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Pío Moa

Malas reacciones

Ante los recientes y terribles atentados de Madrid, el alcalde Gallardón se apresuró a mostrar sus simpatías a los musulmanes, como si ellos hubieran sido las víctimas. Oficiosidad totalmente gratuita, cuando la población reaccionó sin el menor extremismo hacia ellos (el extremismo se dirigió, precisamente, contra los compañeros de partido del alcalde, por quienes no expresó éste tanta solicitud).
 
Una obviedad en la que quizá convenga insistir es que musulmán no equivale a terrorista. Pero otra constatación no menos importante en estos momentos es que el número de musulmanes que simpatizan con el terrorismo o le encuentran mil excusas es francamente excesivo. Una reciente encuesta en Marruecos –una sociedad moderada, dicen los oficiosos– revelaba que algo más de la mitad de la población simpatiza con Ben Laden, y el porcentaje se dispara ante el terrorismo en Israel o en Iraq. Es decir, sin participar directamente en tales actos, muchísimos los musulmanes los apoyan o los encuentran disculpables.
 
Y no hace falta ir a Marruecos, por desgracia, pues otro tanto vemos en España, donde las condenas a los atentados de Madrid por parte de las asociaciones musulmanas han distado de ser lo tajantes que debieran, y casi siempre han venido acompañadas de excusas. Cuatro mezquitas de Granada han condenado los atentados por “injustificables ante Dios y ante toda la humanidad, por ser irracionales e imposibles de argumentar y justificar bajo ningún tipo de ideología o creencia”. Suena bien. Pero a continuación los mezclan con una “enérgica condena a la masacre que se está haciendo con el pueblo palestino, el de Irak, Afganistán y Kosovo”, como si una cosa tuviera que ver con la otra. Puestos a repudiar enérgicamente, ¿por qué no condenan también la guerra del Congo o, mejor aún, las matanzas de cristianos en Sudán y otros lugares?
 
Las excusas de los muslimes de Granada corresponden perfectamente a la propaganda de Ben Laden. Ésta también presenta sus crímenes como actos de defensa ante las “masacres de palestinos, de iraquíes, afganos y otros”. Por lo tanto, para nuestros ambiguos islamistas, los atentados serían condenables, pero no dejan de tener una justificación de peso, pues constituyen una respuesta, irracional y desesperada, desde luego, pero no difícil de comprender, a las tropelías del “imperialismo”. A la postre, los auténticos culpables serían las democracias occidentales.
 
Debe recordarse a esos señores que, en efecto, en Afganistán ha habido matanzas, pero a manos sobre todo de los talibanes. Y que masas de iraquíes han sido exterminadas por otro musulmán, éste vagamente laicista, Sadam Husein, siendo perpetradas también por islámicos las carnicerías actuales de iraquíes. O que la mayor masacre de palestinos fue realizada por los jordanos. O que la violencia en Palestina procede de la demencial “intifada” desatada por Arafat y los suyos cuando parecía próximo el arreglo pacífico del conflicto, arreglo que evidentemente no deseaban quienes practican un terrorismo no menos salvaje que el de Madrid, unos políticos formados en la teoría y la práctica del terrorismo durante decenios. O que en Kosovo y en Bosnia ha sido precisamente Usa quien ha salvado a la población islámica.
 
A ninguno de estos hechos aluden los islamistas granadinos, y da la impresión de que en el fondo les importan un bledo. Pero por eso mismo deben serles recordados constantemente estos hechos. Su denuncia va contra las imaginarias matanzas perpetradas, según ellos, por las democracias occidentales, y el culpable real de los atentados de Madrid, indican, sería Aznar y no los asesinos islámicos. Para terminar, una amenaza poco disimulada: “Todos estos tristes acontecimientos hacen que la paz, la cual ansiamos, sea cada vez más difícil”. ¡Buena manera de “ansiar” la paz!
 
No menos inquietantes son declaraciones como las de Mansur Escudero, un psiquiatra español, líder de una asociación islámica, discípulo del psiquiatra comunista Castilla del Pino, y él mismo comunista antes de convertirse al Islam. Con estas credenciales, Mansur se permite darnos lecciones de democracia. Su Islam, asegura, “es compatible con la democracia”, y “para que los musulmanes respeten la ley debe empezar el estado español por aplicarles los mismos criterios que aplica a los católicos”, y financiar sus mezquitas, educación y culto. Declaración falsa, pues los musulmanes, como los católicos, pueden dedicar una parte de sus impuestos a sostener su confesión, aunque, siendo muchos menos, obtendrían también mucho menos dinero.
 
La insolencia de Mansur resalta en su total falta de equidad: ¿qué estado musulmán financia el culto y la enseñanza cristianas? La actitud de la mayoría de ellos es abiertamente hostil, a menudo persecutoria, contra los cristianos, a quienes está prohibido casi siempre el proselitismo, cosa que no ocurre aquí con los islámicos. Si Mansur es demócrata, como él dice, ¿por qué no denuncia esa situación? ¿O está de acuerdo con ella? Por otra parte, ¿podría citar un solo país musulmán democrático? Lo más aproximado, y sólo eso, aproximado, es Turquía, y como excepción absoluta. La actitud de este y otros personajes recuerda a la de los comunistas, siempre exigiendo libertades que ellos jamás concedían, siempre utilizándolas contra la democracia y para imponer su régimen totalitario. El tal Mansur tiene escuela.
 
El colmo de la desenvoltura llega cuando este señor propone la censura: “Hablar de terrorismo islámico debería ser ilegal”, porque, afirma, “Islam y terrorismo son conceptos opuestos”. Ojalá, pero si es así, ¿de dónde viene la simpatía de tan excesivo número de musulmanes hacia Ben Laden o Hamas, o por qué han de justificar tantos el terrorismo, empezando por el propio Mansur, aludiendo al supuesto “terrorismo católico o evangélico que practican Bush y sus secuaces”? ¿Coloca Bush bombas en Bagdad para destrozar a decenas de inocentes, o lo hacen los islámicos para someter a su tiranía a los iraquíes, mediante la violencia más desalmada? ¿Pusieron agentes de Bush las bombas de Atocha? Ah, los Mansur y compañía no acaban de aceptar el derrocamiento de corruptos tiranos y genocidas como Sadam y los talibanes, o la persistencia de Israel, único estado democrático de su zona. Seguramente hay muchos musulmanes razonables y deseosos de libertad y democracia, y no debe consentirse que su voz sea usurpada por quienes, como los aquí vistos, dicen oponerse al crimen, pero lo hacen de un modo demasiado parecido al de Batasuna con respecto a la ETA
 
Pues en España tenemos larga experiencia de estos sofismas. Batasuna siempre ha lamentado los asesinatos etarras, pero, claro, la democracia española es tan brutal, opresiva e intolerante… Y el PNV no sólo los ha lamentado, sino también condenado, pero, claro, se trata de un “conflicto histórico”, y el gobierno de Madrid es en definitiva tan culpable como los terroristas, por no ceder a las exigencias de éstos, en sí mismas muy razonables. Esta demagogia ha hecho estragos en toda España durante decenios, y sigue haciéndolos, contribuyendo muy poderosamente al mantenimiento de los asesinos. Si no hacemos un gran esfuerzo por desmontar desde el primer momento las argucias de estos colaboradores subrepticios del terror, lo pagaremos carísimo.
 

En España

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