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Percival Manglano

Boris Kong se golpea el pecho subido a la Roca

Gibraltar es una pura coartada para que Boris se encarame a la Roca y se golpee violentamente el pecho mientras ruge su discurso antieuropeo.

Gibraltar es una pura coartada para que Boris se encarame a la Roca y se golpee violentamente el pecho mientras ruge su discurso antieuropeo.

Confieso que Boris Johnson, el alcalde de Londres, es uno de los políticos extranjeros que sigo con mayor interés. Me gustan su sentido del humor, su inconformismo, su ágil verbo y su maravillosa prosa. He leído varios libros suyos y escrito un artículo sobre su experiencia en campaña electoral, titulado "El peor político del mundo". Tras leer su columna de ayer, "Los españoles deben quitar sus manos del cuello de Gibraltar", no creo que se haya ganado el título, pero ha dado varios pasos en esa dirección.

El artículo es un ejercicio de patrioterismo barato que busca exaltar los sentimientos de agravio e indignación de sus lectores. El título resume bien su espíritu. Ahora bien, si alguien ha demostrado tener problemas para controlar sus manos –y no sólo sus manos–ha sido el propio Johnson (hace escasos meses se supo que tuvo un hijo fuera del matrimonio, y unos cuantos líos amorosos más).

Las referencias del artículo a Franco, a la junta militar argentina de la época de la Guerra de las Malvinas y a los penes anudados de los caballos españoles para evitar que orinen (sic) están dirigidas a evocar la leyenda negra de la España de la Inquisición y la Armada Invencible. La barbarie seguiría siendo la esencia de nuestro carácter nacional. Vamos, que a Boris sólo le faltó comparar a Rajoy con un Torquemada alumbrando la pira bajo el hereje condenado, atado al poste y roto ya por la tortura.

Además, para desarrollar su argumentación, Johnson hace afirmaciones simplemente falsas. "Las autoridades españolas han decidido, sin ninguna razón aparente, reanudar los controles fronterizos y el acoso general de la época de Franco", dice. Por no omitir totalmente la realidad, más adelante menciona de pasada los bloques de hormigón tirados al mar por las autoridades gibraltareñas para decir que son pura "palabrería" y no más que "algunos" (si 70 bloques no son más que "algunos," tengo un coche usado con algunos kilómetros que me gustaría venderle a Boris a buen precio).

Dice además que todo esto no tiene nada ver con la pesca, como si los intereses de los pescadores españoles fuesen una mera excusa. Se olvida Boris de que roces pesqueros en su propio país fueron mucho más agresivos que los actuales en Gibraltar; en los años 70 los pescadores británicos (y la Royal Navy) se enzarzaron con las autoridades de Islandia en las conocidas como guerras del bacalao.

Pero al final Johnson descubre sus verdaderas cartas. Gibraltar y España son una mera excusa para volver a su tema favorito: el euroescepticismo. En su opinión, España es un ejemplo de los horrores causados por el euro y la unión monetaria. La crisis económica española se solventaría con la reintroducción de la peseta. El problema de España "no es el tratado de Utrecht; es el de Maastricht [que trajo la unión monetaria]".

En suma, Gibraltar es una pura coartada para que Boris se encarame a la Roca y se golpee violentamente el pecho mientras ruge su discurso antieuropeo, para admiración de sus embelesados engullidores de fish-and-chips (fish que los gibraltareños quieren comer, pero no que se pesque).

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