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Pío Moa

Miedo al debate

En el número de mayo de la Revista de libros dirigida por Álvaro Delgado Gal, he podido publicar una réplica a una reseña del profesor Enrique Moradiellos sobre mi libro El derrumbe de la II República. No debiera haber razón para resaltarlo, pero la hay, porque la actitud muy mayoritaria de la prensa en España es de abierta censura en casos como éste. He tenido experiencias muy lamentables con el diario ABC y con La nueva España, de Oviedo, ambos de derechas. Intentan posar de progresistas a base de amordazar opiniones o estudios que al parecer les causan embarazo. Tales actitudes, dictatoriales y empobrecedoras, explican algo del plomizo paisaje intelectual español, sumido en el tópico y tan necesitado del refresco de algunos debates en profundidad.

La reseña del profesor Moradiellos, discípulo de Preston, y ya eso dice bastante, es de las que el autor reseñado puede tirarse de los pelos, si no le dan opción a la réplica, o en caso contrario, felicitarse, por lo fácilmente rebatible. Moradiellos apoya su crítica en una tosca desvirtuación de mis tesis, mezclada con el argumento de autoridad, oponiéndome a los “historiadores académicos” y a “casi todos los especialistas” reconocidos en tales o cuales aspectos. El argumento de autoridad sigue teniendo mucho peso en España, y es propio de una actitud acientífica y ciertamente atrasada, pues ya Horacio propuso Nullius addictus iurare in verba magíster, algo así como “no jurar por fidelidad a las palabras de ningún maestro” (la traducción no debe ser muy buena, pero ése viene a ser el sentido), verso que, contraído, es el lema de la Royal Society inglesa: Nullius in verba, que suele interpretarse, sin atención a la sintaxis, como “nada en la palabra”. Tengo la esperanza de que el señor Moradiellos se digne replicar a su vez a mi contestación, ya que ello permitirá afinar y clarificar más aspectos de la historia reciente, si se consigue eludir los personalismos.

Tengo ahora a la vista el programa de los cursos de verano de El Escorial, que empiezan con uno sobre “La España de los años 40”. Lo dirige Preston y, cómo no, estará dictado por profesores de su cuerda, salvo Fabián Estapé, franquista acomplejado. Sabiendo esto, ya conocemos por anticipado el contenido (fraudulento) de tales “cursos universitarios”. Merece la pena señalar que los directores de ellos, de Rafael Puyol para abajo, pueden ser calificados de “derechas”, pese a lo cual conceden las lecciones de contenido histórico e ideológico a profesores de izquierda. Lo hacen, obviamente, por parecer “progres” y “abiertos”, pero son justamente oscurantistas y arbitrarios, ya que impiden, una vez más, el debate y la clarificación.

Las autoridades académicas izquierdistas nunca han tenido el más mínimo complejo en utilizar los fondos públicos para promoverse a sí mismas y a sus propagandas. No sugiero que las derechas debieran imitarlas en propio favor, sino, justamente, que debieran establecer un equilibrio. Por desgracia, la historiografía y otras muchas cosas están demasiado inmersas en intereses políticos –y económicos y profesionales–, y ante esta realidad sólo puede exigirse un mínimo de honradez intelectual que permita, al menos, algo de confrontación. Pero aun ese mínimo parece demasiado.

En Sociedad

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