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Pío Moa

¿Violencia vasca o del nacionalismo vasco?

Decía Stanley Payne en una entrevista que los nacionalistas vascos "son los viejos
españoles típicos, es decir, sectarios, violentos, no tolerantes, etcétera. Es una paradoja". Y Arzal1uz, con el mismo fondo de orgullo idiota con que definió como "una hombrada" el robo de unas toneladas de dinamita en Francia por los etarras, soltaba hace poco que "nadie se imagina a un catalán empuñando una pistola, y en cambio a un vasco, sí".

La verdad es que el gusto de los nacionalistas vascos por la violencia es reciente. El ideario de Arana contiene una tremenda violencia implícita, pero solía estar contenida por la religión y por la pretensión vanidosa de demostrar "espíritu civilizado". Durante la república, la violencia nacionalista en el País Vasco fue escasa. A quienes cualquiera imaginaba con una pistola en la mano era a los catalanes, sobre todo los de la CNT –FAI; pero también a los nacionalistas de la Ezquerra, que montaron milicias paramilitares e iniciaron la guerra civil, en 1934, junto con el PSOE. El PNV, en cambio, no pasó de desestabilizar.

Tampoco bajo el franquismo se distinguieron los nacionalistas, vascos o catalanes, por
una resistencia digna de mención. En la época del "maquis", segunda mitad de los años 40, hubo poca acción en el País Vasco, y entre los catalanes volvieron a destacar los anarquistas. Sólo al suavizarse notablemente la dictadura, en los años 60, empezó a asesinar la ETA. No comenzó a hacerlo con el propósito de luchar contra la represión, como ha pretendido Carrillo recientemente, sino de intensificarla con el fin de provocar una reacción "patriótica". Gracias al marxismo, ETA liberó la violencia implícita en el nacionalismo, rompiendo el dique de la religión. Buena parte del clero vasco y los nacionalistas, tras un primer reflejo de horror, pasaron a apoyar a los pistoleros salvadores del "país". Los "chicos", en definitiva, hacían “hombradas", lavaban un poco el honor de un nacionalismo cuya resistencia había sido insignificante pese a que, según su propaganda, Franco se había cebado con especial saña en los pacíficos vascos.

Hace falta un fanatismo realmente embrutecido para ver en la serie de sórdidos crímenes de ET A una lucha épica, un signo de liberación. Esa reacción embrutecida y brutal ha marcado al nacionalismo vasco y puesto al desnudo su carácter. No son los vascos los matarifes, sino los nacionalistas, unos como actores y otros como admiradores, abiertos o disimulados.

Y, en fin, ¿eran los viejos españoles como dice Payne? Yo creo que no. Habrá que hablar de ello.

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