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Phyllis Chesler

El diablo en Darfur

La ausencia de acciones que marquen la diferencia también tiene explicación en el hecho de que a la "comunidad internacional" y a los intelectualoides les preocupan las muertes de musulmanes siempre y cuando se las puedan achacar a israelíes y americanos

En el verano de 2004, escribí un artículo llamando la atención sobre la trágica situación de las mujeres musulmanas negras en Sudán. Pero mi artículo no condujo a ninguna campaña feminista, afroamericana o islámico-americana en su defensa. Tampoco movió a los grupos progresistas judíos a tomar acciones inmediatas para ayudar a los refugiados de Darfur. De modo que espero que una nueva e impactante película sobre Sudán, El diablo vino a caballo, tenga éxito donde yo no lo tuve.

La película documenta la tenaz cruzada del ex capitán de los marines Brian Steidle por documentar esta atrocidad en curso. En los años 2004 y 2005, Steidle se ofreció voluntariamente durante 6 meses para servir como parte del órgano militar de observación de la Unión Africana en Sudán. Tuvo acceso privilegiado a los enclaves arrasados, a los cadáveres abrasados y a las mujeres destrozadas. Mientras el genocidio avanzaba con furia, la Unión Africana no hizo otra cosa que "observar".

Y ahí es donde entra en escena Steidle. El ex marine esperaba que si un número suficiente de buenas personas veían sus fotos, comprenderían que el Gobierno de Jartum había dado el visto bueno y financiado a los janjawid (hombres a caballo) para saquear sistemáticamente y después de reducir a cenizas aldeas enteras así como centros de refugiados; para castrar, mutilar y despedazar a civiles inocentes hasta la muerte; para encadenarlos juntos y quemarlos vivos; para disparar por la espalda a los niños y para violar colectivamente a las mujeres y las niñas. Después, pensaba él, los norteamericanos persuadirían a nuestros congresistas y senadores de autorizar la intervención militar.

Así que Steidle se puso a trabajar. Entregó sus durísimas fotografías al columnista del New York Times Nicholas Kristof, que las difundió y continuó publicando extraordinarias columnas sobre la materia. Steidle también prestó testimonio ante el Congreso, apareció en los medios, fue testigo en el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya y accedió a que un equipo de documentales le siguiera mientras hablaba en campus universitarios, en concentraciones políticas y hasta con la secretaria de Estado, Condoleezza Rice.

Hasta ahora, sus esfuerzos no han conducido a ninguna intervención militar para detener el genocidio. Naciones Unidas no ha hecho nada. Ha mantenido su historial casi prístino de no intervenir cuyos éxitos más recientes han sido Ruanda y Bosnia (caso que requirió la intervención militar norteamericana). La Unión Africana envió por fin inspectores y pacificadores que tampoco intervinieron. Steidle ya ha comprendido que fue "ingenuo" al pensar que podría forzar medidas más dramáticas para detener la violencia.

¿Pero por qué la "comunidad internacional" se ha cruzado de brazos en Darfur? He aquí el motivo: los autores materiales son musulmanes árabes y la mayor parte de sus víctimas musulmanes negros. Como comenta un refugiado africano en El diablo vino a caballo, lo que más le duele como musulmán es que sean los musulmanes los que están cometiendo la violencia y que sean principalmente norteamericanos quienes envían comida, medicinas y empleados humanitarios. Ningún país árabe ni musulmán lo está haciendo. Este hombre, traicionado, se llora fuera de plano. Da las gracias a los americanos y espera y reza porque vengan y liberen del genocidio a su pueblo.

La ausencia de acciones que marquen la diferencia también tiene explicación en el hecho de que a la "comunidad internacional" y a los intelectualoides de Occidente les preocupan las muertes de musulmanes siempre y cuando se las puedan achacar a israelíes y americanos, pero no si los matan otros. De forma llamativa, muchos habitantes de Darfur están huyendo a Israel, que les permite entrar. Por otra parte, los Emiratos Árabes Unidos han expulsado en el pasado a los refugiados de Darfur. Y apenas la semana pasada, Egipto abatía a tiros a cuatro de esos refugiados cuando cruzaban el paso del Sinaí camino de Israel. Pero aún así, muchos intelectuales occidentales parecen incapaces de reconsiderar su creencia de que todos los musulmanes son víctimas inocentes, mientras que Estados Unidos e Israel son sus opresores.

La corrección política también juega un papel. Occidente se niega en redondo a creer que los árabes musulmanes puedan ser mortalmente racistas y que tengan un largo historial de perseguir a judíos, cristianos, infieles no musulmanes y negros. La negación "políticamente correcta" de Occidente de que árabes y musulmanes han practicado el esclavismo desde siempre –y lo siguen haciendo– es otro motivo más de su ineficacia. La situación de Darfur supone desafiar sus premisas más sagradas.

Millones de cinéfilos hacían cola este pasado fin de semana para las últimas películas de evasión. Pero la sala del Greenwich Village en la que vi El diablo vino a caballo atrajo a apenas 25 personas para la sesión de noche en un día laborable. El capitán Steidle está heroicamente decidido a continuar sirviendo de testimonio hasta que nosotros, el pueblo, hagamos algo. Temo que será una larga espera. Él también.

No obstante, tanto él como los cineastas son dignos de elogio por su claridad y valor moral al realizar este impactante documental.

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