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Pío Moa

La delincuencia educada

Un periodista formado en la SER dijo no tolerar que al presidente de su país se le llamase delincuente. Como no tiene ni idea de la democracia, no sabe que un jefe de Gobierno debe estar sujeto a la ley y puede delinquir, como ha pasado no pocas veces.

En el accidentado debate de hace unos días en VEO7, Isabel San Sebastián comentó que la única virtud del actual jefe de Gobierno era su buena educación. Yo siempre creí que las buenas maneras se llaman hipocresía cuando acompañan a acciones como las de ese personaje. Así, cuando me tocó el turno, hice un pequeño balance de gobierno.

Ante todo, Rodríguez transformó arteramente el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo en Pacto con los terroristas contra las libertades, convirtiéndose en el mayor colaborador que la ETA haya tenido en su historia. Él se encontró con una ETA acosada e infiltrada, que llevaba un año y medio fracasando en sus intentos asesinos, y pensó que podía aprovechar el trabajo del gobierno anterior para convencer a los etarras de dejar las pistolas a cambio de enormes concesiones. De este modo aparecería como "pacificador" y, quién sabe, hasta ganaría el premio Nobel, como le sugerían los propios etarras. Las concesiones se hacían, lógicamente, a costa del estado de derecho, de las normas más elementales de la democracia, de las víctimas directas a quienes pretendía acallar mafiosamente, y de la unidad de España. Así, proporcionó a la ETA legalización de sus terminales, dinero público, proyección internacional, entorpecimiento de la acción judicial, chivateo, etc. La clave política era el estatuto de Cataluña, un modelo para las Vascongadas quizá con Navarra, que creaba una nueva nación y por tanto una nueva soberanía, dejaba el estado español en residual, etc. Esta política la llamó él "diálogo" y "proceso de paz", pero, con más realismo, la calificó de alta traición Cristina Alberdi, y como mínimo podemos dejarla en "colaboración con banda armada". La oposición, lejos de denunciar la inaudita fechoría por su nombre, terminó imitando el estatut en Valencia y ayudando a montar una nueva "realidad nacional" en Andalucía.

Afirman algunos que luego Rodríguez ha cambiado. Pero, aparte de no ser así, porque todas las bases de la colaboración siguen en pie, ese cambio no repara los enormes daños causados. Es como si un estafador, después de desvalijar a incontables personas, dijese que ya no pensaba estafar más, y ahí quedara todo.

Señalé otras dos fechorías fundamentales de Rodríguez: sustituir en la política internacional el acuerdo con las democracias por la colaboración con las dictaduras, a las que, con su típica perversión del lenguaje, llama "civilizaciones", con las que busca alianza. ¿Alianza contra quién? No es difícil verlo.

Otro desmán decisivo ha sido imponer la ley totalitaria de "memoria histórica", que falsea la historia y tira de la alfombra bajo los pies de la transición y la democracia. Porque su objetivo es deslegitimar al franquismo, del cual viene precisamente la democracia, mientras que de los antifranquistas retroactivos vienen todas las amenazas a ella: el terrorismo, las oleadas de corrupción, los separatismos, el entierro de Montesquieu, etc. Se entiende que el personaje se permita con tanta alegría colaborar con la ETA, pues en definitiva comparte con ella el 80 ó 90% de ideología.

Por no extenderme sobre otras muchas tropelías, como la parodia del matrimonio homosexual, la negativa a tomar a tiempo medidas contra la crisis económica, el aborto, el ataque al Valle de los Caídos, etc.

Casi todas las acciones y conductas de Rodríguez conculcan las leyes, la Constitución, los derechos y libertades ciudadanos y el interés nacional de España. Son hechos delictivos.

En VEO7, un periodista formado en la SER dijo no tolerar que al jefe de Gobierno de su país se le llamase "delincuente". Como no tiene ni idea de la democracia, no sabe que un jefe de Gobierno debe estar sujeto a la ley y puede delinquir, como ha pasado no pocas veces. Pero él pretende que el cargo le hace irresponsable. Así se está descomponiendo y latinoamericanizando la democracia en España.

Pero la evidencia no puede ocultarse: tenemos un Gobierno ilegítimo que no respeta la Constitución ni los integridad de España. Si la democracia se mantiene, sus personajes tendrán que dar cuentas algún día de sus abusos ante los jueces. Como ya pasó con unos cuantos altos cargos del felipismo.

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