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Pío Moa

El ejemplo y los nazis

Ante la ejemplar actitud de la chica Díez Ponce de no dejarse adoctrinar ni intimidar por los “maricones” del gobierno y comparsas asalariados, José Antonio Marina ha dado su talla

Decía ayer que un sistema no se salva si no hay individuos capaces de dar ejemplo y arriesgarse en defensa de sus valores. Ayer, ante la ejemplar actitud de la chica Díez Ponce de no dejarse adoctrinar ni intimidar por los “maricones” del gobierno y comparsas asalariados, José Antonio Marina ha dado su talla. Molesto por la desobediencia de la muchacha, ha declarado que el derecho de los padres a decidir la educación de sus hijos “no es absoluto”. Claro, no hay nada absoluto, puestas así las cosas. Lo significativo viene detrás: "¿Qué pasa si los padres son nazis? Ahí, ¿no tiene el Estado nada que decir? Claro que sí. El derecho educativo fundamental no es el de los padres a educar, sino el de los hijos a ser bien educados".
 
Cuando descendemos a lo concreto, ¡hay que ver en qué quedan tantas embrolladas lucubraciones intelectuales! Obsérvese el tosco sofisma y el turbio juego de sugerencias: Marina da a entender que la chica o sus padres son nazis. Da a entender que “el Estado” sí tiene derecho absoluto a educar, porque es quien puede hacer a los chicos “bien educados”. Precisamente la argumentación de Hitler.
 
Pero el estado, claro está, no juega aquí ningún papel. Se trata del gobierno, el gobierno de Zapo. Concretamente, un gobierno anticonstitucional y pro terrorista, enterrador de Montesquieu y aliado de las dictaduras del Tercer Mundo, empeñado en educar "bien" a la infancia y la juventud. Por eso, si aquí hay individuos asimilables al nazismo, son, precisamente, los del gobierno. Y sus colaboracionistas, tipo Marina.
 
Como todos los tiranos, el Niñato Ilumineta, esa vergüenza permanente para España y la democracia, conoce bien las debilidades de muchos intelectuales, empezando por su vanidad. Qué mejor que hacerlos colaboradores pidiéndoles que apliquen sus mayores o menores luces a hacer realidad el programa político de la tiranía.
 
Podría quedar el episodio en el habitual cacareo indignado si el ejemplo de Díez Ponce no fuera seguido. Debería organizarse una asociación para defender los derechos de los niños frente a la “educación” de los maricones, entendiendo por tales no los homosexuales, claro, sino los corruptos, pro separatistas y protectores de los asesinos.
 
 
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