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Pío Moa

El caso Garzón

En el caso Garzón se ventila una de las últimas esperanzas de regeneración de la democracia. O ganan unos políticos corruptos hasta el tuétano o gana la justicia y con ella la libertad de los españoles. Así de simple.

Este juez es todo un símbolo de la descomposición de la democracia en España. Dejando aparte las sospechas de su instrucción del caso Faisán, de momento se le han descubierto escuchas ilegales que sólo en sistemas abiertamente policíacos pueden tener curso: un muy presunto delito que no debería quedar en simple anulación de las mismas; se le han descubierto cobros de un banco y el generoso archivo de una acusación contra el banquero; se le ha descubierto el uso torticero de la ley en relación con inexistentes "crímenes contra la humanidad" del franquismo, pretendiendo juzgar a personas fallecidas, mientras utilizaba la ley de amnistía para exonerar a Santiago Carrillo por la mayor matanza de prisioneros de la Guerra Civil, estando vivo su más que presunto autor.

Curiosamente, este último caso, con ser el más grave por su falsedad, injusticia y repercusiones políticas generadoras de odios, es el que suscita mayores reservas porque se ha creado una amplia opinión pública, basada en el embuste sistemático, en el Himalaya de mentiras de que hablaba Besteiro, según la cual la llamada extrema derecha no puede reclamar justicia, quedando ésta monopolizada por la izquierda y la derecha afín a ella, mientras que sería lícita cualquier acción contra el franquismo, un régimen del que procede la democracia actual, hoy en vías de desguace.

En cualquier democracia mínimamente asentada, Garzón llevaría mucho tiempo separado, por lo menos, de la judicatura (como lo estaría Bermúdez por su extraña instrucción de la matanza del 11-M y su intento de hacer negocio familiar con ella). Pero he aquí que en defensa de las actuaciones del primero se ha levantado una oleada inaudita de presiones, intimidaciones, protestas y demagogias varias por parte de la izquierda, intentando desprestigiar y poner en la picota a los jueces que entienden de las acciones de Garzón (a uno de ellos le acusan, nada menos que de ¡haber presentado libros míos en el Casino de Madrid!). Métodos bien conocidos en los totalitarismos, sean el nazi o el leninista, pretendiendo que el juez es víctima de su postura "democrática" al querer investigar "los crímenes del franquismo". Una campaña con proyección internacional, que quiere identificar al franquismo con el nazismo, cuando son quienes tal pretenden quienes con más evidencia usan los métodos hitlerianos. Para ellos, la justicia debe estar pura y simplemente al servicio de sus objetivos políticos

Lo curioso del asunto es que Garzón ha ido tan lejos que probablemente el mismo Gobierno estaría contento de librarse de él, aunque haciendo recaer el coste político sobre la oposición; pues seguramente hay recuerdo del caso GAL, cuando el juez, defraudado por Felipe González en sus expectativas políticas, hizo enorme daño al Gobierno socialista. Pues hoy resulta difícil imaginar que el espionaje ilegal se haya limitado a los implicados en el Gürtel: suele suponerse que el juez acumula gran cantidad de información peligrosa también para el Gobierno, en relación con el chivatazo del Faisán, sin ir más lejos. Una información que perdería mucho peligro si Garzón quedara excluido de la judicatura. Pero mientras esté allí, más vale a los políticos no acosarle mucho. Incluidos los del PP, por supuesto, hoy tan corrompidos como los del PSOE. 

En el caso Garzón se ventila una de las últimas esperanzas de regeneración de la democracia. O ganan unos políticos corruptos hasta el tuétano o gana la justicia y con ella la libertad de los españoles. Así de simple.

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