Menú
Pío Moa

Dos futuribles fáciles

¿Qué habría ocurrido si una parte del ejército no se hubiera rebelado en julio de 1936? ¿Y qué, si hubiera ganado la guerra el Frente Popular? Naturalmente, no podemos saberlo, pero las especulaciones al respecto han gozado y gozan de cierta popularidad entre historiadores y políticos. Así, muchos afirman que sin la sublevación derechista de julio de 1936, la república se habría centrado y los problemas se habrían resuelto democráticamente y sin violencia. Otros dicen creer que la victoria del Frente Popular habría paralizado la agresividad nazi, e impedido la guerra mundial.

Sin embargo, esas especulaciones pasan por alto demasiadas cosas. En febrero de 1936 triunfaron en unas elecciones discutibles unas izquierdas que habían asaltado la legalidad democrática en octubre de 1934, y habían hecho de ello un símbolo glorioso. De esas fuerzas, las principales eran precisamente las más revolucionarias. Y las –muy relativamente– moderadas, como las de Azaña o Prieto, pretendían “republicanizar el estado”, entendiendo por ello suprimir la independencia judicial y reducir a un papel testimonial a la derecha, creando un régimen similar al de Méjico. Los comunistas, a quienes también se ha llamado “moderados”, pretendían más: destruir los partidos de derecha y encarcelar a sus líderes. El designio de los anarquistas era inmediatamente revolucionario. Y Largo Caballero desestabilizaba al gobierno republicano para heredarlo legalmente, sin necesidad de insurrección, e imponer la revolución desde el poder.

Estos hechos bien sabidos suelen ser olvidados o disimulados por quienes se obstinan en ofrecer una imagen de básica normalidad en la época. Pero ni los partidos republicanos en el poder, ni la extrema izquierda que los apoyaba desde fuera, eran democráticos, y la ley se impuso desde la calle a partir de las mismas elecciones. La oleada de violencia que llevó al levantamiento de julio del 36 es el resultado directo de esas políticas, y su culminación en el asesinato de Calvo Sotelo y el intento contra Gil-Robles, muestra nítidamente el sentido de los acontecimientos. Si la rebelión de julio no se hubiera producido, lo más probable es que el gobierno de Casares hubiera caído y sido sustituido por uno de Largo, en alianza con los comunistas, y con apoyo del resto de las izquierdas, con el consiguiente aplastamiento definitivo de las derechas.

En cuanto a una victoria del Frente Popular en la guerra civil, no habría tenido mucho efecto en Hitler, pues para él, el escenario español, aunque interesante, era secundario, y su esfuerzo principal, con mucho, se dirigía al centro y este de Europa. En cambio, la victoria populista habría hecho crecer al máximo la alarma de las democracias, al ver instalada a la URSS en un punto tan estratégico para ellas como la península Ibérica. Quizás ello les hubiera incitado a ser transigentes con la invasión de Polonia por los nazis, encauzando la agresividad de éstos hacia la URSS. De otro modo, Alemania habría invadido España tras derrotar a Francia, y cortado el estrecho de Gibraltar, con las peores consecuencias para las democracias.

Otro factor casi nunca tomado en cuenta es el odio extremo entre las fuerzas izquierdistas españolas. Si se produjeron dos guerras civiles entre ellas mismas dentro de la contienda común contra los nacionales, podemos suponer con bastante lógica que, de haber vencido a Franco, y en ausencia de la amenaza de éste, que les imponía una cierta unidad, habría ocurrido una nueva contienda civil entre anarquistas, comunistas, socialistas y republicanos.

Un futurible es un futurible, pero puestos a especular, estas salidas se nos muestran como incomparablemente más probables que las apoyadas en una falsa apreciación del carácter del Frente Popular y de las tendencias hitlerianas.

En Sociedad

    0
    comentarios