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Pío Moa

Los nuevos retos

Las próximas elecciones serán decisivas sólo si los partidos democráticos logran un vuelco del electorado. Como ello es improbable, dado el lastre de los años pasados, hay que pensar en una victoria, de quienes sean, por estrecho margen. Las alternativas de gobierno serán, entonces: a) el PNV y EH; b) los populares y los socialistas; c) el PNV y los socialistas.

La primera opción es improbable. Los aranistas siempre han intentado, con hipocresía, recoger las nueces que los terroristas hacían caer, pero perder el disimulo para ponerse a sacudir el árbol junto con sus socios, dejaría al PNV al descubierto, no solo en el resto de España, donde ya lo está, sino en toda Europa y el mundo occidental, de engañar a las cuales ha vivido en buena medida el partido de Arana. Por otra parte, EH no piensa correr con los mayores esfuerzos y peligros para que sus despabilados compañeros se lleven el fruto.

Hay algo más importante: todo indica que los programas de exclusión y totalitarismo, comunes a PNV y EH, ya no pueden ir más allá sin encontrar en la sociedad vasca una resistencia resuelta, que sería apoyada sin complejos por el resto de España. Llevar la quiebra social al extremo de un enfrentamiento civil, en el que la violencia podría dejar de ejercerla sólo una de las partes, es una apuesta ante la cual incluso un perturbado como Arzallus se tentará mucho la ropa. No porque no esté dispuesto a ir hasta el final, sino porque no se percibe lo bastante fuerte para salir triunfante de su agresión.

La opción PNV-PSOE es también difícil, aunque no debe descartarse por completo. A favor de ella está un gran sector del PSOE, desde Maragall hasta González, el sector más demagógico, cuya corrupción ha representado para la democracia española un peligro no menor, aunque menos estridente, que el del terrorismo y la connivencia nacionalista con él. Pero, por una parte, los socialistas vascos saben a qué atenerse con respecto al PNV, después de una experiencia demasiado larga, y, por otra, incluso González y Maragall tienen que sopesar el riesgo de un hundimiento electoral de su partido si persisten en adoptar una postura poco clara ante el terror y el chantaje nacionalista, a los cuales la sociedad española está diciendo claramente ¡basta!

Un gobierno PSOE-PP en el País Vasco parece, por tanto, la salida mejor e incluso la más probable, salvo que las elecciones les resulten muy contrarias, de lo que no hay por ahora indicios. Pero, si consigue salir adelante, ese gobierno deberá contar desde un principio con la deslealtad del PNV y del sector del PSOE opuesto a ese acuerdo, aparte de los escollos lógicos entre dos socios tan distintos. No tendrá la vida fácil, pero no existe otro camino para restaurar la democracia y la sensatez en Vasconia.

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