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Pío Moa

Juventud manipulada

Un fenómeno visible en Cataluña, Vasconia y Galicia, es la llegada a la edad de votar de promociones de jóvenes formados en el nacionalismo. Estos jóvenes, con el ardor y la inexperiencia propios de la edad, tienden a mostrarse radicales y exigentes, y su influencia sólo los necios pueden menospreciarla. Ahora mismo, en Cataluña, esa juventud manipulada ha aupado a los secesionistas no disimulados, y puede convertir a ERC en árbitro de la política regional, creando una situación sumamente inquietante. Acierta Mayor Oreja al señalar que esa es la verdadera herencia de Pujol, aunque se queda corto: es también la herencia de un PSOE y una derecha españolas que han permitido esa deriva con necia pasividad y hasta con sonrisa complaciente.
 
El problema no es nuevo. España ya sufrió, especialmente en 1923, una ofensiva concertada de los balcanismos, que, junto con el terrorismo y la campaña de destrucción del régimen liberal aprovechando la guerra de Marruecos, amenazaba no sólo a la Restauración, sino también la integridad de España. Resumiré aquella olvidada crisis, porque muestra hasta qué punto es difícil aprender de la experiencia.
 
Lo propio del momento fue que los secesionistas vascos, gallegos y catalanes, muy animados por la impresión de decrepitud que ofrecían los sucesivos gobiernos, unieron por primera vez sus fuerzas en un pacto, llamado de la Triple Alianza, para propiciar “la acción conjunta y mutua ayuda en la campaña por la libertad nacional de los tres pueblos”, y exigir “la plena soberanía política”. A ese fin reclamaban “el derecho a la apelación heroica para el caso de que la voluntad nacional de los pueblos de Cataluña, Euzkadi y Galicia siguiese desconocida y pisada por el Estado español”, llegando, si preciso fuere, a “mezclar la sangre [de vascos gallegos y catalanes] en el sacrificio”.
 
El pacto, pues, era abiertamente secesionista y dispuesto a la acción armada, y creaba una situación nueva. Nada en común con las estrategias de Cambó, en cuyo “tablero de ajedrez Cataluña, Euzkadi y Galicia eran piezas de la España grande”, señalaba el 10 de septiembre La Publicitat, órgano del nacionalismo radical catalán. Ahora luchaban “no por el engrandecimiento de España, sino por la libertad nacional de los tres pueblos amigos y aliados”.
 
Los firmantes rebosaban optimismo. Como decía Aberri el día 12, “Cataluña vibra hace tiempo en ansias de libertad. Euzkadi se yergue altiva y cada día más brava contra el dominador; Galicia no se resigna”. En Vasconia y Cataluña, en menor medida en Galicia, proliferaban actos, conferencias, campañas de agitación e información en la prensa. “El entusiasmo despertado con este motivo es grandioso, justificado por la enorme trascendencia de acto tan importante como la celebración de la alianza ofensiva-defensiva entre Galicia, Cataluña y Euzkadi, cuya acción mancomunada cambiará, tal vez muy pronto, los destinos de las tres naciones”, cantaba Aberri, el día 7. Gallastegui, un líder del PNV, pronosticaba: “Euzkadi es hoy esclava, mas pronto será libre y gloriosa”.
 
El pacto de la “Triple Alianza” se firmó el 11 de septiembre, aprovechando la Diada, y se registraron tumultos y gritos de “¡Muera España!” y “¡Muera Castilla!”, protagonizados por las juventudes partidistas. La preocupación suscitada queda reflejada expresivamente en comentarios como éste de La correspondencia de España sobre “los excesos de una juventud educada en principios absurdos, envenenada por propagandas de abominable separatismo. Se ha ido en la condescendencia más lejos de lo que era prudente, y hoy empieza a divisarse cuál puede ser el porvenir (…) Los nacionalismos del norte se robustecen y avanzan, acusando cada día mayor gravedad”. O este otro, de La voz de Guipúzcoa: “¿Qué otra cosa sino sonreír puede hacerse ante quienes se proclaman víctimas de la tiranía de un Estado que les consiente vejar el nombre de la patria y subvertir sus más fundamentales instituciones? (…) A nuestra risa se mezcla un poco de dolor, porque pensamos en los payeses y en los casheros, en los hombres del agro y del taller a quienes se capta con apóstrofes, con sentimentalismos, con imprecaciones, con todo menos con argumentos. Y en este aspecto nos parece reprobable la pasividad gubernamental ante los energúmenos que dan mueras a España”.
 
Nada nuevo, por tanto, ni en la táctica de los balcanizantes ni en la pasividad de los gobiernos. Los historiadores no suelen dar importancia a aquella experiencia porque pocos días después el golpe de Primo de Rivera cambió totalmente la situación. Cambó señala que la causa principal de la dictadura fue el intolerable terrorismo en Cataluña, pero Primo mencionó también, en primer plano, el auge de los separatismos.
 
Los balcanismos en España han contribuido poderosamente, junto con otras fuerzas, a traer dos dictaduras en el siglo XX, y una guerra civil. Nada de ello hubiera ocurrido si los gobiernos liberales de la Restauración, absortos en frívolas y suicidas rivalidades, hubieran atendido el problema con políticas adecuadas a su gravedad, y no sólo con ocasionales medidas represivas. Y un aspecto crucial de esa política debiera consistir en combatir la manipulación de los jóvenes por los artistas del “apóstrofe, el sentimentalismo y la imprecación”.

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