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Pío Moa

Alternativas a la guerra

Suele decirse que los ejércitos se preparan para la guerra anterior. Así explican los entendidos hechos como la derrota del ejército franco-británico a manos de los alemanes, en 1940. En el caso de Irak encontramos alguna similitud. En 1991, la victoria useña se debió sobre todo a la destrucción, desde el aire, de la capacidad de coordinación de las tropas de Sadam, y a la desmoralización causada en ellas por el previo y sistemático bombardeo de objetivos militares, sin defensa posible.

Todo indica que el esquema ha sido seguido en la intervención actual. Sin embargo, Sadam debe de haber aprendido algo, pues ha conseguido mantener una coordinación suficiente, sus tropas tienen una moral superior, al no haber sufrido un castigo previo tan prolongado, y ante la abrumadora superioridad técnica de los atacantes, los sadamitas buscan protegerse en las ciudades, entre la población civil, donde un ataque frontal causaría gran número de víctimas civiles y aumentaría la oposición a la guerra en Occidente.

Además, debe contarse con una resistencia popular ante la invasión del propio país, por mucho que la invasión signifique la caída del tirano. En la guerra anterior, ese fenómeno no pudo percibirse, porque la invasión apenas tuvo lugar, y también porque, en la medida en que se produjo, la población dio la bienvenida a los invasores. Pero eso parece haber cambiado ahora.

En estas condiciones, para Sadam es esencial alargar la contienda. Cuanto más dure y más muertos haya, mayor será la reacción en los países islámicos, mayor la impresión de éstos de estar golpeando a las democracias, pese a la desproporción técnica, y mayores las resistencias y divisiones en los países occidentales.

Por las mismas razones, a Usa y Gran Bretaña les importa la liquidación rápida del conflicto. Si éste persistiera más allá de un par de meses, podría tener el efecto psicológico de una derrota, por mucho que concluyera en victoria militar. Lo cual estimularía, de paso, a potencias como China o Rusia, a las cuales ciertamente displace el poderío useño.

El problema, visto desde lejos, parece consistir en hallar la fórmula de una rápida y poco cruenta penetración en las ciudades, a ser posible empezando por Bagdad, que anule los centros de decisión de Sadam. Eso no da la impresión de ser fácil, pero la historia ofrece casos más complicados resueltos satisfactoriamente. Después, el resto sería una labor de policía y contraterrorismo.

En alguna ocasión indiqué que Usa no es tan fuerte como se cree. Razón de más para que, ante una situación así, se exprese la solidaridad de sus aliados. Pero encontramos, aparte del sabotaje de Chirac y otros, una reacción histérica y suicida en buena parte de la opinión pública, agitada por demagogos. No acaban de comprender que una derrota de Usa, aunque sólo sea moral, se traducirá en una mayor potencia de los fundamentalismos, del terrorismo y de la desestabilización en el mundo. Empezando por la propia Europa.

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