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Pío Moa

Final de un ciclo histórico

Ha sido Zapatero quien ha impuesto la ruptura desde el poder mediante, entre otras cosas, la Ley de Memoria Histórica, cuya trascendencia no ha entendido una derecha inane ideológicamente e ignorante de la historia.

El zapaterismo ha significado el final de un pequeño ciclo histórico, el abierto por la Transición, inscrito dentro de un gran ciclo, el abierto por la victoria de Franco en la guerra civil y que, entre otras cosas, ha proporcionado a España el mayor período de paz interna en siglos, y que continúa todavía hoy.

Como he argumentado en La Transición de cristal, el pequeño ciclo nace con la evolución democrática "de la ley a la ley", es decir, desde la legitimidad del régimen anterior. Y contra la ruptura pretendida por la oposición, que negaba la legitimidad del franquismo y pretendía volver a la supuesta legitimidad del Frente Popular. El rupturismo tenía el mismo carácter que el Frente Popular: se componía de partidos como el PCE, el PSOE y los nacionalistas catalanes y vascos, tan poco demócratas como propicios a las tensiones disgregadoras de España. Triunfó la reforma de la ley a la ley, pero los rupturistas prosiguieron su labor de zapa, ayudados por una derecha que se vació de ideas a base de renunciar a la lucha por ellas.

Ha sido Zapatero quien ha impuesto la ruptura desde el poder mediante, entre otras cosas, la Ley de Memoria Histórica, cuya trascendencia no ha entendido una derecha inane ideológicamente e ignorante de la historia. El resultado del zapaterismo ha sido, aparte de la ruina económica, la colaboración con la ETA (ideológicamente muy afín al PSOE) en un proceso de exacerbación de las tensiones separatistas, y una fuerte involución democrática con, entre otras cosas, el descrédito de la justicia y del estado de derecho. Tal es el balance de la ruptura zapaterina, del que nos libramos en 1976. Y la consecuencia lógica de la ideología del PSOE.

Ahora, dada la prevista salida del PSOE del poder, se ofrece la posibilidad histórica de reengarzar con la etapa anterior, mejorándola mediante una auténtica regeneración democrática. Una posibilidad que, me temo, no se cumplirá. He dicho que ha habido una buena noticia con la derrota del PSOE y una mala con el triunfo del PP. Me explico: así como el PSOE es antidemocrático y antiespañol, desde su programa máximo a sus actuaciones concretas, el PP es a-democrático y a-español. La ideología de este cabría sintetizarla en dos puntos: "la economía lo es todo", que resume sus ideas o falta de ellas, cuando la democracia es mucho más que economía; y "la nena angloparlante", la cooficialidad de hecho del inglés, con este como lengua superior en la práctica. Así como el PSOE (igual que el Frente Popular) suele alzar la bandera de una democracia fraudulenta, así el PP alza ahora la de un patriotismo no menos fraudulento.

En el PP coexisten dos partidos o tendencias, uno, representado por Mayor Oreja, Vidal Quadras, quizá Aznar, que sí tiene mucho de patriótico y democrático, derrotado por el segundo, el de Rajoy, Soraya, Cospedal, Gallardón y compañía, cuyo principio rector consiste en hacerse con las poltronas. Ahora las han conseguido. Pero su nulidad ideológica es tan grande que, si la crisis económica no hubiera caído sobre el PSOE, habrían vuelto a ser derrotados, con toda probabilidad, por personajillos tan míseros como Zapatero, Rubalcaba o Chacón.

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