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Pío Moa

Lacayos y audacias

Cuando el tirano marroquí forzó por su exclusiva cuenta una crisis con España, Rodríguez Zapatero quiso entenderse con el tirano, al margen del Gobierno español y saboteándolo, fue a retratarse bajo un mapa que incluía en Marruecos a Ceuta, Melilla y las Canarias. ¿Cómo describir el comportamiento del líder socialista? ¿Como el de un lacayo de Mohamed VI, quizá?

Al principio, Zapatero tuvo algunas iniciativas loables, como la de acercarse al PP para frenar el secesionismo y el terrorismo en las Vascongadas. Pero desde entonces ha derivado a un entendimiento con el PNV, principal partido secesionista, amparo a su vez del terrorismo. Lógicamente, ha pasado a acosar y atacar sin descanso al principal partido que defiende la Constitución y la unidad españolas, el PP. ¿No es ésta la conducta de un lacayo de Ibarreche? ¿Y qué decir de cuando fue a Galicia a recibir huevos e insultos de los batasunoides de “Nunca Mais”, a escuchar gritos de “¡Españoles fuera de Galicia!”, para mostrar luego la más solidaria sumisión hacia los agresivos vociferantes que tanto han enturbiado la política gallega?

En su propio partido, Zapatero ha defenestrado a los socialistas vascos partidarios de la unidad constitucionalista —unidad de los demócratas, propiamente hablando—, y se ha hecho el loco ante la declaración de independencia partidista de Maragall, a cuyo separatismo hace reverencias y promesas de “respeto a una identidad nacional”, o algo parecido, como si no fueran los nacionalistas catalanes quienes faltan todos los días al respeto, y a otras cosas, a los no nacionalistas. ¿Cómo calificaría estas actitudes cualquier testigo imparcial?

La vocación lacayuna del jefe socialista resplandece, por decirlo así, en sus actos más significativos. Pero ello no le quita audacia: de pronto le ha dado por llamar a Aznar “lacayo de Bush”, empleando ese lenguaje tan cultivado por Fidel Castro. ¿Se ha vuelto Zapatero patriota de súbito, y le molesta cualquier signo de supeditación de España a otra potencia? Nada de eso. Ha marchado estas semanas en compañía indistinguible con los Ibarreche, Beiras, Llamazares, Otegui, Mas, Maragall y cuantos tienen por objetivo arruinar la Constitución y la unidad españolas, unos empleando la violencia, otros explotándola indirectamente, con hechos consumados y vulneraciones de las libertades. Lo ha hecho porque ha creído encontrar en la guerra de Irak un trampolín para llegar al poder, y esa esperanza le ciega a cualquier otra consideración. Así acrecienta los peligros para la convivencia en paz y en libertad en nuestro país. Por desgracia, muy por desgracia, estas políticas no son nuevas en la historia del PSOE. No vendría mal a los políticos socialistas reflexionar sobre la pendiente por la que se deslizan, antes de que sea tarde.

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