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Pío Moa

¿Condena usted el franquismo?

No, no pienso agregarme a ese coro que condena al franquismo y lucha contra él cuando ya no existe. A ese coro que no condena, en cambio, las quemas de iglesias y bibliotecas, preludio del holocausto de clérigos y creyentes

Esta trampa para elefantes, que tanto miedo causa al PP, es muy fácil de desactivar, pero si no se hace con energía y despliegue de medios, siempre tendrán ventaja los tramposos (por describirlos con suavidad). Este jueves, en la conferencia de Nuevas Generaciones del barrio de Salamanca, un periodista de un diario ultramanipulador de extrema izquierda –por desgracia no hay una izquierda normal en este país: UPyD y Ciutadans son de momento minorías muy pequeñas–, preguntó si los presentes, Isabel San Sebastián, García de Cortázar y yo, o Nuevas Generaciones, condenábamos el franquismo.

Yo me iba ya, con prisas, e improvisé la siguiente respuesta: "No condeno al franquismo porque libró a España de la revolución, de la guerra mundial y de un nuevo intento de guerra civil que fue el maquis. Estoy más bien con Marañón y con Besteiro, que aceptaban aquel régimen, con todos sus defectos, porque salvaba al país de algo mucho peor. Y de la izquierda, la que me parece respetable es la de Besteiro, no la de Largo Caballero o Prieto. Y ustedes, ¿condenan al Frente Popular? ¿Condenan las checas?"

Amplío aquí la respuesta:

No pienso en modo alguno enrolarme en el amplio coro de antifranquistas que une en un haz, en un fascio, a Josu Ternera, a Otegi, a Carod, a Ibarreche, a Maragall, a Zapo, al portavoz de la corrupción y el terrorismo gubernamental Rubalcaba... No, no pienso agregarme a ese coro que condena al franquismo y lucha contra él cuando ya no existe. A ese coro que no condena, en cambio, las quemas de iglesias y bibliotecas, preludio del holocausto de clérigos y creyentes; que no condena la insurrección guerracivilista del 34; que no condena el proceso revolucionario abierto por el Frente Popular, y otros hechos que fueron, precisamente, los causantes de la guerra civil y la dictadura franquista. No me uno a quienes imponen una ley totalitaria y golpista que exalta a los asesinos de las checas, tipo García Atadell, denigra en la misma proporción a los inocentes como Besteiro y derruye las bases de la convivencia en libertad. Esa gente que con el pretexto del antifranquismo está socavando la independencia judicial, intentando meter en la cárcel a los discrepantes, y con su "memoria" absolutamente perturbada está liquidando la herencia de la transición y la democracia real que todavía tenemos.

Cierto, habría sido preferible una democracia a la dictadura autoritaria (no totalitaria) de Franco, pero para que haya democracia tiene que haber demócratas, y tras la devastación intelectual, moral y política causada por el Frente Popular, casi todo el mundo había dejado de creer en la democracia en España. Una situación a la que nos están llevando de nuevo los enterradores de Montesquieu, los políticos tipo Filesa y GAL, ahora compinchados con los terrorismos y los separatismos, y todos ellos, eso sí, muy "antifranquistas".

No condeno el franquismo porque de él y no del antifranquismo –totalitario y terrorista en su mayoría–, de la paz y prosperidad legadas por el franquismo, han nacido la democracia y la monarquía constitucional que estos antifranquistas retrospectivos están echando abajo.

Veo ahora que el periodista sinvergüenza escribe que "tuvo miedo de una agresión" porque mis palabras fueron aplaudidas por los asistentes al acto, cuando a él no solo se le permitió expresarse, sino que se me indicó que permaneciera en el acto unos minutos más, cuando ya me iba, a fin de contestar a su pregunta. Este tipo de envenenadores profesionales de las conciencias, que tanto denunció Besteiro, predomina hoy en los medios de masas. Y su responsabilidad es enorme.

Insisto: a nuestra generación se le presenta un desafío muy grave, que debemos resolver. Es preciso responder con la máxima energía para frenar el proceso que nos lleva a la liquidación de las libertades y de la misma España. Generación miserable la que lo consintiera o se arrugase ante los perpetradores del crimen.

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