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Phyllis Chesler

La yihad contra la mujer

Columnistas y tertulianos se empeñan en culpar a Israel y Estados Unidos de esas atrocidades musulmanas; de hecho, hablan mucho más de la inexistente "islamofobia" que del criminal odio musulmán al infiel y de la misoginia musulmana.

El complot de los médicos islamistas en el Reino Unido fue algo verdaderamente diabólico. Un aspecto particularmente horrible ha sido pasado por alto: estaba dirigido específicamente contra las mujeres. Enterrado en lo más profundo del reportaje del New York Times sobre el asunto se encontraba este hecho: el club nocturno Tiger Tiger en Londres era el objetivo en parte porque el jueves era "la noche de las chicas". Christopher Hitchens, escribiendo en Slate, es de los pocos que a día de hoy se han centrado en este hecho.

No es la primera vez que los islamistas han dirigido sus puntos de mira directamente contra las mujeres. El experto británico en seguridad Sajjan M. Gohel recuerda una conspiración en el 2004 en la cual "terroristas británicos de nacimiento querían atraer a mujeres, a las que percibían como promiscuas, a un club nocturno, según conversaciones intervenidas por la Policía". ¿Cuándo se enterarán los progresistas occidentales, especialmente las feministas, que los terroristas musulmanes odian a las mujeres, sobre todo a las infieles que son intelectual o sexualmente independientes y cuya independencia les hace sentir inseguros, les tienta y les enfurece?

No debería ser ninguna sorpresa. El historial del islam en su trato a la mujer es abominable. El apartheid sexual islámico aplica a la mujer musulmana los peores castigos (latigazos, muerte por lapidación, violación en grupo, matanza de honor) en cuánto se percibe, equivocadamente o no, cualquier señal de independencia por su parte, por pequeña que sea (por ejemplo, si quieren casarse con hombres de su propia elección, divorciarse de maridos peligrosamente maltratadores o simplemente asistir a clase). Pero incluso cuando no han cometido semejante "delitos", muchas mujeres musulmanas, árabes y africanas son mutiladas genitalmente. La mayor parte de las mujeres musulmanas y árabes son apaleadas rutinariamente en su papel de hijas o de esposas. Son obligadas a cubrir su cabello, su cara y su cuerpo y son amenazadas con el máximo castigo cuando muestran la punta de un pelo o demasiado tobillo. Son obligadas a aceptar y apoyar la poligamia y el purdah (prohibición de ser vistas por los hombres).

Estas onerosas prácticas han ingresado en Occidente. Cada vez hay en nuestras calles más mujeres silenciosas o enmascaradas; su presencia resulta extrañamente amenazadora. Como poco, está claro que no nos aprueban porque han elegido un camino diferente visiblemente. El hecho de que algunas mujeres puedan ver el hiyab o el niqab como expresiones legítimas y humildes de sumisión religiosa o que escojan libremente taparse con modestia como modo de proclamarse prohibidas para la promiscuidad secular occidental no cambia el hecho de que su presencia también constituye un anuncio andante de la yihad.

¿Qué más se puede esperar de una cultura terrorista-religiosa en la que la vida es ridiculizada, temida, odiada y destruida? Una mujer embarazada con hijos pequeños fue interceptada recientemente por los israelíes cuando iba a actuar como bomba humana. Con frecuencia, los terroristas suicidas se colocan a propósito cerca de una madre con un niño pequeño. Así es como el thanatos (la fuerza de la muerte) destruye al eros (la fuerza de la vida) de la manera visualmente más gráfica y literal. En el ejemplo más reciente, médicos, que se supone hacen un juramento de salvar vidas, se organizaron para en asesinar a civiles inocentes, esperando que muchos de ellos fueran mujeres. ¿Qué perversión más clara de la vida puede haber?

Y aún así, los columnistas y tertulianos se empeñan en culpar a Israel y Estados Unidos de esas atrocidades musulmanas; de hecho, hablan mucho más de la inexistente "islamofobia" que del criminal odio musulmán al infiel y de la misoginia musulmana.

Ahora es el momento de que los musulmanes pacíficos denuncien estas atrocidades y resuelvan separar su cultura y sus países de semejantes maníacos homicidas. Muchos musulmanes permanecen en negación con sus propios "tigres". (Un amigo israelí, ex miembro de la Mossad, comentaba que los saudíes "han creado al tigre y ahora tienen que montarlo". Lo decía después de una serie de atentados que sacudieron a la propia Arabia Saudí). Una no puede continuar culpando o utilizando a Israel y Estados Unidos como chivos expiatorios de lo que es un problema propio de los musulmanes. La ummah musulmana debería estar ahora aterrorizada ante sus propios hijos e hijas, los mismos "tigres" que han criado y alimentado. Quizá esté impactada al descubrir que sus tigres son criminales.

Piense en ello como una serie lógica. Primero, la mujer en los países musulmanes tiene que bailar por separado, en habitaciones segregadas, escondida de los hombres para no provocarlos. A continuación llegan los talibanes, que prohíben toda forma de baile. Inmediatamente después están los terroristas suicidas que, incapaces de convivir con la idea de que miles de mujeres de Occidente bailan desnudas (puesto que sus caras están descubiertas), atacan discotecas. No es muy difícil de entender. Es la vida después del 11-S.

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