lleva el viento, el estudio de ese curtido periodista y elegante escritor que es el joven Vargas Llosa está construido sobre una sólida base científica y un íntimo conocimiento de la realidad de Iberoamérica. El socialismo, el populismo, el nacionalismo económico en los que tantas almas generosas pusieron su esperanza tenía que fracasar, pero lo hizo en América con más dureza que en los países del norte. El capitalismo, la democracia, las uniones aduaneras no han conseguido remediar los daños causados por los intervencionistas de derecha e izquierda. Las razones que aduce Vargas Llosa para ese doble fracaso deberían convertirse en instrumentos de análisis de uso obligado.
 
La tesis del libro consiste en señalar que ningún salto adelante es posible con los cinco principios de opresión que caracterizan la historia y el presente de América Latina: corporativismo, mercantilismo de Estado, privilegio, transferencia de riqueza y legislación política. Estos principios de opresión se remontan a los Estados indígenas y a la época de la colonización hispana, pero las repúblicas nacidas de la independencia no supieron corregir tales vicios. Las sociedades americanas al sur del río Grande han seguido organizándose sobre la base de colectivos en vez de primar la autonomía individual. El comercio, apenas libre algunos años tras la destrucción del monopolio español y portugués, ha estado intervenido por el Estado, ya para primar la exportación, ya para reservar el mercado nacional o comunitario a grupos privilegiados. Naturalmente, el privilegio de los poderosos o de los burócratas no se ha reducido al comercio, sino que tomó forma de latifundismo en el siglo XIX, y en el XX de empresas públicas detentadas por sus empleados, de exclusivas en el negocio bancario, o directamente de corrupción política. El efecto de estas corruptelas ha sido la permanente transferencia de ingreso y riqueza de productores a buscadores de rentas. Por fin, todos estos vicios necesitaban la continua legislación para cambiar las reglas a favor de colectivos poderosos. El ejemplo de las 318 enmiendas a la Constitución mexicana por los gobiernos del PRI es llamativo. Indica una utilización del Derecho para objetivos coyunturales e interesados en Latinoamérica. Sin reglas imparciales para la protección de los derechos humanos, los derechos de propiedad y el cumplimiento de los contratos, no es posible conseguir un desarrollo económico y social sostenible.
 
Los observadores de fuera nos asombramos del caos de la historia de Latinoamérica: revoluciones, dictaduras militares o civiles, cambios bruscos de política económica. Vargas Llosa busca explicar estos vaivenes por la ilegitimidad de las repúblicas en la conciencia de sus pueblos. El conservadurismo de los gobiernos al servicio de los terratenientes durante el siglo XIX desembocó en la sangrienta revolución mexicana de 1910, pronto imitada. Esa revolución y sus imitadoras, sin embargo, no crearon sociedades abiertas al servicio del individuo, sino repúblicas basadas en la soberanía popular concentrada en un presidente todopoderoso. La desilusión ante el fracaso de regímenes autocráticos apenas vestidos de un manto populista abrió la puerta a golpes militares y revoluciones comunistas aún más alejados de la legitimidad. Una de esas sublevaciones ha sido la que agudamente llama Vargas Llosa, la revuelta de las elites de la década de 1980 para traer un falso capitalismo.
 
Una de las peores desgracias de América Latina es su relación con EEUU. El antiamericanismo de los latinos es una forma de desplazar la culpa propia sobre cabezas ajenas, pero los vecinos del norte han sido torpes en su relación con el resto de América. El proteccionismo comercial desde finales del siglo XIX, la ayuda económica y política a gobiernos corruptos y sus protegidos durante la guerra fría, los cambios de la política de inmigración y, ahora, el inmenso fracaso de la guerra contra las drogas han contribuido al odio al capitalismo liberal que EEUU debería representar. Hasta las instituciones internacionales apoyadas por Occidente, como el FMI, han cometido graves errores: no supo ver la crítica implícita que suponía la fuga de capitales de Iberoamérica, mayor en los últimos veinte años del siglo XX que toda la ayuda del Fondo a los países en desarrollo.
 
Quizá lo más útil del libro sea el análisis del fracaso de esa revolución de las elites, de ese intento de traer el capitalismo a sus países, que sólo ha tenido éxito en Chile. También los economistas fracasamos cuando nos especializamos en exceso y olvidamos las condiciones sociales y legales de la sociedad abierta. La vuelta al libre mercado que ahora tantos latinoamericanos ponen en cuestión ha fracasado por no haberse liberado las repúblicas de los cinco principios de opresión tradicionales.
 
La pregunta acuciante es si podrá Latinoamérica seguir el camino de libertad y prosperidad que señala Vargas Llosa en su último y esperanzado capítulo, o si seguirá el ejemplo de Chávez dedicado a derruir estatuas de Colón el día de la reivindicación del indígena.
 
© AIPE
 
Pedro Schwartz es profesor de la Universidad San Pablo CEU y académico asociado del Instituto Cato.

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